Alerta roja: la jugada maestra del Gobierno
— por Carlos M. Reymundo Roberts
Hay que decirlo otra vez: que el bosque no nos tape el árbol. Bosque es Massita, que, muy winner, promete acercarnos a una inflación del 3% y cumple: en enero fue 6%, es decir, dos veces 3. Me encanta la sintonía del superministro con su segundo: Massita pronosticó ese índice para fines del primer trimestre, y Rubinstein, para fin de año. Nueve meses es la diferencia entre un economista y un influencer que muere por ser candidato.
Bosque es el acampe en la 9 de Julio, con carpas, sombrillas y catering. Extrañas imágenes: aprontes de rebelión y cultura de playa; en todo caso, dura zambullida en un asfalto a 45 grados: a esa pobre gente la quieren dejar sin planes, perversidad planeada en el plan de ajuste del FMI. ¿Silencio cómplice de Cristina ante el avasallamiento de derechos adquiridos? No. Está proscripta.
Bosque es, por supuesto, el adelanto del Carnaval que nos regaló en su reunión de anteayer el Frente de Todos. Las comparsas de las tres líneas fundadoras brindaron un espectáculo pletórico de afiches y pasacalles, de máscaras y mascarones, también de catering (bondiola braseada, brownies, altos vinos); ya se ve que al peronismo se le está haciendo cuesta arriba pensar con la panza vacía. Siempre se habló de la conformación de una “mesa política”, y fue eso, una mesa, muy bien servida. Si la cosa empezó a las 8 de la noche y había buena propuesta gastronómica, es obvio que a la política no pensaban dedicarle un minuto. Gran decisión: nadie discute una candidatura presidencial clavándose un sándwich y buscándole el fondo a una copa de malbec. Acertaron además con la fecha, sospecho que de casualidad. Carnaval significaba originalmente, antes de los pomos y de Río, “despedida de la carne”, que no se comería en los 40 días siguientes: la Cuaresma cristiana, que concluye en la Pascua. En realidad, bajo el reinado de Massita la carne se ha puesto tan cara que todos nos estamos despidiendo de ella. Algunos dudan entre cambiar el auto, salir de vacaciones o comer un asado.
En cambio, el FDT la pifió mal al convocar a tanta gente: 35 personas es muchísimo si se trata de simular una negociación, y 35 peronistas es una multitud incontrolable. Tipos que se detestan, por otra parte. Los kirchneristas llevaron a Máximo, a Wado, a Larroque, tres mosqueteros concentrados desde hace tiempo en convencernos de que Alberto es un error de la biología; adentro y afuera de la sede del PJ, La Cámpora militó la proscripción de Cristina, causa a la que estoy por sumarme: la señora no puede hacer campaña cuando tres jueces acaban de decir que se robó medio país. Los albertistas llevaron al Presidente y a Cafierito, para asegurarse de que el cónclave se diluyera en un mar de contradicciones e intrascendencias. Los massistas apostaron por Massita, que llegó con una máscara de Houdini y se fue cuando alguien levantó un afiche que decía “6%”. Gobernadores, intendentes y sindicalistas, invitados para completar el corsódromo, también hicieron su apuesta: la bondiola.
Reconozco: ese fue un flor de bosque, pero que no nos tape el árbol.
El árbol, aclaro, no es Agustín Rossi, premiado con la Jefatura de Gabinete después de su exitosa militarización de los servicios de inteligencia. Tampoco es Lucas Ghi, intendente de Morón, que este año ya contrató “servicios de catering” por más de 2 millones de pesos: es el único funcionario abocado a combatir el hambre. Mucho menos árbol es Roberto Gambuzza, gerente de la TV Pública que cobra un sueldo de 826.500 pesos sin necesidad de ofrecer contraprestación: no trabaja de gerente, nunca fue al canal, nadie allí lo conoce. Fue distinguido con ese cargo y ese salario después de haber asesorado en temas de comunicación a Fabiola Yañez, la primera dama, que quedó incomunicada tras la fiestita de cumpleaños en Olivos.
Se acabó el suspenso: el árbol es, the tree is… ¡Antonio Aracre! Flamante jefe de asesores del Presidente, AA es un fenómeno. Primero, por animarse a asesorar al profesor. Segundo, por definirse como “progresista” después de ser CEO para América Latina, durante los últimos 12 años, de Syngenta, la poderosa multinacional de las semillas; trabajó ahí casi cuatro décadas: ¡lo incómodo que se habrá sentido! Tercero: ofreció sus servicios a Rodríguez Larreta y a Alberto, lo que habla de una vocación de servir, sin importar a quién. Cuarto: reivindicó la “ampliación de derechos que siempre caracterizó al peronismo”, al que, me dicen sus amigos, jamás votó. Quinto, y lo más importante: en una deliciosa entrevista que le hizo Cecilia Devanna AA propuso crear nuevos impuestos; gracias, Antonito, por este aporte de ideas audaces, ingeniosas, pensadas por el pueblo y para el pueblo.
Un CEO pegado al Presidente, que había denostado al gobierno de los CEO. Querer parecerse a Macri: qué jugada maestra. Tremendo árbol este Aracre. Una picardía que llegue justo ahora, en el otoño del Frente de Todos
El intendente de Morón, Lucas Ghi, es el único funcionario abocado a la lucha contra el hambre
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