Jamie Foxx en Papá deja de avergonzarme
N. T.
1 temporada Disponible en Netflix
Comediante consagrado, ganador del Oscar a mejor actor por su interpretación de Ray Charles en la biopic del músico y estrella de cine indiscutida, a Foxx parece divertirle darse una vuelta por la pantalla chica de vez en cuando. Luego del ciclo de entretenimientos que condujo con su hija Corinne, ahora el dúo produjo una sitcom que él protagoniza. Foxx interpreta a Brian Dixon, un empresario que después de la muerte de su exesposa debe hacerse cargo de su hija de quince años, Sasha (Kyla-drew). Poco acostumbrado a los rigores y las glorias de la paternidad cotidiana, Brian tiene dificultades para vincularse con la adolescente. Con un guion previsible y sin demasiado vuelo, repleto de lugares comunes e intentos fallidos de conectarse con los jóvenes de hoy en día –como le suele pasar a Brian– la serie se salva por el enorme talento de Foxx. Ya se trate de la comedia física o de la creación de personajes extravagantes, el actor parece estar divirtiéndose aunque por momentos da la impresión de que los espectadores se quedan afuera del chiste.
Pilou Asbaek en The Investigation
N. T.
1 temporada Disponible en Directv y Directv Go
La reconstrucción del caso policial que estremeció al mundo en 2017 –un inventor danés asesinó a una periodista sueca a bordo de su submarino mientras navegaban en el Báltico– vuelve a demostrar la capacidad para el género que convirtió a Escandinavia en una usina de policiales imperdibles. Fue escrita y producida por Tobias Lindholm, quien no solo estuvo a cargo de los guiones de la celebrada Borgen sino que también escribió Otra ronda, la favorita para quedarse mañana con el Oscar al mejor film internacional. En los seis episodios que siguen el trabajo de los investigadores y la justicia para resolver el asesinato de la periodista Kim Wall como el fiscal aparece Pilou Asbaek, al que muchos reconocerán como el desaforado Euron Greyjoy de Game of Thrones y por la mencionada Borgen. En esa serie también aparece Soren Malling (The Killing) quien aquí encarna al policía encargado de investigar el crimen. El papel de la madre de la víctima está a cargo de Pernilla August, reconocida actriz sueca que debutó en cine con Fanny y Alexander.
Laura Donnelly en The Nevers
N. T.
Una temporada. Disponible en HBO/HBO Go
Una serie ambientada en la Inglaterra victoriana que aprovecha los recursos del steampunk, un género literario que utiliza los avances industriales de la época para relatar historias fantásticas, The Nevers desborda con misteriosos acontecimientos y de personajes afectados por ellos. Más allá de los costados más intrincados de la serie creada por Josh Whedon –quien abandonó el proyecto en medio de acusaciones de maltratos pasados– lo que se destaca en el programa es el carisma de su protagonista, Laura Donnelly. La actriz irlandesa fue la portentosa Jenny Fraser en Outlander. Aquí es Amalia True, la líder de un grupo de mujeres marginadas que luchan para dejar de serlo o al menos conseguir un poco de paz. La presencia escénica de Donnelly está a la altura de otros reconocidos intérpretes que forman el elenco, como Olivia Williams (Counterpart), James Norton (Mujercitas), Tom Riley (Da Vinci’s Demons), Pip Torrens (The Crown), Nick Frost (Truth Seekers) y Denis O’ Hare (American Horror Story).
Una heroína con ribetes trágicos
P. V. P.
(ee. uu/2021).creador: Brad Ingelsby. elenco: Kate Winslet, Jean Smart, Evan Peters, Guy Pearce, Angourie Rice, Julianne Nicholson, David Denman. disponible en: HBO, los domingos, a las 23 (luego en streaming en HBO Go).
Hay dos grandes protagonistas en la nueva miniserie de HBO para esta temporada 2021. Uno es la pequeña ciudad de Easttown en Pensilvania, en la que está ambientada la acción, un espacio concreto y palpable, modelado por el creador Brad Ingelsby a partir de su pasada experiencia como habitante de la región. Y el otro es la extraordinaria Mare de Kate Winslet, un personaje que escapa a las simplificaciones. Ambos se amalgaman en un retrato complejo de una zona de los Estados Unidos que resulta el termómetro de una juventud de sueños rotos, de profundas desigualdades, pero también el ejemplo de un apego irrenunciable a ese espacio propio por más doloroso que resulte.
Ingelsby recurre a la intriga policial para impulsar el estudio del personaje y el entorno que es verdaderamente lo que le interesa. Entonces conocemos a Mare Sheehan (Winslet) en su tarea como detective de la policía local, excampeona juvenil del equipo de básquet, divorciada y abuela, marcada por un crimen irresuelto. Si bien la condición de policía acompaña a Mare como una herencia familiar, lo que le interesa a Ingelsby es el impacto que esa función social acarrea en su vida privada: el intento de atender a todos los llamados, de salvar todas las vidas, de evitar esas tragedias que presiente inevitables. Y ese fracaso del pasado, al igual que una muerte que regresa en sus recuerdos, convierten su presente en un espiral de desilusiones y abandonos.
Si la serie define su paleta de colores en el primer episodio, con esas casitas grisáceas y los entornos ocres y neblinosos que registra la cámara de Craig Zobel, también decide usar un nuevo crimen como aguijón del relato, una víctima joven que duplica los hechos del pasado, que hace visible el desamparo y la violencia que gravitan en el lugar, que acorrala a Mare en sus propias inseguridades.
Al igual que había deslumbrado en su composición de esa Mildred Pierce creada por James M. Cain, hija del desengaño y la Depresión en aquella serie dirigida por Todd Haynes, aquí Winslet ofrece a Mare aristas que exceden la escritura habitual del policial, cuyos silencios son algo más que la contención del arquetipo, representan el dolor indecible que podemos intuir en su mirada.
Terror y éxtasis en un film muy original
H. F.
Hay dos grandes protagonistas en la nueva miniserie de HBO para esta temporada 2021. Uno es la pequeña ciudad de Easttown en Pensilvania, en la que está ambientada la acción, un espacio concreto y palpable, modelado por el creador Brad Ingelsby a partir de su pasada experiencia como habitante de la región. Y el otro es la extraordinaria Mare de Kate Winslet, un personaje que escapa a las simplificaciones. Ambos se amalgaman en un retrato complejo de una zona de los Estados Unidos que resulta el termómetro de una juventud de sueños rotos, de profundas desigualdades, pero también el ejemplo de un apego irrenunciable a ese espacio propio por más doloroso que resulte.
Ingelsby recurre a la intriga policial para impulsar el estudio del personaje y el entorno que es verdaderamente lo que le interesa. Entonces conocemos a Mare Sheehan (Winslet) en su tarea como detective de la policía local, excampeona juvenil del equipo de básquet, divorciada y abuela, marcada por un crimen irresuelto. Si bien la condición de policía acompaña a Mare como una herencia familiar, lo que le interesa a Ingelsby es el impacto que esa función social acarrea en su vida privada: el intento de atender a todos los llamados, de salvar todas las vidas, de evitar esas tragedias que presiente inevitables. Y ese fracaso del pasado, al igual que una muerte que regresa en sus recuerdos, convierten su presente en un espiral de desilusiones y abandonos.
Si la serie define su paleta de colores en el primer episodio, con esas casitas grisáceas y los entornos ocres y neblinosos que registra la cámara de Craig Zobel, también decide usar un nuevo crimen como aguijón del relato, una víctima joven que duplica los hechos del pasado, que hace visible el desamparo y la violencia que gravitan en el lugar, que acorrala a Mare en sus propias inseguridades.
Al igual que había deslumbrado en su composición de esa Mildred Pierce creada por James M. Cain, hija del desengaño y la Depresión en aquella serie dirigida por Todd Haynes, aquí Winslet ofrece a Mare aristas que exceden la escritura habitual del policial, cuyos silencios son algo más que la contención del arquetipo, representan el dolor indecible que podemos intuir en su mirada.
Terror y éxtasis en un film muy original
H. F.
(gran bretaña/2019). guion y dirección: Rose Glass. fotografía: Ben Fordesman. edición: Mark Towns. elenco: Morfydd Clark, Jennifer Ehle, Lily Frazer. disponible en: Flow.
Maud (Morfydd Clark) es una enfermera que vive en un cuarto despojado, se dedica a brindar cuidados paliativos a enfermos terminales y habla con Dios, una señal no muy buena que se vuelve más alarmante cuando se nos revela que no es una conversación de un solo sentido.
Su nuevo trabajo consiscotidianas te en asistir a una exbailarina y coreógrafa llamada Amanda (Jennifer Ehle) que está muriendo de cáncer. Confinada a una silla de ruedas, la mujer destila una comprensible amargura y parece decidida a pasar sus últimos días envuelta en una bruma de cigarrillos, whisky y rencor.
Tras percibir que Maud es muy religiosa, en un raro momento de sincero interés, Amanda, quien no es creyente, le pregunta por su fe y luego se quiebra cuando le confiesa trata de imaginar sus momentos finales. Maud le asegura que Dios está con ella y no la va a dejar, un pensamiento que parece ofrecer gran consuelo a la moribunda y, recíprocamente, algo aún mayor a la enfermera.
En medio de un éxtasis religioso que no tiene nada que envidiar al de las célebres santas y beatas de Bernini, Maud descubre su lugar en el plan del Dios, que no es otro que salvar el alma de Amanda. A partir de ese momento, la enfermera inicia un proceso de desintegración y autoflagelación, plagado de visiones ominosas. Hasta el último segundo, la película se niega a definir si lo que estamos presenciando es un descenso hacia la locura o el combate singular de una religiosa iluminada contra demonios reales.
La debutante Rose Glass logra, en apenas 84 minutos de metraje, hilvanar un relato que funciona tanto como la exploración del vínculo a la vez erótico y destructivo entre dos personajes rotos, como una inmersión en la conciencia del fanático religioso y como una película de terror pura y dura.
Salvando almas puede verse como una combinación impensada de ¿Qué pasó con Baby Jane?, La pasión de Juana de Arco y El exorcista que, al mismo tiempo, preserva su originalidad. La densidad de ideas y el dedicado trabajo sobre la imagen (potenciado por la excelente fotografía del Ben Fordesman) ubican a esta película muy por delante del pelotón que entiende el terror apenas comogo rey sobresaltos. Glass es unta lento para tener en observación.
Maud (Morfydd Clark) es una enfermera que vive en un cuarto despojado, se dedica a brindar cuidados paliativos a enfermos terminales y habla con Dios, una señal no muy buena que se vuelve más alarmante cuando se nos revela que no es una conversación de un solo sentido.
Su nuevo trabajo consiscotidianas te en asistir a una exbailarina y coreógrafa llamada Amanda (Jennifer Ehle) que está muriendo de cáncer. Confinada a una silla de ruedas, la mujer destila una comprensible amargura y parece decidida a pasar sus últimos días envuelta en una bruma de cigarrillos, whisky y rencor.
Tras percibir que Maud es muy religiosa, en un raro momento de sincero interés, Amanda, quien no es creyente, le pregunta por su fe y luego se quiebra cuando le confiesa trata de imaginar sus momentos finales. Maud le asegura que Dios está con ella y no la va a dejar, un pensamiento que parece ofrecer gran consuelo a la moribunda y, recíprocamente, algo aún mayor a la enfermera.
En medio de un éxtasis religioso que no tiene nada que envidiar al de las célebres santas y beatas de Bernini, Maud descubre su lugar en el plan del Dios, que no es otro que salvar el alma de Amanda. A partir de ese momento, la enfermera inicia un proceso de desintegración y autoflagelación, plagado de visiones ominosas. Hasta el último segundo, la película se niega a definir si lo que estamos presenciando es un descenso hacia la locura o el combate singular de una religiosa iluminada contra demonios reales.
La debutante Rose Glass logra, en apenas 84 minutos de metraje, hilvanar un relato que funciona tanto como la exploración del vínculo a la vez erótico y destructivo entre dos personajes rotos, como una inmersión en la conciencia del fanático religioso y como una película de terror pura y dura.
Salvando almas puede verse como una combinación impensada de ¿Qué pasó con Baby Jane?, La pasión de Juana de Arco y El exorcista que, al mismo tiempo, preserva su originalidad. La densidad de ideas y el dedicado trabajo sobre la imagen (potenciado por la excelente fotografía del Ben Fordesman) ubican a esta película muy por delante del pelotón que entiende el terror apenas comogo rey sobresaltos. Glass es unta lento para tener en observación.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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