lunes, 21 de marzo de 2022

IGNORANTES HASTA EL FINAL


Armas de juguete; guerra sin estrategia
Néstor Scibona
Aunque no utilizó el término en su mensaje de anoche, la inoportuna declaración presidencial de “guerra” contra la inflación endémica arraigada en la Argentina solo oculta la existencia de soldados y armas de juguete, tan antiguas como ineficaces para frenar el avance de los precios.
Menos aún cuando el Gobierno actúa como una especie de armada Brancaleone, sin estrategia ni liderazgo, que corre detrás de los acontecimientos.

No hay nada nuevo bajo el sol, excepto la aprobación contrarreloj por el Congreso de la reestructuración de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que evita un desastre, pero no resuelve el drama de la estanflación y su correlato de mayor pobreza.
Para peor, las metas de ajuste fiscal y monetario (nominales fijas, no con relación al PBI) y de acumulación de reservas, que meses atrás podrían haber mejorado las expectativas económicas, van camino a quedar prematuramente desactualizadas tras la invasión de Putin a Ucrania y su impacto alcista sobre los precios internacionales de energía y alimentos.
Y la proyección de inflación en un rango de 38 a 48% anual dejó de ser creíble para propios y extraños, que esperan un nivel más alto como herramienta de licuación del gasto público en términos reales.
Aunque el entendimiento con el FMI prevé acuerdos de precios y salarios, éstos sólo sirven como complemento, pero no como sustituto de un plan económico que brilla por su ausencia. Ni tampoco con las consabidas amenazas de aplicar la vetusta ley de Abastecimiento.
A falta de ideas, hay un parche específico como la ampliación del fideicomiso para acotar el alza de los precios internos del trigo y la harina, a costa del desaliento del campo, mientras quedó en suspenso -al menos por ahora- la suba de retenciones a la exportación de aceite y harina de soja, que revierte la baja acordada hace dos años con el sector agroexportador y tiene un fin exclusivamente recaudatorio.
Sin un cambio de régimen económico, que en el mejor de los casos podría producirse a fin de 2023 con un nuevo gobierno, la guerra contra la inflación va a seguir siendo interminable para desgracia de los amplios sectores más empobrecidos de la sociedad.
La pérdida de valor del peso, que sufrió la quita de 13 ceros en poco más de 50 años, moldeó en la vida cotidiana una cultura defensiva frente a la convivencia forzada con una inflación de dos dígitos anuales, que ahora se ubica entre las más altas del mundo.
Los comportamientos para cubrirse se han naturalizado con el paso del tiempo, tornan más difícil su reducción y resultan tan extravagantes como inexplicables para cualquier extranjero, proveniente no sólo de países desarrollados sino de buena parte de Latinoamérica:
-Los pesos argentinos se convirtieron de hecho en un vale de compra cuyo poder adquisitivo pierde entre 3 y 5% por mes debido a la alta inflación. Esto induce a desprenderse rápidamente de ellos para adquirir productos antes de que aumenten o refugiarse en el dólar como reserva de valor.
-La aceleración inflacionaria eleva los costos de reposición de stocks y hace que las empresas se cubran de antemano con mayores márgenes en las listas de precios, para no descapitalizarse y acomodarlos luego a la mayor o menor demanda.
-Con una inflación más alta, cada eslabón de la cadena de producción, distribución y comercialización repite el mismo esquema, que se replica en servicios no regulados (plomeros, electricistas, pintores, peluquerías, gimnasios, playas de estacionamiento) según la demanda.
Un malentendido general
-La “ilusión monetaria” todavía hace creer a muchos argentinos que ganan más si reciben más pesos, como si la inflación no carcomiera su valor. Y genera un aprovechamiento político: rara vez los dirigentes sindicales reclaman un plan para bajarla. En cambio, prefieren negociar aumentos nominales de dos dígitos en los salarios (por ejemplo, de 45% anual vs. inflación de 55%) aunque impliquen una caída real, que una mejora de 7% con inflación de 5%.
-Así, los salarios registrados tuvieron en los últimos cuatro años (desde el techo de noviembre de 2017 hasta diciembre de 2021) un deterioro real de -18% en el sector privado y de -22% en el sector público, pese al repunte de la segunda mitad del año último.
En los informales el desplome fue de - 31% real.
-Otro tanto ocurre con las jubilaciones. Según el Iaraf, el haber mínimo (incluyendo bonos por única vez), lleva una pérdida real de 5,3% entre marzo de 2017/18 y fin de 2021.
-La pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones hace que las fruterías estén abandonando el kilo como unidad de medida y muestren precios por 250 gramos para las frutas más caras. En la venta al público de quesos la unidad pasó a ser de 100 g.
-Desde hace tiempo, las heladerías alteran el sistema decimal en sus precios. Un kilo de helado se vende más barato que dos potes de 500 gramos y algo más en cuatro de 250 gramos. Inversamente, a menor cantidad mayor es el precio por kilo; que, además, volvió al nivel histórico de US$10.
-Sólo en la Argentina se explica que grandes cadenas de supermercados ofrezcan todos los fines de semana descuentos selectivos de 25 a 60% por mayor cantidad que, al no ser generalizados, no se reflejan en el índice de precios al consumidor.
-Y también que, en el segmento de consumo masivo, no pocas empresas líderes hayan desarrollado todo un know how de cambios de presentaciones, tamaños de envases y variedades para un mismo producto, al sólo efecto de quedar fuera de los controles tras los perjuicios sufridos por la extensa vigencia de precios máximos desde la cuarentena de marzo de 2020.
-Los congelamientos de precios y tarifas de servicios públicos o los atrasos del tipo de cambio suelen ser pan para hoy y hambre para mañana. Se asemejan a resortes apretados que distorsionan los precios relativos hasta que deben soltarse, recuperan terreno, impactan sobre los costos y así realimentan la inflación.
-Después de 8 meses de congelamiento virtual –fijado por YPF- el precio del litro de nafta volvió a su nivel histórico de un dólar (al tipo de cambio oficial), aunque la suba global del petróleo sugiere ahora que podría elevarse. Más grave es el caso de los subsidios a la energía, ya que se requerirían aumentos tarifarios de tres dígitos sólo para mantenerse en términos reales como están.
-El uso de la moneda estadounidense como referencia hace que también haya inflación en dólares. No sólo en los precios de insumos importados cuyo ingreso tiene trabas por la escasez de reservas, sino también en algunos de los rubros más afectados por el frenazo de la pandemia (prendas de vestir, calzado, hotelería).
-Si bien la Argentina es en general barata en dólares blue para los extranjeros, no lo es tanto al tipo de cambio oficial. Y mucho menos para los trabajadores formales con salarios que en promedio (medidos al dólar CCL), cayeron 72% -de US$1689 a 461- entre noviembre de 2017 y de 2021. Lejanos recuerdos de épocas de dólar barato, que siempre fueron una ilusión efímera y antesala de posteriores crisis.
-A esto se suma que el cepo y la brecha entre el dólar oficial y una decena de tipos de cambio crean un régimen extravagante, que hace difícil determinar el valor de equilibrio del dólar.
-Por desconfianza y ausencia de moneda como reserva de valor, más de 200.000 millones de dólares (casi un tercio del PBI de un año) están atesorados en billetes físicos fuera del circuito económico, ya sea en cajas de seguridad o escondrijos caseros sin invertir en otras opciones; incluso cuando el paralelo subió menos que la inflación en los últimos 12 meses (42%).
Esta cultura defensiva frente a la inflación no podrá modificarse con más de lo que contribuyó a crearla...●

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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