La gran estafa educativa
Se necesitan estrategias pedagógicas adecuadas para superar los estragos de políticas que llevaron a las escuelas a profundizar las desigualdades
“La pandemia destapó la olla de la estafa educativa y los padres se dieron cuenta de que sus hijos no sabían leer ni escribir”, afirma la investigadora Ana María Borzone
“Se dan cuenta de que no aprenden, no son tontos los chicos”, afirma la investigadora del Conicet Ana María Borzone. Lamentablemente, reconoce también que la escuela de hoy solo consolida el círculo de la pobreza y profundiza las desigualdades. La escuela no está contribuyendo a cerrar esa brecha cuando solo el 14% de los estudiantes pobres rinden bien en la secundaria.
En el contexto del proyecto Hambre de Futuro, la especialista en alfabetización compartió detalles del programa Queremos Aprender, que llevan adelante en Mendoza junto con la ONG Misiones Rurales Argentinas. La propuesta contempla la alfabetización desde el jardín de infantes, a partir de los tres años, que es lo que en el mundo se propone para países con tanta pobreza como el nuestro. Si no hay dificultades específicas, bastan cuatro meses para que un niño de primer grado pueda leer y escribir palabras, explica. Los errores metodológicos son los responsables de los retrasos en los aprendizajes, una materia que las autoridades desconocen y que posterga la capacitación de los docentes para los mejores abordajes. Por ejemplo, insiste en el valor de la letra cursiva en términos neurológicos, que la ubican por encima de la de imprenta, y critica duramente que no se mantenga el tipo de letra elegido, sino que se pretenda cambiarlo sobre la marcha.
“La pandemia destapó la olla de la estafa educativa –afirma– y los padres se dieron cuenta de que sus hijos no sabían leer ni escribir”.
La ONG Argentinos por la Educación reportó que solo 16 de cada 100 estudiantes que comienzan la primaria terminan en el tiempo esperado y con los conocimientos suficientes el nivel medio. Las situaciones se vuelven más críticas en el interior, pero no son mucho mejores en el conurbano. “No sirve decir que todo está bien, porque nadie nos va a creer”, admitía el gobernador Axel Kicillof días atrás en la presentación de un programa de mejoras que conforman 150 centros socioeducativos en los 16 distritos más vulnerables, con 1000 cargos docentes nuevos y 4000 módulos de nivel secundario. Una inversión de 580 millones de pesos.
En Educar 2050 señalan que la gravedad de la situación educativa es similar a la de la inflación y la pobreza. Podríamos agregar que esta continuará siendo cuna de esos y otros males a futuro si no la revertimos. Así lo confirma un estudio que reveló que solo cuatro de cada diez universitarios pueden entender lo que leen. No esbajandolavaraparaquepromocionen todos ni suprimiendo la repitencia o los boletines como podremos resolver la raíz del acuciante problema.
La sociedad tiene que exigir que se protejan las valiosas evaluaciones de cualquier uso político. El despertar de la reacción social en tiempos de pandemia permite anticipar que los temas de política educativa tendrán, como merecen, protagonismo en la próxima campaña electoral.
La incumplida ley de educación nacional, de 2006, fijó los objetivos del secundario: formar ciudadanos, para el trabajo y para seguir estudios superiores. Optimizar recursos en esa dirección es clave. Bien señalaba el exministro Juan José Llach que hace 12 años se legisló que la inversión en educación debía ser del 6% del PBI y que, en ese tiempo, solo una vez se cumplió con ese mandato legal.
Los especialistas hablan de estrategias pedagógicas y de acompañamiento integral como ingredientes fundamentales del aprendizaje. En las aulas se quiere imponer el lenguaje inclusivo mientras en la realidad educativa impera la exclusión. Eslóganes, promesas, discursos populistas, viajes de egresados pagos para quienes poco aprendieron y alumnos que no saben leer capturados en fotos de campaña con sus netbooks profundizan el abismo que nos separa del futuro que deseamos para nuestro país. Una estructura sindical docente colonizada por perniciosas ideologías, aulas abonadas con adoctrinamiento en las que se cultivan afanosamente analfabetos funcionales es lo que tenemos que combatir desde las urnas. Las propuestas que puedan acercar los candidatos cobran inusitado peso a la hora de pensar en consensuar estrategias de largo plazo que nos sacudan de encima esta crisis. La peor. La educativa. Sin educación no hay futuro.
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