viernes, 1 de abril de 2022

UNA HISTORIA INCREÍBLE


“Salimos 2 y volvimos 6”. Una travesía familiar de 22 años
Herman Zapp y Candelaria Chovet empezaron su aventura alrededor del mundo casi sin querer y, en el camino, llegaron también sus hijos
Cecilia CorradettiLos Zapp en Nordkapp, Noruega. “Lo que nos define como familia es la libertad”, dice Herman

Aquella mañana, 23 de enero de 2000, cuando Herman Zapp y Candelaria Chovet, oriundos de Sierra de la Ventana, se subieron a su Graham-paige modelo 1928 para iniciar su viaje a Alaska, los tildaron de locos, hippies y aventureros.
No era para menos: abandonaban la seguridad para cumplir su sueño. Y lo hacían, para sorpresa de muchos, antes de comenzar a armar su familia. Planearon estar en la ruta alrededor de seis meses: a bordo de un auto que está a punto de cumplir 100 años, que tiene ruedas originales y baúl de madera, pretendían recorrer 15 países. Fijaron como punto de partida el Obelisco porteño, donde unos pocos amigos y familiares fueron a despedirlos. “Es cierto, estábamos locos y lo agradezco porque es mucho más divertido que ser normal. No me alcanzaría la vida para relatar las vivencias que generó aquella decisión de viajar y construir, en ese interín, a la mejor familia del mundo”, reflexiona Herman, de 51 años, nacido en Estados Unidos y criado en la localidad serrana del distrito de Tornquist, provincia de Buenos Aires.
El domingo 13 de marzo, 22 años después de la fecha programada y con cuatro hijos encima, Herman y Candelaria regresaron al Obelisco para poner cierre a su extraordinaria aventura. En total, recorrieron 102 países, en cinco continentes. Además, publicaron tres libros y cuentan con más de 2000 familias amigas repartidas por todo el planeta. Y uno de los datos más curiosos es que regresaron en el mismo auto con el que partieron.
–Herman, ¿cómo pudieron sostenerse económicamente 22 años sin trabajo estable?
–Nos quedamos sin un peso durante la peor crisis del Ecuador e hice trabajar a Cande (ríe). Ella pintaba con acuarelas y yo fabricaba los marcos de los cuadros sin mucha idea. La gente nos compraba y eso nos dio empuje. Luego llevábamos artesanías, postales y libros, de un país a otro y vendíamos. Más tarde promocionamos nuestras propias postales con fotos familiares. Finalmente llegó nuestro primer libro, Atrapa tus sueños, que iniciamos en Costa Rica y fuimos invitados con honores a la feria del libro donde fue presentado.
–Candelaria, ¿cómo se arreglaron con la escuela de los chicos?
–Fue un desafío. No soy maestra y tuve que aprender muchísimo: durante el viaje fui docente, médica, enfermera, peluquera, diplomática… Argentina cuenta con un sistema de educación a distancia y así lo hicimos, rindiendo cada dos meses. Los exámenes siempre llegaron a destino más allá de dónde nos encontráramos. En Mozambique llevé las pruebas al correo, que era una casucha diminuta sin puerta ni ventana, solo con una mesa y un empleado. Pensé que nunca iban a llegar, pero me equivoqué.
–¿Y los embarazos?
–(Ríe) Fueron ambulantes. Iba con la historia clínica al médico y ese informe lo llevaba al país siguiente. Fue una historia clínica en movimiento. Algunas consultas las he pagado con nuestros cuadros, cambiaba ecografías por cuadros y a los médicos les encantaba. Tenía miedo, sobre todo con Pampa, nuestro primer hijo, porque no existía el Whatsapp, ni tenía a mi mamá ni a mis amigas. Solo tenía a Herman, con quien compartíamos las 24 horas y realmente viví embarazos sin estrés porque me sentía feliz. Los dos primeros partos fueron en hospitales y los últimos dos con parteras en casas de familia, con gente que sentí cercana y confié en ella. Fueron nacimientos maravillosos, todos naturales.
–Herman, ¿cuántas veces sufrió desperfectos el auto?
–(Ríe) Muchísimas, porque es viejo y yo no sé nada de mecánica. Pero cada rotura se transformaba en una oportunidad de tener un nuevo amigo mecánico. Muchos de ellos decían: “Vos me tendrías que cobrar a mí por arreglarlo”.
–¿Este es el fin de la travesía?
–Dimos la vuelta al mundo y era nuestro sueño. Es hora de descansar, aunque cuando termina un sueño, seguramente empieza otro.

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