El Muro de Berlín lleva tanto tiempo derribado como el que estuvo en pie
Pasaron 10.316 días pero la idea de construir muros permanece vigente. Cuáles fueron las transformaciones del antiguo bloque oriental
"En 1983, mis padres cruzaron el Muro de Berlín con dos chicos al hombro y otro (yo) en camino para llegar accidentalmente a Canadá. Es bueno que el muro sea hoy una curiosidad histórica y un sitio de recogimiento antes que una barrera entre el control y la libertad", escribió en Twitter Mark Kersten el lunes 5. Kersten citaba un tuit mucho más popular que impactó en la red social. El domingo, un tal Milos Vojinovic, de apenas 394 seguidores, subió a Twitter un mapa político de la ciudad de Berlín con la silueta del muro surcándolo como una ominosa serpiente roja. Y escribió: "El Muro de Berlín estuvo en pie por 10.316 días y mañana se cumplirán 10.316 días desde que se fue". La repercusión del dato, tan evidente como impactante, fue formidable. El desconocido Vojinovic obtuvo 57 mil retuits y 130 mil favs en pocas horas.
Veintiocho años, dos meses y veintiséis días. Esa es la cantidad de tiempo que el Muro de Berlín duró entre su construcción, pasada la medianoche del 13 de agosto de 1961, y su caída definitiva, el 9 de noviembre de 1989. Y esa es la misma cantidad de tiempo que lleva la originalmente llamada "Barrera de protección antifascista" perdiéndose en el espejo retrovisor de la historia aunque su carga simbólica acaso nos acompañe siempre. Berlín es una sola y la guerra fría un fetiche de la cultura vintage con el fenómeno de la Ostalgie (nostalgia del este) desparramado en películas (Good bye Lenin) y hasta un museo temático de la RDA (la vieja Alemania Oriental), pero la idea de levantar barreras permanece activa en un mundo paradojalmente globalizado. ¿Quién hubiera pensado en 1989 que la amenaza de un muro iba a volver desde las entrañas del idealizado oeste encarnado en la democracia liberal? ¿Que Putin y Trump, líderes de Rusia y Estados Unidos, iban a guiñarse los ojos como en el póker?
Caída del muro de Berlín
En tanto, el este de Europa, integrado por aquellos países tan rehenes del expansionismo alemán como del soviético, dejó de ser el vecindario más allá de la cortina de hierro para conformar un bloque heretogéneo cuyos bordes se definen entre la aceptación de la Unión Europea (el estereotipo del "plomero polaco" como trabajador migrante) y el distanciamiento con la omnipresente Mother Russia. En todo este tiempo pasaron de las dictaduras socialistas a las políticas de shock neoliberales y de la asunción de mafias corporativas al reverdecer de nacionalismos soterrados en los años soviéticos. Identificados antes con una retórica internacionalista, son ahora los más reacios a aceptar la ola migratoria que les llega vía Turquía. ¿Cuáles fueron las transformaciones del antiguo bloque oriental en estos 10.316 días?
"En 1983, mis padres cruzaron el Muro de Berlín con dos chicos al hombro y otro (yo) en camino para llegar accidentalmente a Canadá. Es bueno que el muro sea hoy una curiosidad histórica y un sitio de recogimiento antes que una barrera entre el control y la libertad", escribió en Twitter Mark Kersten el lunes 5. Kersten citaba un tuit mucho más popular que impactó en la red social. El domingo, un tal Milos Vojinovic, de apenas 394 seguidores, subió a Twitter un mapa político de la ciudad de Berlín con la silueta del muro surcándolo como una ominosa serpiente roja. Y escribió: "El Muro de Berlín estuvo en pie por 10.316 días y mañana se cumplirán 10.316 días desde que se fue". La repercusión del dato, tan evidente como impactante, fue formidable. El desconocido Vojinovic obtuvo 57 mil retuits y 130 mil favs en pocas horas.
Veintiocho años, dos meses y veintiséis días. Esa es la cantidad de tiempo que el Muro de Berlín duró entre su construcción, pasada la medianoche del 13 de agosto de 1961, y su caída definitiva, el 9 de noviembre de 1989. Y esa es la misma cantidad de tiempo que lleva la originalmente llamada "Barrera de protección antifascista" perdiéndose en el espejo retrovisor de la historia aunque su carga simbólica acaso nos acompañe siempre. Berlín es una sola y la guerra fría un fetiche de la cultura vintage con el fenómeno de la Ostalgie (nostalgia del este) desparramado en películas (Good bye Lenin) y hasta un museo temático de la RDA (la vieja Alemania Oriental), pero la idea de levantar barreras permanece activa en un mundo paradojalmente globalizado. ¿Quién hubiera pensado en 1989 que la amenaza de un muro iba a volver desde las entrañas del idealizado oeste encarnado en la democracia liberal? ¿Que Putin y Trump, líderes de Rusia y Estados Unidos, iban a guiñarse los ojos como en el póker?
Caída del muro de Berlín
En tanto, el este de Europa, integrado por aquellos países tan rehenes del expansionismo alemán como del soviético, dejó de ser el vecindario más allá de la cortina de hierro para conformar un bloque heretogéneo cuyos bordes se definen entre la aceptación de la Unión Europea (el estereotipo del "plomero polaco" como trabajador migrante) y el distanciamiento con la omnipresente Mother Russia. En todo este tiempo pasaron de las dictaduras socialistas a las políticas de shock neoliberales y de la asunción de mafias corporativas al reverdecer de nacionalismos soterrados en los años soviéticos. Identificados antes con una retórica internacionalista, son ahora los más reacios a aceptar la ola migratoria que les llega vía Turquía. ¿Cuáles fueron las transformaciones del antiguo bloque oriental en estos 10.316 días?
Albania: Era el país más aislado y pobre del bloque y sigue siendo una de las naciones menos desarrolladas del continente. Fue gobernada durante cuatro décadas por el estalinista Enver Hoxha, quien rompió con Yugoslavia, la URSS y finalmente China hasta declarar al pequeño país último reservorio del marxismo-leninismo. Hoxha murió en 1985 y el sistema socialista estiró su agonía hasta 1992. Hoy está gobernado por el europeísta Edi Rama, un artista plástico que impulsa las reformas económicas y judiciales exigidas por Bruselas para ingresar en la zona euro. En sus diez años como alcalde de Tirana, Rama hizo pintar la antigua arquitectura fascista y estalinista con motivos abstractos y chillones. Y convirtió el Block, barrio de los espías de la temible Segurimi, en un centro de ocio.
Bulgaria: Al país más pobre de la UE le toca en 2018 ejercer su presidencia semestral. Es una señal para que Sofía avance en un paquete profundo de medidas anticorrupción, ya que Bulgaria está identificada como el más corrupto entre los 28 de la UE. Fuera de Schengen (el tratado de libre circulación de trabajadores) y la zona euro, el país es gobernado por Boiko Borisov, un karateca y antiguo guardaespaldas que llegó a la política de la mano del ex rey Simeón, repuesto a la vida pública tras la caída de Todor Zhikkov, líder comunista entre 1954 y 1989. Declarada la emergencia demográfica por la alta emigración y el envejecimiento de la población, Bulgaria ha levantado su propio muro de doce kilómetros en la frontera con Turquía para frenar el aluvión de refugiados que buscan atravesarla para llegar al norte de Europa.
Checoslovaquia: La unión de la República Checa y Eslovaquia adhirió al socialismo entre 1948 y 1989 bajo el nombre de República Socialista de Checoslovaquia y se deshizo pacíficamente el 1° de enero de 1993 en un proceso guíado por el poeta Václav Havel, héroe de la Primavera de Praga (1968) y la Revolución de Terciopelo (1989). Las dos partes se desarrollaron luego a un ritmo impar. República Checa fue el primer país del antiguo bloque en alcanzar estatus de país desarrollado en 2006; es miembro del Schengen desde 2007 y se encuentra en vías de adoptar el euro. Eslovaquia, también en Schengen desde 2007, fue admitida en la zona euro ya en 2009 y es una suerte de potencia automovilística ya que su capital, Bratislava, atrajo la radicación de fábricas de automóviles del resto del Europa.
Hungría: La zancadilla que la camarógrafa Petra László le propinó a un refugiado sirio que intentaba atravesar un cordón policial en la frontera con Serbia (hoy una doble valla electrificada) bien puede simbolizar la diferencia áspera entre el antiguo bloque oriental y Bruselas respecto de la crisis migratoria. El premier conservador húngaro Viktor Orbán es quien más se ha enfrentado a las demandas para que los países del Este acojan un cupo de refugiados. Llegó a declarar que la llegada masiva de "invasores" ponía directamente en riesgo los valores cristianos de Europa. Líder del partido de derecha Fidesz-Unión Cívica Húngara, Orbán es la figura saliente de la transición húngara del bloque soviético a la OTAN, pero así como tuvo un rol decisivo en la salida del socialismo, hoy se le reprocha la "putinización" del país. Espera consolidar un tercer mandato desde abril.
Polonia: La larga frontera de Polonia con la URSS fue reconfigurada a partir de la caída del muro y su efecto dominó. Los países bálticos, Bielorrusia y Ucrania, ex repúblicas soviéticas emancipadas, separan hoy a Varsovia de Moscú. Sin embargo, la concentración de poder y la deriva autoritaria del gobierno polaco en manos de la coalición PiS (Ley y Justicia), acercan a Polonia a una autocracia al estilo Putin o "democracia iliberal" como se ha caracterizado a algunos de los gobiernos del Este. Bruselas tiene en carpeta quitarle el voto en la UE (es miembro desde 2004, en vías de adoptar el euro) si no revisa las últimas reformas que recortan la independencia de la Justicia. Polonia jugó un rol fundamental en el camino que llevó a la caída del muro, con la demanda de apertura económica y libertades civiles encarnada en el sindicato Solidarnosc (Solidaridad).
Rumania: No hay mejor forma de entender los días previos al ajusticiamiento de los Ceaucescu que a través de algunos títulos del nuevo cine rumano como 4 meses, tres semanas, dos días. La transición hacia la democracia occidental fue especialmente traumática para Rumania por el atraso de su desarrollo, el ascenso de las mafias y la estigmatización del migrante rumano en el resto del continente. Es miembro de la UE desde 2007 sin acceso a Schengen y la zona euro aún. Sin embargo, el rostro de Bucarest ha cambiado desde que una miríada de multinacionales relacionadas con la tecnología establecieron su cabecera europea allí. La clave: medidas de estímulo para la inversión extranjera y la alta calificación técnica de los rumanos, herencia de la excelencia universitaria en los años socialistas.
Yugoslavia: Un nombre que podría agregarse al T.E.G y que no existe más como tal desde 2003, cuando la así llamada República Federal de Yugoslavia se convirtió en Serbia y Montenegro (y desde 2006 en dos estados autónomos: República de Serbia; Montenegro). Ese fue el último mosaico roto de la "balcanización", la progresiva partición de la Yugoslavia del mariscal Tito a partir de 1992 con el enfrentamiento más cruento que hubiera sucedido en Europa desde la II Guerra Mundial. Yugoslavia siguió un modelo alternativo de socialismo que la puso al frente de los Países No Alineados (a los que adhería la Argentina de Alfonsín). De los países que la conformaban sólo dos accedieron al estándar de la UE: Eslovenia (desde 2004, con acceso al euro y Schengen) y Croacia (2013, sin euro ni Schengen), el último país del continente en sumarse
F. G.
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