Despojo, la bipolaridad en escena y con humor del bueno
Un vehículo para el lucimiento de Esther Goris como comediante
Gustavo Lladós
Mauro Francisco, Esther Goris y Fabio Di Tomasso, en Despojo
Autor: Patricia Suárez. Director: Diego Rinaldi. Intérpretes: Esther Goris, Fabio Di Tomaso, Bárbara Velez y Mauro Francisco. Música original: Mauro García Barbe. Escenografía: Hacedores Estudio. Diseño de luces: Martín Gómez Márquez. Vestuario: Vanesa Abramovich. Teatro: Picadilly, Corrientes 1283. Funciones: miércoles, a las 20.30. Duración: 70 minutos.
Como en algún momento sucedió con los síndromes de Asperger y Tourette, hoy la bipolaridad gana terreno en el teatro local. Ya son varias las obras que abordan el tema, en su mayoría a través del género dramático. Desde la semana pasada se sumó al listado Despojo, que lo hace en formato comedia (aunque la trama también incluye dosis de thriller, de policial y hasta ¡de erotismo!). La obra de Patricia Suárez –reconocida autora de libros de prosa y poesía para adultos y niños y de premiadísimas piezas teatrales, como la trilogía Las polacas y La Bámbola– apela al humor para retratar ese tipo de trastorno psicológico en medio de un enredo familiar.
La que carga con esa cruz es Lila –quien también dice llamarse Lilian, Betty o Doris, según haya ingerido su dosis de litio diaria prescripta o no–, la madre de una familia disfuncional, conformada por ella, sus dos hijos, Boris y Ariel, y el recuerdo omnipresente del esposo que habría muerto en un accidente automovilístico, 30 años atrás. A ese entorno se sumará, promediando la acción, la novia de uno de ellos, Ana, quien en realidad está enamorada del otro, y a la que la dueña de casa no mira con buenos ojos (¿por motivos incestuosos?). Todos intentarán persuadirla de que no se deshaga de los bienes más preciados de la familia, los que día a día reparte entre los “menesterosos” del barrio.
Pero Lila no es por padecer esta enfermedad necesariamente una víctima, ni la mejor persona del grupo. Es la que trama los conflictos, la que oculta lo ocurrido en el pasado para manipular, a su favor, a todo su entorno. Semejante desequilibrio no se debería a la enfermedad de base que padece sino al suicidio de su psiquiatra, el eximio Dr. Rausch, quien la habría dejado en la mayor de las orfandades terapéuticas y afectivas. Aunque otra de las claves de su delicado estado mental se podría encontrar en medio de uno de sus chistes de humor negro, cuando asegura que a su madre la mataron los nazis y a su padre lo metieron en un barco y no lo volvió a ver jamás.
Construida a base de escenas cortas, ágiles y sumamente graciosas, separadas por diferentes temas musicales (muy a lo José María Muscari), Despojo se constituye en un vehículo ideal para que Esther Goris demuestre su (hasta ahora desconocida) capacidad enorme para la comedia. Se adueña de la escena con aplomo y seguridad, le saca partido a cada una de sus latiguillos y reparte generosamente el juego entre sus compañeros –Fabio Di Tomaso, Mauro Francisco y Bárbara Vélez–, que, dirigidos con mano segura por Diego Rinaldi, la secundan muy bien.
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