Un ejemplo que nos compromete
Gabriel M. Astarloa Procurador general de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Las acciones humanas valiosas merecen siempre ser resaltadas. Muchas veces también nos pueden servir como modelo y fuente de inspiración. Pero en algunos casos excepcionales ellas nos llegan a conmover con tanta profundidad que nuestra alma se dispone a revisar la propia existencia y brota el compromiso de ser mejores a partir de la interpelación de ese fecundo ejemplo. Esto es lo que suscita el maravilloso testimonio de Esteban Bullrich a partir de haberse conocido la grave enfermedad neurodegenerativa que padece.
Vale decir, en rigor, que mucho antes de esta situación que atraviesa, su reconocida trayectoria pública ya era digna del mayor elogio. En la grave crisis del año 2001 cuando la desintegración social y económica hacía estragos y la representación política tocaba fondo al grito de que se vayan todos, Bullrich decidió comprometerse en la política dejando una exitosa carrera empresarial. Al poco tiempo fue elegido diputado nacional y se desempeñó luego como ministro en las áreas de desarrollo social y educación en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Impulsó la muy valiosa iniciativa del G25, procurando atraer personas con talento del sector privado para despertar su compromiso cívico y político posibilitando su participación en la gestión estatal cuando ello fuese posible. En esos afanes compartidos tuve el gusto de conocerlo y trabajar conjuntamente, lo que me permitió comprobar acabadamente sus muchas virtudes.
Supo siempre armonizar su intensa tarea política con la dedicación a la muy linda familia que conformó con su mujer, María Eugenia Sequeiros. Juntos pudieron superar el duro trance de la grave enfermedad de una de sus hijas, lo que fortaleció tanto la unidad de su familia como su fe cristiana.
A fines de 2015 acompañó al entonces presidente Macri como ministro de Educación y dos años después resultó electo senador nacional venciendo a Cristina Fernández de Kirchner. Ha sido siempre una persona abierta al diálogo, que entabló vínculos de confianza y amistad con toda la dirigencia por encima de las grietas y las divisiones, sin dejar por ello de ser fiel a sus valores y convicciones.
Apenas tuvo el año pasado un diagnóstico médico cierto dio a conocer en una muy sentida carta que padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad hasta hoy incurable y progresiva que paraliza los músculos. Con singular abnegación y compromiso siguió ejerciendo su función legislativa hasta el mes de diciembre cuando decidió renunciar a su banca para dedicarse plenamente a su familia y a la tarea de luchar contra la ELA en beneficio también de otros miles de pacientes que sufren la misma enfermedad. Resuenan todavía en el recinto de la Cámara alta los ecos del sostenido aplauso y la ovación de pie que le brindaron de todas las bancadas.
Desde la fundación que ha constituido recientemente se encuentra abocado a colaborar en la cura, y en la mejora de la calidad de vida de quienes padecen ELA. El evento de recaudación de fondos convocado en el pasado mes de junio para la creación del primer centro especializado en esta problemática en el país fue un encuentro extraordinario que llegó al alma y el corazón de todos los asistentes.
Esteban Bullrich no se da por vencido y sigue luchando no tan solo frente a la temible enfermedad, sino también contribuyendo con su mensaje a la búsqueda de los consensos y la unidad necesaria para que el país pueda tomar el rumbo que nos permita superar la decadencia. Nos propone derribar muros y construir puentes. Acaba de enviar una carta abierta a los jóvenes argentinos, que en gran proporción se sienten frustrados, proponiéndoles renovar su confianza en el futuro del país porque ello depende en verdad de lo que decidamos realizar en el presente.
Nos recuerda que la vida es hoy y que debemos aprovecharla en plenitud, haciendo planes también como si fuésemos a vivir cien años. Su elevada estatura física es apenas un reflejo de su grandeza moral. El espejo de su imagen nos devuelve la clara invitación tanto a dejar de lado mezquindades y egoísmos como también a saber sobreponerse frente a las adversidades y luchar sin desmayo por todo aquello que merece la pena.
La actitud de Esteban Bullrich y el acompañamiento de su familia nos emocionan hasta las lágrimas. Pero eso no puede ser solo un sentimiento pasajero o superficial, sino un compromiso profundo de proponernos ser mejores. No dudo de que ello le dará un nuevo sentido a su ejemplar y patriótica conducta.
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