Cambio climático. Propuestas para hacer frente a las urgencias del planeta
El innovador Bill Gates y la activista Naomi Klein coinciden en que la humanidad enfrenta una encrucijada y desde polos distintos de la globalización ofrecen en sus nuevos libros posibles soluciones.
A. M. V.
Bill Gates y Naomi Klein......Dufour
El cambio climático es una urgencia que demanda soluciones. Esa es la realidad. También la consigna coincidente de dos figuras públicas que llegan desde rincones opuestos de la lucha por la globalización: un emprendedor multimillonario, Bill Gates (Seattle, 1955), y una activista antimarcas, Naomi Klein (Montreal, 1970).
En Cómo evitar un desastre climático. Las soluciones que ya tenemos y las que aún necesitamos, Gates propone un objetivo: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de 51.000 millones de toneladas por año a cero, con la mira puesta en 2050. Para lograrlo, apunta a cinco áreas: la energía eléctrica (en su análisis, responsable del 27 por ciento de las emisiones), la construcción (31 por ciento), la producción de alimentos (19 por ciento), el transporte (16 por ciento) y la climatización interior (7 por ciento).
Gates justifica esos números y, aunque merecen una consideración más detallada, es válido tomarlos como punto de partida. En cinco capítulos centrales, discute alternativas tecnológicas para reemplazar los productos y procesos responsables de las emisiones de gases.
En cuanto a energía eléctrica, se apoya en la solar y eólica, pero también en la nuclear, que ofrece continuidad con independencia de las condiciones meteorológicas pero es resistida por sus impactos ambientales. Algún crítico comentó que sus números están atrasados en cuanto a los costos de la energía solar, que han bajado en los últimos años. Debilidad técnica que no afecta sino que refuerza un argumento de Gates: a mayor inversión, más rápido se pondrán a punto las tecnologías de reemplazo.
Bill Gates y Naomi Klein......Dufour
El cambio climático es una urgencia que demanda soluciones. Esa es la realidad. También la consigna coincidente de dos figuras públicas que llegan desde rincones opuestos de la lucha por la globalización: un emprendedor multimillonario, Bill Gates (Seattle, 1955), y una activista antimarcas, Naomi Klein (Montreal, 1970).
En Cómo evitar un desastre climático. Las soluciones que ya tenemos y las que aún necesitamos, Gates propone un objetivo: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de 51.000 millones de toneladas por año a cero, con la mira puesta en 2050. Para lograrlo, apunta a cinco áreas: la energía eléctrica (en su análisis, responsable del 27 por ciento de las emisiones), la construcción (31 por ciento), la producción de alimentos (19 por ciento), el transporte (16 por ciento) y la climatización interior (7 por ciento).
Gates justifica esos números y, aunque merecen una consideración más detallada, es válido tomarlos como punto de partida. En cinco capítulos centrales, discute alternativas tecnológicas para reemplazar los productos y procesos responsables de las emisiones de gases.
En cuanto a energía eléctrica, se apoya en la solar y eólica, pero también en la nuclear, que ofrece continuidad con independencia de las condiciones meteorológicas pero es resistida por sus impactos ambientales. Algún crítico comentó que sus números están atrasados en cuanto a los costos de la energía solar, que han bajado en los últimos años. Debilidad técnica que no afecta sino que refuerza un argumento de Gates: a mayor inversión, más rápido se pondrán a punto las tecnologías de reemplazo.
Cómo mejorar la producción de cemento, acero y plástico resulta en ejemplos de problemas prácticos que Gates revisa con perspectiva histórica. Y encara desde su pasión por las hamburguesas la cuestión de cómo reemplazar la carne, culpable de altas emisiones de metano. Carne de laboratorio es la alternativa, que reconoce poco apetecible.
En cuanto al transporte, insiste en los vehículos eléctricos y los combustibles alternativos. Biocombustibles, sí: pero no producidos a partir de cultivos alimentarios sino de deshechos, opción que discute de manera incompleta. También deja apenas esbozada la cuestión de cómo mejorar la calefacción y refrigeración.
En inglés existe la expresión “technological fix”. Una paráfrasis sencilla es: lo arreglamos con tecnología. Y con inversiones que las impulsen. Aquí surge una noción clave: los costos adicionales que suponen las innovaciones (“green premiums” o “primas verdes”) pueden ser asumidos por distintos actores: el Estado con incentivos, las empresas con responsabilidad social, los consumidores comprometidos. Gates se presenta como una combinación de los dos últimos para justificar sus viajes en jet privado: dice usar combustible verde.
Gates escribe como quien es: un innovador, un magnate, un filántropo. Que es como decir la versión siglo XXI de los monarcas ilustrados. Admite que no sabe de política. Pero aun dejando en suspenso la pregunta por las nuevas desigualdades que podrían derivarse de la transformación, queda abierto el interrogante sobre los impactos ambientales y sociales de los cambios que propone. La minería de uranio, de litio o de tierras raras tienen costos que no miden los precios de mercado: las primas verdes no compensan la destrucción del paisaje y de formas de vida.
En cuanto al transporte, insiste en los vehículos eléctricos y los combustibles alternativos. Biocombustibles, sí: pero no producidos a partir de cultivos alimentarios sino de deshechos, opción que discute de manera incompleta. También deja apenas esbozada la cuestión de cómo mejorar la calefacción y refrigeración.
En inglés existe la expresión “technological fix”. Una paráfrasis sencilla es: lo arreglamos con tecnología. Y con inversiones que las impulsen. Aquí surge una noción clave: los costos adicionales que suponen las innovaciones (“green premiums” o “primas verdes”) pueden ser asumidos por distintos actores: el Estado con incentivos, las empresas con responsabilidad social, los consumidores comprometidos. Gates se presenta como una combinación de los dos últimos para justificar sus viajes en jet privado: dice usar combustible verde.
Gates escribe como quien es: un innovador, un magnate, un filántropo. Que es como decir la versión siglo XXI de los monarcas ilustrados. Admite que no sabe de política. Pero aun dejando en suspenso la pregunta por las nuevas desigualdades que podrían derivarse de la transformación, queda abierto el interrogante sobre los impactos ambientales y sociales de los cambios que propone. La minería de uranio, de litio o de tierras raras tienen costos que no miden los precios de mercado: las primas verdes no compensan la destrucción del paisaje y de formas de vida.
La mirada de la canadiense Naomi Klein es más abarcadora y no desconoce esas complejidades. Representa la fuerza del activismo ambiental, aunque esta caracterización no alcanza a definirla por completo, ya que es también periodista e intelectual. Y política, claro: el arquetipo de un nuevo modo de encarar los asuntos comunes, desde la sociedad civil y a través de las fronteras. En llamas. Un (enardecido) argumento a favor del Green New Deal salió en inglés en 2019. Es su segundo libro sobre cambio climático, después de Esto lo cambia todo (2014) donde responsabilizó a la economía desregulada por la magra respuesta mundial frente a la crisis.
La metáfora del “green new deal” del título evoca, claro está, la movilización económica encarada por Franklin D. Roosevelt tras la depresión de los años 1930. Es un paraguas abarcador, al que han acudido políticos británicos (el laborista Jeremy Corbyn) y norteamericanos (la representante Alexandria Ocasio-Cortez), así como el futurólogo Jeremy Rifkin (en The Green New Deal, de 2019), o la economista heterodoxa Ann Pettifor (en The Case for a Green New Deal).
Con distintos énfasis, estas visiones coinciden en la idea de una alianza liderada por los Estados, que recuperarían protagonismo tras el vaciamiento ideológico y material ocasionado por el neoliberalismo.
La de Klein no es una propuesta cerrada y comparte algunos puntos del technological fix: habla de energías renovables y eficiencia energética. Pero pone más atención en los aspectos sociales: no solo discute cuántos y cuáles puestos de trabajo se generarían, sino que precisa el papel del Estado en la organización y la financiación, reforzado por mayores impuestos a quienes más consumen y por una rebaja en el gasto militar. Y, sobre todo, convoca a la participación al proponer un acuerdo apoyado en la sociedad civil movilizada: la misma que, junto a los científicos, logró poner el problema en la agenda pública.
Klein desbanca el mito de la eterna abundancia de la naturaleza que nos condujo a la crisis, y propone reducir el consumo y escuchar en las soluciones a las comunidades marginadas del mundo. Subraya que debemos analizar de manera sistémica el impacto de las tecnologías, y que debemos discutir en profundidad la distribución de los costos y beneficios de la transformación.
Las contribuciones de Gates y Klein se complementan, se contradicen, se solapan y se tensan como piezas de un rompecabezas en movimiento que deberemos completar casi en tiempo de descuento. El tono preocupado y apremiante de ambos promete alguna forma de convergencia.
Cómo evitar un desastre climático
Por Bill Gates
Penguin Random House. Trad.: Carlos Abreu Fetter
318 páginas / $ 1799
La metáfora del “green new deal” del título evoca, claro está, la movilización económica encarada por Franklin D. Roosevelt tras la depresión de los años 1930. Es un paraguas abarcador, al que han acudido políticos británicos (el laborista Jeremy Corbyn) y norteamericanos (la representante Alexandria Ocasio-Cortez), así como el futurólogo Jeremy Rifkin (en The Green New Deal, de 2019), o la economista heterodoxa Ann Pettifor (en The Case for a Green New Deal).
Con distintos énfasis, estas visiones coinciden en la idea de una alianza liderada por los Estados, que recuperarían protagonismo tras el vaciamiento ideológico y material ocasionado por el neoliberalismo.
La de Klein no es una propuesta cerrada y comparte algunos puntos del technological fix: habla de energías renovables y eficiencia energética. Pero pone más atención en los aspectos sociales: no solo discute cuántos y cuáles puestos de trabajo se generarían, sino que precisa el papel del Estado en la organización y la financiación, reforzado por mayores impuestos a quienes más consumen y por una rebaja en el gasto militar. Y, sobre todo, convoca a la participación al proponer un acuerdo apoyado en la sociedad civil movilizada: la misma que, junto a los científicos, logró poner el problema en la agenda pública.
Klein desbanca el mito de la eterna abundancia de la naturaleza que nos condujo a la crisis, y propone reducir el consumo y escuchar en las soluciones a las comunidades marginadas del mundo. Subraya que debemos analizar de manera sistémica el impacto de las tecnologías, y que debemos discutir en profundidad la distribución de los costos y beneficios de la transformación.
Las contribuciones de Gates y Klein se complementan, se contradicen, se solapan y se tensan como piezas de un rompecabezas en movimiento que deberemos completar casi en tiempo de descuento. El tono preocupado y apremiante de ambos promete alguna forma de convergencia.
Cómo evitar un desastre climático
Por Bill Gates
Penguin Random House. Trad.: Carlos Abreu Fetter
318 páginas / $ 1799
En llamas Naomi Klein Paidós
En llamas
Por Naomi Klein
Paidós. Trad.: A.P. Verge y Francisco Ramos Mena
383 páginas / $ 1320
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
En llamas
Por Naomi Klein
Paidós. Trad.: A.P. Verge y Francisco Ramos Mena
383 páginas / $ 1320
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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