viernes, 20 de noviembre de 2020

MUY DIFÍCIL...


Aceptarnos mortales, una manera de vivir mejor
Rodeado de discípulos en su lecho de muerte, Platón recibía de estos una insistente pregunta. ¿Qué consejo póstumo podía dejarles? La respuesta del filósofo fue: "Practiquen el morir". Corría el año 347 antes de Cristo y desde entonces los humanos nos hemos dedicado a enterrar a la mayor profundidad posible aquel consejo. El siglo veintiuno nos encontró como consumados negadores de la muerte, actitud en la cual la soberbia científica y tecnológica tiene una gran responsabilidad.
 En una entrevista reciente a cargo de los periodistas argentinos Darío Mizrahi y Sofía Benavides, el británico Tony Walter, uno de los más reconocidos especialistas contemporáneo en el estudio de la muerte y sus alcances sociales, señaló: "En la Edad Media había algo llamado Ars Moriendi, que en latín significa el arte de morir, y eran instrucciones para morir bien. Eso significaba ordenar tu casa, pedirles disculpas a tus seres queridos, confesar tus pecados a Dios, escribir tu testamento".
En ese entonces la muerte acontecía en muy poco tiempo y por múltiples causas, de modo que no se podía obviar su presencia. "El arte de morir bien consistía en hacerlo en paz con tu familia y con tus seres queridos", explicó Walter. Durante el siglo veinte, los avances de la medicina hicieron que tanto las agonías como el tiempo de vida se estiraran y que, en cierto modo, la llegada de la Parca se pudiera negociar. Y empezó a rondar la idea de una posible inmortalidad, la creencia de que los humanos podríamos derrotar a las enfermedades y al natural deterioro que ocasiona el hecho de vivir, hasta alcanzar edades varias veces centenarias o, quizás, edades infinitas. 
Pero, como ya se sabía en la época de Platón, la soberbia humana suele terminar en dolorosas derrotas que nos recuerdan nuestros límites, nuestras imposibilidades y nuestra mortalidad. Para mayor humillación, el mensaje puede llegar en la forma invisible y ubicua de una cápsula de material genético llamado virus.
El 22 de diciembre de 2019, cuando el Covid-19 estaba en pleno aterrizaje para cambiarle la cara al planeta, moría en Miami, a los 88 años, Richard Alpert, quien desde los años 60, y tras una larga experiencia en la India con el místico Maharaj-ji, se había rebautizado como Ram Dass. Reconocido psicólogo en Harvard primero devino luego en respetado maestro espiritual. Tras un severo ACV, del que pudo recuperarse medianamente bien, escribió en 2000 un libro de enorme sabiduría y sensibilidad titulado Aquí, todavía. Una serena meditación acerca de la conciencia de nuestra mortalidad, del valor que eso confiere a la vida y de los caminos y prácticas para que vivir bien y morir bien terminen siendo dos caras inseparables de una misma experiencia existencial. Ram Dass y Platón decían lo mismo, con veinticinco siglos de diferencia. Una vida buena es la mejor manera de aprender a morir.
Como no sabemos cuándo nos tocará, decía Ram Dass, lo aconsejable es vivir plenamente conscientes de nuestros afectos, de nuestras necesidades, de nuestras potencialidades, de nuestros valores, de nuestros sentimientos y emociones, y de nuestro cuerpo y su lenguaje. Aconsejaba arreglar siempre los asuntos pendientes "con personas vivas y con personas muertas", no estar siempre ocupado, porque eso impide contemplar los hechos simples y maravillosos de la vida (el canto de un pájaro, las nubes, los silencios, los colores del mundo) y no planear cada minuto próximo. "Los pájaros no tienen horarios, ¿verdad?", escribe en su libro. Pero, sobre todo, no convertir nuestra existencia en una permanente e inútil huida de la muerte a través de la diversión maníaca, el consumo insaciable, la superposición de actividades, el llenarse de gente sin priorizar vínculos, porque quien cree huir de la muerte en realidad está huyendo de la vida.

S. S. 

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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