miércoles, 11 de mayo de 2016

REVOLUCIÓN EN EL AVISPERO


El clima económico desmejoró con los ajustes de tarifas y su impacto en la inflación, pero además por el timing y los sobrentendidos oficiales


Mauricio Macri comenzó a pagar los costos de su política económica de "dos velocidades" y de haber blanqueado tardíamente la herencia recibida del kirchnerismo para apostar a la mejora de expectativas que produjo en diciembre el cambio de gobierno. Cinco meses después, ingresa a una etapa en la que muchas medidas tardarán en mostrar resultados, mientras sus efectos inmediatos no se corresponden con las expectativas creadas. Esto lo obliga a prometer para más adelante logros que suponía más cercanos.Y lo expone a prematuras presiones de una amnésica oposición peronista (sindicalistas y legisladores), como ocurre con la ley antidespidos.
Algunos errores del Gobierno tampoco ayudan a mejorar el clima económico. Uno es dar por sobrentendidos muchos de los problemas heredados y los efectos de las medidas para corregirlos. Otro es la coordinación y el timing de esas decisiones.



Por caso, Macri asumió prometiendo que bajaría gradualmente la inflación. Pero sólo dejó implícito que antes debía desactivar las dos principales fuentes de inflación reprimida que dejó la gestión K: el insostenible atraso cambiario agravado por las retenciones y el atraso tarifario que dio lugar a los también insostenibles subsidios a la energía y el transporte. Así, la combinación de medidas de shock (devaluación, fin del cepo, de retenciones, de trabas al comercio exterior, etc.) y de gradualismo fiscal (que en lo inmediato se limitan a la reducción parcial de subsidios vía aumentos de tarifas), hicieron que la inflación se disparara en estos meses y en abril fuera la más alta de los últimos 14 años (en torno de 7% mensual).
Buena parte de este salto inflacionario se explica en los ajustes de tarifas de gas, transporte y agua que el gobierno dispuso simultáneamente; quizá para disimularlos en medio de las favorables expectativas generadas por el fin del default y la vuelta al financiamiento externo. Sin embargo, al cabo del primer cuatrimestre la inflación ya se ubica casi en 20%; o sea en el rango inferior del objetivo oficial anunciado en enero para todo 2016 (20/25% anual). En mayo se suman los aumentos del 10% en naftas y gasoil, de hasta 60% en cigarrillos (por suba de impuestos) y de 192% en el abono de telefonía fija (de $ 16 a $ 46). Y en junio habrá que agregar el incremento de 66% en subtes (a $ 7,50) y el ajuste pendiente de 15% en prepagas (más otro 5% en julio).



En su último informe, FIEL sostiene que anunciar "malas noticias" cada mes no ayuda a estabilizar la economía. También agrega que el optimismo oficial en materia de inflación contrasta con aumentos salariales en paritarias que superan a los sugeridos por el gobierno a comienzos de año. De hecho, los últimos acuerdos se ubican en un rango de 30/40% anual, según los gremios. Y van en función de la mayoría de las estimaciones privadas de inflación, que apuntan a una tasa de 34/38%; entre siete y 11 puntos más que en 2015. La contracara es la licuación de salarios en los sectores que todavía no cerraron la negociación. Y más aún de los ingresos de trabajadores en negro, autónomos o cuentapropistas no comprendidos en paritarias, ni alcanzados por planes ni tarifas sociales.
Para FIEL, sólo con mayores precisiones sobre la política fiscal y mayor consistencia en las políticas del gobierno podría reducirse la incertidumbre. Sin embargo, hasta ahora la principal herramienta para frenar presiones inflacionarias sigue siendo la alta tasa de interés fijada por el BCRA, con su efecto contractivo sobre el consumo y la actividad económica. De ahí que, ante las presiones para bajarla surgidas del propio gobierno, el BCRA haya accedido a una reducción simbólica (de 38 a 37,5% anual para las Lebac a 35 días), que espera continuar en las próximas semanas.



Otra derivación de esta política monetaria es un dólar "planchado" en torno de los $ 14,50, que en el corto plazo difícilmente repunte por la mayor oferta estacional de agro-dólares y el ingreso de capitales financieros. Esto obligó al BCRA a elevar los límites de compra de 2 a 5 millones de dólares diarios para estimular la demanda. No obstante, la mayor inflación de estos meses provoca un deterioro del tipo de cambio real que preocupa a los exportadores, ya que amenaza con diluir el impacto de la devaluación de diciembre, a menos que se desacelere en la segunda mitad del año (a 1,5% mensual en septiembre, como prevé el BCRA). Para fin de diciembre varias consultoras un dólar entre $ 16,25 (Bein), $ 16,50 (Broda) y $ 17 (Kiguel).
A fin de contener las expectativas inflacionarias, el Gobierno confirmó que este año habrá menos emisión y más deuda para financiar el déficit fiscal.
Por su parte, Macri en persona se encargó de asegurar que los aumentos de tarifas y combustibles ya en vigor serán los últimos de este año. Esta afirmación deja abiertas algunas dudas. Como el precio de las naftas y el gasoil se ajusta en función del dólar, cabe suponer que, con una cotización de $ 16/17 a fin de año, quedaría pendiente una suba del orden de 14% que se trasladaría a 2017. Algo similar ocurriría con la electricidad, ya que el incremento de febrero fue a cuenta de una revisión tarifaria integral a concretarse en el último tramo de 2016.



De todas formas, que el propio Presidente deba ocuparse de esas aclaraciones revela un inexplicable déficit de comunicación oficial. Sólo los incrementos en las tarifas de electricidad y transporte fueron explicados en su momento a través de conferencias de prensa abiertas, con menor o mayor fortuna. Pero los demás (gas y agua) se difundieron través de complejas resoluciones publicadas en el Boletín Oficial, al mejor estilo kirchnerista. O bien mediante escuetos comunicados (combustibles y cigarrillos) difundidos horas antes del domingo 1° de mayo. También aquí se dieron por sobreentendidas las causas y efectos de las medidas. Y se perdió la oportunidad de remarcar que son consecuencia de políticas adoptadas durante el gobierno de Cristina Kirchner (congelamiento tarifario, precio sostén del petróleo más alto que el internacional, etc.).



No sólo eso. En el caso de la energía eléctrica, colectivos y trenes, los ajustes porcentuales de tres dígitos en las tarifas pueden hacer suponer erróneamente que han permitido eliminar o reducir fuertemente los subsidios estatales. Sin embargo, los que aún subsisten (más la tarifa social) equivalen en 2016 a 3% del PBI. Y a raíz de la devaluación, la suba de combustibles, los aumentos salariales o la mayor inflación, según el caso, en términos nominales suman en pesos un monto algo más alto que el de 2015. Todo un desafío para el Presupuesto 2017, si se buscan evitar los dibujos 

N. O. S. 

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