domingo, 8 de mayo de 2016
ENAMORADO DE ESOS SONIDOS; THE BEATLES Y ALGUIEN MÁS...
Empecé a escuchar a los Beatles a los 8 o 9 años, en un viejo Winco blanco que me regalaron mis padres. Salvo uno de María Elena Walsh, mis primeros seis o siete discos fueron todos de ellos, porque después de escuchar Help, LP que inauguró mi discoteca y aún conservo un poco ajado, ya no pude parar. Mi tío materno, que amaba el jazz y en especial al pianista Teddy Wilson, me regaló por entonces, en una inspirada seguidilla, A Hard Day's Night, For Sale, Rubber Soul y Sargent Pepper's. La púa del Winco los gastaba a todos en forma pareja.
Al principio, fueron ellos cuatro y su música. Sólo con el tiempo empecé a distinguir, detrás de la banda, a otros personajes que de algún modo también fueron parte de uno de los fenómenos musicales más maravillosos del siglo XX. Primero, a Brian Epstein, el hombre que los descubrió y los llevó a la gloria, de vida trágica y corta. Después, o acaso detrás, se recortó para mí el perfil de un hombre flemático que, en su seriedad y concentración, parecía la contracara del desparpajo de los cuatro jóvenes de Liverpool. Pero no fue una foto lo que me hizo reparar en él. Curiosamente, la figura de George Martin se me impuso cuando un gran amigo -que ya por entonces, en nuestra adolescencia, era experto en los Beatles- me comentó mientras sonaba el segmento instrumental de "In My Life": "Ese solo de piano lo toca George Martin".
Fue entonces cuando integré a ese caballero inglés rubio y atildado a la música del cuarteto. Pronto supe que la mano de Martin había estado presente desde los primeros discos, incluso en la forma que adoptó "Please Please Me", el primer tema que, en enero de 1963, llevó a los Fab Four al tope de los charts.
Esa mano estaba en los arreglos de casi todas las canciones, pero sólo afloraba a la superficie en algunos pasajes de ciertos temas, como en el solo de trompeta de "Penny Lane", el arreglo para cuerdas de "Yesterday" o la densa orquestación de "A Day in the Life". Martin era un hombre de lápiz y partitura, con un oído y una cabeza capaz de dar a cada botón de la consola el nivel justo, pero a mí me gustaba imaginarlo mientras hacía ese solo de piano con resonancias bachianas en "In My Life", dándose el gusto de tocar con John, Paul, George y Ringo. Ahí sí era el quinto Beatle, como algunos lo llamaron.
Desde el principio, yo lo tuve como un complemento perfecto de la banda. Si los Beatles parecían provocativos y anárquicos, Martín era una suerte de tío mayor que ayudaba a encauzar tanta energía. A las patillas y las melenas, oponía el pelo corto y la corbata. Representaba el rigor y la formación clásica poniéndose al servicio de aquellos diamantes en bruto que a principios de los 60 le trajo Brian Epstein.
Los Beatles eran por entonces una incipiente usina creativa bendecida por el genio, la alborada de algo nuevo en la música y en la cultura, y a Martin le tocó el privilegio de ser el fino artesano que ayudó a dar forma final a su arte y, por extensión, a su popularidad. Para hacerlo, se puso a su servicio. Me gusta pensarlo como una figura tutelar que se rindió ante el talento que un día tocó a su puerta.
Al encontrarse con esos cuatro muchachos, imagino, Martin se habrá deslumbrado tanto como antes lo había hecho Epstein. Habrá reconocido que estaba ante algo extraordinario. Los Beatles aprendieron enseguida a respetarlo. Durante las primeras sesiones en Abbey Road, a mediados de 1962, Martin le propuso a Lennon que tocara la armónica que aporta un toque de blues en "Love Me Do", primer simple del grupo. En "Please Please Me", tema originalmente lento de John, agilizó el tiempo. "De pronto se produjo ese veloz espíritu Beatle", recuerda Paul en su biografía. En un universo de posibilidades infinitas, que los cuatro Beatles se hayan encontrado parece un milagro. Pero los dioses no se contentaron con eso y reunieron al grupo con Epstein y con Martin. A veces todo encaja como debe ser.
Hay destinos extraños, y el de George Martin, que murió el miércoles a los 90 años, es uno de ellos. ¿Fue testigo o protagonista? Su vida profesional no empezó ni terminó con los Beatles, pero sin duda esos años mágicos eclipsaron todo lo demás. Tal vez no haya sido un protagonista con todas la letras, pero sin duda fue mucho más que un testigo.
Supo interpretar y amalgamar las ideas musicales de los Beatles, que sin él habrían sonado distinto. Y lo hizo con tanto arte y tanta discreción que su presencia no se nota. En ese sentido, fue uno más de ellos. Un Beatle metódico y laborioso que, después de grabar "For No One" o "Lovely Rita", volvía a su casa a cenar con su esposa tras otra jornada de trabajo.
H. M. G.
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