sábado, 28 de enero de 2023

VAMOS AL TEATRO


Una comedia para el lucimiento de sus dos intérpretes
Juan Carlos Fontana
Autor: Julio Mauricio. dirección: Osvaldo Laport. intérpretes: Arnaldo André y Miriam Lanzoni. teatro: Broadway, Corrientes 1155. funciones: viernes, a las 21.30; sábados, a las 21 y domingos, a las 20. entradas: desde $4.480.- por www. ticketek.com.ar
Es sábado a la noche y la extensa fila de público para ingresar al teatro Broadway llega hasta la calle Libertad. Chicas y chicos jóvenes, junto a señoras mayores, madres, abuelas. Señores junto a sus esposas y también amigas de unos cuarenta y pico. La mayoría viene a verlo a él, Arnaldo André (una estupenda nota de Alejandro Cruz en este diario, días atrás, detalla los años de galán de este intérprete), que a sus 20 años lo eligió Daniel Tinayre para que acompañara a Mirtha Legrand, en la obra 40 kilates, que se estrenó en el viejo teatro ya desaparecido, hoy librería, Grand Splendid.
Lo primero que llama la atención al ingresar a la inmensa sala del Broadway, es que su extenso escenario, que hace varios años fue remodelado para ver Stravaganza, el espectáculo de Flavio Mendoza, hoy luzca prácticamente despojado. Sólo dos veladores iluminan una cama de dos plazas, con una mesita de luz y una mesa con dos sillas. Estos mínimos elementos más propios del teatro independiente, parecen no encajar muy bien en una propuesta de teatro comercial. Pero todo tiene un por qué. El público no parece percatarse de estos detalles. Es sábado, el clima es de fiesta y la espera se ameniza gatillando los celulares para tomarse fotos.
Lo último que hizo André en un escenario fue la comedia Mentiras inteligentes pero en teatro también frecuentó autores de los llamados “más serios”: Eugene O’Neill, Jean Cocteau y Noel Coward. Esta vez lo acompaña en escena Miriam Lanzoni, que paseó sus cualidades interpretativas en la tele, en Esa mujer, Dulce amor, Señores papis y se lució en México, en el clásico azteca El señor de los cielos (Netflix). André y Lanzoni son los únicos protagonistas de esta pieza que Julio Mauricio escribió en 1982 y la protagonizaron Mirta Busnelli y Rudy Chernicoff. Luego, en 1985, la interpretaron Leonor Manso y Carlos Carella, dirigidos por Héctor Tealdi. Años después, Manso la dirigiría en Mar del Plata con Linda Peretz y Ulises Dumont.
El enganche es un título sugestivo y una pieza ideal para llevar en La valija, parafraseando otra obra de éxito del mismo autor, que se hizo famosa porque en cine, la dirigió Enrique Carreras, con Luis Sandrini y Malvina Pastorino.
La obra, en sí, aborda un tema de dos típicos perdedores argentinos, por lo que nunca pierde vigencia. Ella es una prostituta que de día lava ropa para afuera y de noche “levanta” señores, los que puede, porque ya no es tan joven, en las paradas de colectivos. Él es un agente inmobiliario, que patea la calle con tal de concretar una venta, algo que le resulta esquivo. Una noche, cuando la soledad se vuelve una mala compañía, coinciden en ir a un hotel alojamiento. Lo que sucede allí es una serie de inconvenientes, por lo que nunca llegan a consumar el deseo sexual, pero dejarán al desnudo una serie de vicisitudes, a las que el público seguirá atentamente y los hará sonreír, se emocionarán o provocará que contengan la respiración para escuchar cuál va a ser la respuesta de ella a él, o de él a ella. En el medio, como todavía en aquellos años, los 80 todavía estaba el eco de gobiernos militares, Mauricio incluye una situación que puede llegar a comprometer a ambos, una requisa policial, lo que despierta en ambos inusitadas situaciones de ternura, comprensión, o de cariño y temores compartidos.
La dirección de Osvaldo Laport, se jugó a pleno y decidió que la pieza se presentara en un escenario despojado. De esta manera y sin distracciones superfluas, las voces y la gama de sentimientos por los que atraviesan los intérpretes, hacen vibrar al público en la platea. Lo cierto es que Lanzoni y André apuestan sus fichas y lo hacen con una sutileza y química tan encantadora, que se meten a los espectadores en el bolsillo. Quizá por eso cuando en el nutrido aplauso final, Lanzoni le pide al público que se ponga de pie y vuelva a batir palmas para la foto, todos aceptan con sonrisas y luego se retiran, quizá, con la sensación de haber compartido un rato de sus vidas con dos personajes con muchas penas y sin gloria, pero tan cálidos que podrían ser amigos de cualquier espectador, o espectadora

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