Pensar no será todo, pero es importante

Juan Carlos de Pablo
El conservador Joseph Alois Schumpeter tuvo, entre sus alumnos, al comunista Paul Marlor Sweezy. Cuando aquel falleció, este dijo: "A Schumpeter no le importaba lo que pensáramos. mientras pensáramos". Mejor homenaje a un maestro, imposible.
En el Comercial de Ramos Mejía, en 1959, Pastor Sastre fue mi profesor de Economía. Enseñaba a pensar debatiendo con sus alumnos. Materia prima no escaseaba: la Revolución Cubana, la porción más difícil de la presidencia de Arturo Frondizi, etc. Probablemente también haya hablado de la oferta y la demanda.
Pensar, en cualquier situación, significa aplicar la siguiente secuencia: 1) los hechos; 2) ¿son un problema? ¿para quién?; 3) ¿a qué se deben?, y 4) ¿qué se puede hacer al respecto?

Discípulo de Sastre, mis alumnos aprenden a pensar interactuando conmigo. Imitando a Milton Friedman, cuando alguien dice algo en clase le pregunto cómo lo sabe, porque quiero que el estudiante diferencie entre lo que conoce, lo que supone y lo que desea.
Vuelco en estas líneas más de medio siglo de experiencia docente a propósito de recientes declaraciones de la ministra de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No solamente referidas a la importancia de que los alumnos aprendan a pensar, sino que a su juicio el problema reside en la formación de los docentes.
Les digo a los referidos dirigentes que me encantaría que cuando hablaran, mostraran que la educación de los pibes y pibas realmente les calienta. Porque no se nota.

Como tantos argentinos, soy un producto de la movilidad económica y social que posibilitó un sistema educativo accesible, pero exigente. Mis maestros sabían lo que tenían que hacer, pero también los inspectores, el ministro, los padres, etc. Por eso, a cada uno de los involucrados le pregunto: ¿qué estás haciendo al respecto?
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