TECNOLOGÍA

Tiempos efímeros
El mundo online siempre deja alguna miga digital para seguir los rastros de esa persona que queremos conocer más, sea por cuestiones profesionales o personales. El buscador web de Google fue uno de los primeros en poner esta tentación al alcance de todos. ¿Cómo lo ven a uno desde la web?

Luego llegaron las redes sociales. Fotos por aquí, un video por allá, y el archivo personal pronto se convirtió en un registro virtual, muchas veces público. En Facebook existen combinaciones de seguridad para delimitar el alcance de los contenidos publicados. En Twitter se pueden bloquear las publicaciones. Lo mismo ocurre con Instagram. La red de contactos profesionales Linkedin aprovecha esta veta, y permite saber quiénes vieron nuestro perfil. No faltan los despistados que caen en estos espacios virtuales en plan de after office. Pero en plan de levante existen aplicaciones Tinder o Happen. Algunos presumen ser ninjas virtuales indetectables. Stalkers, bah. Es, sin embargo, una actividad no exenta de incómodos tropiezos, como un toque accidental en un Me gusta de un perfil en Facebook, o un corazón en una publicación en Twitter.
G. T.

OTRO SI
Mi novio dice que es muy invasivo. Mis padres, que son muy cortos. Mis amigas, que reina el aquí y ahora. Las marcas, que no dura nada.
La verdad es que Snapchat no nació para conformarnos, sino más bien para sacarnos del letargo social de Facebook, la ironía superestudiada de Twitter y la comodidad artística de Instagram.
Antes de seguir esta nota debo admitir que me tiene loca. Nuestra historia ha sido la de esos candidatos que tus amigas te quieren presentar y de los cuales reniegas porque estás vieja para esto o porque es una cosa más en tu vida que te quita el tiempo, ¡que hoy ya es nada!
Loca, entusiasmada, interesada, curiosa y expectante. Un enamoramiento con una aplicación que te permite hacer videos de 10 segundos y que sólo vivirán 24 horas en tu historial. Ustedes se preguntarán, ¿cuánto durará? Lo cierto es que desde su nacimiento, como un servicio de mensajería, hasta la actualidad como la red social del momento han pasado cuatro años, dos intentos de compra por parte de Google y Facebook y más de 400 millones de usuarios activos.
Es la aplicación favorita de los sub 23 y el debe estar de las marcas -y no sólo de moda- para captar nuevos públicos. Pero, ¿qué tiene de distinta esta a todas las redes sociales donde ya estamos? La más importante: ¡el contenido desaparece! Sí, es lo efímero en su máxima expresión. Por eso, la gente comparte su vida más cotidiana y una selfie sin filtros previos de luz. Además, la interacción es privada, sólo el usuario sabe quién mira sus snapchats, los comentarios y las capturas de pantalla que genera.
Un conjunto de ingredientes que invitan a los usuarios a mostrarse tal cual son en sus actividades de todos los días, que delatan a los fakes: sólo pueden subirse fotos tomadas desde la aplicación y que exige estar con el teléfono en alerta por si algo snapcheable pasa.
Relajarnos estéticamente, vivir la espontaneidad al 100% y compartirlo sin esperar likes a cambio suena tentador y liberador para un +25.
Las reglas cambian cuando hablamos de Snapchat, la plataforma que se transformó en algo más que un chat efímero. Es una red visual que en un primer contacto se presenta sin un claro registro cronológico. Todo está disponible por segundos si es un intercambio personal, y por 24 horas si decidimos publicarlo en la historia personal. A diferencia de Facebook (están los padres y familiares), Twitter (los tuits se volvieron agresivos y aburridos) e Instagram (todo es demasiado perfecto y delicioso), en Snapchat se puede saber quiénes vieron las publicaciones, y si alguien quiso inmortalizar ese instante con una captura de pantalla. No hay que pedir permiso ni ser sigiloso. Tal vez, al principio entusiasme, aburra y vuelva a enganchar. Y así, la rueda empieza a girar en Snapchat, una y otra vez, con ese fisgoneo virtual despreocupado.