Tanques, sangre y represión en la ciudad: secretos de la última asonada militar
El Regimiento de Patricios, tras el levantamiento carapintada, el 3 de diciembre de 1990
Alberto Kohan, interlocutor con los carapintadas sublevados, relata cómo Menem ordenó aplastar el levantamiento de 1990, que dejó 14 muertos, y 48 horas después jugaba al tenis con Bush
Astrid Pikielny
“A las 3 de la mañana me informan que habían tomado el Edificio Libertador. Entonces, me conecté con el doctor Menem, teníamos línea punto a punto. Fui para Olivos y de ahí salimos para la Casa de Gobierno”, dice el exsecretario general de la Presidencia del gobierno de Carlos Menem, Alberto Kohan, al recordar aquella madrugada de diciembre en la que la democracia estuvo en vilo por una asonada militar. Una más.
El auto atravesó la Costanera a toda velocidad. “Cuando estábamos pasando por el Aeroparque, el Presidente me dice, ‘Alberto, esto hay que terminarlo ya’. Pensé que se estaba refiriendo a la sublevación. No, él estaba pensando en la aeroisla”, recuerda Kohan, 32 años después. Menem pretendía construir un aeropuerto en una isla artificial en el Río de la Plata.
El 3 de diciembre de 1990, después de horas de batalla, se produce la rendición en el Edificio Libertador; al fondo, sentados y descalzos, los carapintadas detenidos
Aquel 3 de diciembre de 1990 la Argentina amaneció con un nuevo levantamiento militar, el primero que enfrentaba Carlos Menem, cinco meses después de su asunción; el cuarto desde la recuperación de la democracia, en 1983.
El líder e ideólogo de la asonada militar era el coronel carapintada Mohamed Alí Seineldín. Nacionalista y ultra católico, el militar estaba preso por desacato en San Martín de los Andes y ese día pensaba ejecutar su fuga. El plan de escape fracasó, pero nada impidió que la operación se realizara: los sublevados tomaron el Edificio Libertador, sede el Estado Mayor Conjunto del Ejército; el Regimiento Patricios, en Palermo; el Batallón de Intendencia 601 de Palomar y la fábrica de tanques Tamse, en Boulogne. También salieron tanques desde Entre Ríos con destino a Buenos Aires.
El Gobierno tenía información de ese plan. Se lo había hecho saber a Menem el secretario de Inteligencia, Hugo Anzorreguy.
Alberto Kohan: "Estaba previsto hasta bombardear el Edificio Libertador"
La fecha elegida no fue azarosa: debía ser a principios de diciembre. A final de mes se realizaba el cambio de destino de los soldados y el 5 diciembre el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush (padre), aterrizaba en la Argentina en visita oficial. Era el primer arribo de un mandatario norteamericano desde que Arturo Frondizi recibió a Dwight Eisenhower, en febrero de 1960.
Fueron 20 horas de enfrentamientos entre leales y rebeldes. Con la democracia en jaque el Presidente no dudó en ordenar la represión y conseguir la rendición incondicional de los sediciosos.
“Cuando llegamos a la Casa de Gobierno ya estábamos en medio de los tiros. Los sublevados llamaron: querían verme a mí. Fui al Edificio Libertador a la madrugada. Había un clima de nerviosismo terrible. Hay medicamentos que a veces se toman para entrar en combate y yo creo que había mucho de eso. Me atendió Gustavo Verdes, un suboficial que estaba con la cara toda pintada. Me acuerdo que gritaba y el chofer que iba conmigo, que era un oficial de la Federal, le dijo que tuviera respeto. Nunca me voy a olvidar. Siempre le agradezco la firmeza con la que se plantó mi chofer aquella madrugada. Me dijeron que querían presentar un petitorio, una serie de requisitos. Les dije que se lo iba a transmitir al Presidente. Y fui a hablar con Menem. Y me dijo: ´No, nada. Absolutamente nada. No se negocia. Hay que terminar con esto’. Se los transmití. Y empezaron los tiroteos. Hubo tiros durante toda la noche y gran parte del día. Muchos salían desde el Ministerio de Defensa, que es enfrente del Edificio Libertador y viceversa”, reconstruye.
El avance de los tanques durante la rebelión carapintada del 3 de diciembre de 1990
En su raid de trasnoche, Kohan también fue al Regimiento de Patricios. Todavía no había amanecido cuando el teniente coronel Hernán Pita, segundo jefe de Patricios, se desplomaba acribillado en defensa del regimiento. El jefe de Operaciones de esa unidad, el mayor Pedernera, también había sido fusilado por los rebeldes. “Para mí lo más terrible fueron las muertes de Pita y de Pedernera. Me dio mucha bronca”, dice el hombre que fue la sombra de Menem, un incondicional desde la primera hora.
En las escalinatas del Edificio Libertador resultaron heridos, entre otros, el periodista Fernando Carnota, de Radio Mitre, y Jorge Grecco, de la revista Somos. Carnota, de 25 años, recibió el disparo de un FAL en la cabeza minutos después de haber salido al aire por radio. Ese disparo lo dejó al borde de la muerte
Seineldín, veterano de Malvinas y exagregado militar en la Panamá de Manuel Antonio Noriega, tenía una buena relación con Menem y su gobierno. Hasta ese momento. “Yo también tenía una relación con él. Era un buen soldado, pero era un hombre equivocado. Tenía mucha experiencia, esa vez equivocó. Y otros se equivocaron con él”, dice Kohan, sentado en el living de su amplia casa en Zona Norte, con vista al Río de la Plata.
La decisión presidencial frente al levantamiento fue tajante: nada de negociaciones. “Menem habló con el jefe de la Fuerza Aérea. Le dijo: ‘A las 5 de la tarde hay que bombardear el Edificio Libertador’. Todas decisiones que tomaba las tomaba solo. Escuchaba a todos y después él tomaba la decisión final. Ordenó que no se negociara, que se terminara con esa historia. La orden era reprimir”.
Buenos Aires se había convertido en un escenario de guerra y se oían estruendos de balas. En las escalinatas del Edificio Libertador resultaron heridos, entre otros, el periodista Fernando Carnota, de Radio Mitre, y Jorge Grecco, de la revista Somos. Carnota, de 25 años, recibió el disparo de un FAL en la cabeza minutos después de haber salido al aire por radio. Ese disparo lo dejó al borde de la muerte.
“Yo, mientras tanto, iba hablando con la delegación de Bush, que estaba en Brasil”, recuerda Kohan. “Me comunicaba con la gente del Servicio Secreto y con el Jefe de Gabinete. Estimo que sus asesores le habrán dicho que era muy peligroso venir, pero Bush quiso venir de todos modos. Eso no lo olvidamos nunca. Siempre hubo un reconocimiento a la decisión de Bush de venir de cualquier manera. Y terminamos teniendo una relación de amistad. Luego estuvimos en los Estados Unidos, estuvimos en la casa de Bush, con la familia de Bush. Estuvimos en Texas también con Bush padre y Bush hijo”, detalla.
A sangre y fuego
Fueron 20 horas de enfrentamientos entre leales y rebeldes. Con la democracia en jaque el Presidente no dudó en ordenar la represión y conseguir la rendición incondicional de los sediciosos.
Martín Balza, el número 2 del Ejército, fue el encargado de recuperar el Regimiento de Patricios con piezas de artillería del regimiento de Ciudadela. Una vez controlada de nuevo la sede de Palermo, Balza se trasladó al Edificio Libertador: un cerco de efectivos había rodeado el lugar. El foco de El Palomar también fue reducido y se impidió el avance de los tanques que llegaban de Entre Ríos.
Quien lideraba a los rebeldes de Boulogne, Jorge Romero Mundani, segundo mejor promedio de la historia del Colegio Militar, se suicidaría luego adentro de uno de los tanques tomados por los sublevados que salieron a la Panamericana con destino a Mercedes. Esa avanzada iba a dejar una de las imágenes más dramáticas del último levantamiento militar en la Argentina: uno de los blindados embistió un colectivo de la línea 60 y mató a cinco civiles.
Carapintadas toman el Edificio Libertador, el 3 de diciembre de 1990
Aquel intento carapintada de subvertir el orden institucional fue también el más sangriento: dejó 14 muertos y decenas de heridos. “Fue el último intento de golpe de Estado que hubo en la Argentina. Menem fue un Presidente que no negoció, que ordenó la represión en el momento que hubo que hacerlo”, destaca Kohan con admiración. “Era un hombre que sabía el poder que tenía y sabía cómo utilizarlo. A veces tratan de hacer comparaciones y no se puede comparar. Era un hombre que le ganó la elección interna a 14 gobernadores justicialistas, incluido el gobernador de la provincia de Buenos Aires y estuvo seis años preso. Tenía poder, tomaba sus propias decisiones y le daba para adelante. Solía decir: ‘El poder no se comparte, ni aún con quién se duerme”.
Bush aterrizó en la Argentina, tal como estaba previsto. Al día siguiente del aplastamiento de la sublevación militar, el presidente de los Estados Unidos y Menem jugaron al tenis en la Quinta de Olivos. Sobre la repisa del living en donde Kohan recibe y se destacan varias fotos: con el papa Juan Pablo II, con Lady Di y, también, la foto de aquel partido de tenis: la esposa de Kohan y el presidente del país más poderoso del mundo, transpirados, después de finalizar un set muy peleado. La relación entre ambos mandatarios, dice Kohan, no fue (solo) protocolar, fue un vínculo personal cálido y genuino. “Las relaciones personales entre los líderes son muy importantes. Menem tenía una buena relación personal con Fidel Castro y no teníamos relaciones diplomáticas”.
Diciembre
Tres semanas después de la derrota carapintada, Menem indultó a los excomandantes de la dictadura más sangrienta de la historia argentina, que habían sido condenados por el Juicio a las Juntas. Además firmó el indulto para los principales líderes de las organizaciones guerrilleras que fueron también protagonistas de los años de plomo. El objetivo de esa decisión era la “pacificación del país, la reconciliación, el mutuo perdón y la unión nacional”.
Resumen del alzamiento carapintada de 1990
Recuerda Kohan: “La sublevación fue un momento muy difícil y la firma de los indultos también. Pero el Presidente tomó las dos decisiones: terminar con la sublevación y firmar los indultos. La única forma de terminar con esa historia de los setenta era indultar a las dos partes. Siempre se lo ha cuestionado a Menem por eso y yo siempre doy la misma respuesta: perdonan los que sufren. Menem estuvo preso en la cárcel de Magdalena durante seis años y no lo dejaron salir para el entierro de su madre. A veces, el que nunca sufrió nada se cree dueño de la venganza, de la revancha. Menem siempre dijo que iba a ser presidente. Siempre. Toda la vida. Estaba preso en Magdalena y decía: ‘Voy a salir de acá y los que me tienen acá van a terminar adentro’, pero no fue revanchista”, describe.
Y Kohan enumera varios casos de la historia para sostener su argumento: “Algunos me dicen: ´Vos querés comparar a Menem con Mandela´. Mandela estuvo 27 años preso y cuando salió no desató una locura en Sudáfrica. El padre de [Michelle] Bachelet murió en la tortura. Dilma Rousseff fue torturada salvajemente. Mujica fue enterrado hasta la cintura durante 10 años en la cárcel de Punta Carretas”.
“A veces tenemos que acostumbrarnos no a olvidar, sí a perdonar. El indulto no perdona la culpa, perdona la pena. Menem hizo traer los restos de Rosas y se terminó la disputa de rosistas y antirrosistas. Como ya dije, perdona el que sufre”, agrega.
Carlos Menem y Alberto Kohan
Aquel hombre entrecano retratado en todas las fotos al lado de Menem, que viajaba con él por todo el mundo, capaz de defender con tesón cada medida gubernamental y decisión política fue el encargado de entregar el documento que disponía el indulto a Roberto Cirilo Perdía, uno de los miembros de mayor peso en la cúpula de Montoneros. Fue en la Casa de Gobierno.
Seineldín recibió la condena de reclusión perpetua y estuvo preso desde 1990 hasta 2003. Antes de la asunción de Néstor Kirchner, el entonces presidente Eduardo Duhalde le concedió el indulto. Murió el 2 septiembre de 2009.
Menem se quedó sin “re-reelección” y entregó, en 1999, los atributos del mando a Fernando de la Rúa que venció en las urnas a Eduardo Duhalde. Alberto Kohan nunca se alejó de Menem. Lo acompañó en un nuevo intento por llegar a la Casa Rosada, en 2003. Estuvo en absoluto desacuerdo con la decisión del riojano de desistir de presentarse en el ballotage al que había llegado con Néstor Kirchner. “Esa decisión, una vez más, la tomó Menem. Y cuando uno pertenece a un movimiento que tiene un jefe, tiene que aceptar las decisiones que toma el jefe”, dice.
Kohan siguió visitando a Menem hasta su muerte. En los últimos tiempos solo hablaban de fútbol: el expresidente, de River; Kohan, de Boca. Y el soldado incondicional de Menem se permite hoy una humorada: “No todos los presidentes son perfectos”.
Alberto KohanTomás
Alberto Kohan, ayer y hoy
Alberto Kohan (1946), de profesión geólogo, nació en San Lorenzo (Santa Fe). Su profesión lo llevó a La Rioja en 1973, en donde conoció a Carlos Menem. Cuando el riojano ganó la gobernación de su provincia fue nombrado como director de Aguas Subterráneas.
Fue un activo participante de la campaña que llevó a Menem a ganar la interna justicialista en 1988, proceso que terminó un año después con la llegada de Menem a la presidencia de la Nación. Durante los dos mandatos del riojano, que se extendieron por más de 10 años, se desempeñó como secretario general de la Presidencia y como ministro de Salud y Acción Social.
Desde que Menem terminó su última presidencia Kohan se retiró de la función pública. Y cuenta que hoy está retirado también de la actividad privada.
En febrero de 2004 casi pierde la pierna izquierda por el disparo accidental de un revolver con el que iba a cazar jabalíes en Río Negro. La bala le destrozó la tibia y el peroné y corrió riesgo de ser amputada. La larga y dolorosa recuperación incluyó la colocación de un artefacto de hierro para estirarle los huesos. Esa pieza está exhibida hoy en su casa.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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