Facundo Manes como Favaloro fueron a formarse en la excelencia científica en el exterior pero volvieron a volcar toda su sabiduría a nuestra patria. Hay coincidencia también en su preocupación por construir una sociedad más igualitaria y próspera donde se pueda extirpar con precisión quirúrgica el cáncer de la corrupción y el autoritarismo.
Favaloro dijo que “ser honesto en esta sociedad corrupta tiene su precio”. Manes se propone recoger esa bandera y llevarla a la victoria. No es casualidad que Manes sea el rector de la Universidad Favaloro y que su propia fundación Ineco, tenga una alianza estratégica con la Fundación Favaloro. René y Facundo se formaron en el pensamiento de las mayorías nacionales.
Grandes admiradores y estudiosos de San Martín y Sarmiento, cada uno supo celebrar el huracán alfonsinista del 83 que trajo la primavera democrática para siempre. Manes, incluso fue presidente del Centro de Estudiantes de su colegio.
Hoy recomienda como lectura básica para todos los argentinos el “Nunca Más”, el informe sobre el terrorismo de estado que prologó Ernesto Sábato. Fue el producto de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas que integró el cardiocirujano René Favaloro.
Ambos valoraron el rol del estado y la necesidad de ser grandes divulgadores en los medios para poner sus conocimientos al servicio de los más humildes. Saben que solo desde la ciencia y la sana política se pueden transformar los países para consagrar la justicia social, la integración y el progreso.
Manes dice que Favaloro soñaba con estudiar en forma interdisciplinaria el corazón y el cerebro. Porque todo lo que le hace bien a uno le hace bien al otro: comer sano, la alegría, el amor, la gimnasia, el descanso y los desafíos intelectuales.
Tanto Favaloro como Manes fueron futboleros y populares. René como hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata, desde su barrio El Mondongo y Facundo como centrodelantero goleador en su club de la infancia en Salto. Jamás olvidaré que Favaloro decía “fulbo”, con una pasión que le encendía los ojos y le potenciaba la voz.
Y de Manes dicen que la pisaba con talento dentro del área y que, perdón por el chiste obvio, era un jugador muy cerebral. Pensar que ese gran maestro que fue Renato Cesarini decía que el fútbol termina en los pies pero comienza en la cabeza.
Después cuando Manes estudió en Cambridge deslumbraba a sus compañeros de la universidad con su gambeta endiablada. Ya había superado el asma que desde chico lo marcaba de cerca, como un stopper.
Sus compañeros le decían Goropo. Era el nombre de un payaso que solía integrar un circo en el que Manes y sus amigos hacían una changuita para ganarse unos pesos acomodando las sillas antes de la función.
Según el genio de Mario Bunge, Goropo hoy es “El padre de la neurología cognitiva”. En realidad como padre disfrutó de uno de los placeres más grandes de su vida: tomar los mates cebados por Josefina, su esposa y leerles a sus hijos, Pedro y Manuela, un libro maravilloso llamado “Ana, la de las tejas verdes” que incentivaba la imaginación y la creatividad de toda la familia Manes.
Su hijo se llama igual que su padre. Pedro fue un hombre del radicalismo bonaerense y un típico médico de pueblo que solía recetar una medicina no tradicional: la honestidad y la solidaridad.
No sé si Manuelita es un homenaje a la de María Elena Walsh que vivía en Pehuajó, pero podría ser debido a la admiración de Manes por quien instaló el juego de las palabras para todas las edades. Dice Manes que el juego, el optimismo y el prójimo son los mejores remedios para casi todas las enfermedades. Y que la soledad crónica mata más gente que el alcohol y la obesidad.
Facundo Manes se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires y en Cambridge, de Magister en filosofía y doctor en Ciencias.
Es uno de los terrícolas que más conoce el cerebro en general y el de los argentinos en particular. Dice que el cerebro es un órgano social, el órgano más complejo del universo, el único que trata de entenderse a sí mismo, una máquina casi perfecta y lo describe con belleza poética en las palabras.
Escuche: “el cerebro es el mayor órgano del sistema nervioso central y forma parte del centro de control de todo el cuerpo. Es responsable de la complejidad, origen y funcionamiento del pensamiento, la memoria, la emoción y el lenguaje. El cerebro tiene más neuronas que las estrellas que existen en nuestra galaxia”. Otro chiste obvio: Manes es un bocho.
Volvió a la Argentina a ofrecer su corazón y su cerebro en medio de la implosión social e institucional del 2001. Quiso que sus hijos se educaran en esta tierra y tal vez sin saberlo fue traído por el olfato. Pocas cosas lo emocionan más que ese aroma que despiden los tilos, esos árboles que le marcaban el paso a la calle principal de su pueblo que lo declaró ciudadano ilustre este fin de semana.
Muchísimos habitantes de los 27 mil estuvieron en el patio del colegio José de San Martín de Salto donde Facundo se educó y puso los cimientos de esa catedral del conocimiento que es hoy. Aprovechó para presentar su nuevo libro: “El cerebro del futuro”. Y si es verdad lo que él dice que uno solo recuerda la emoción, jamás olvidará ese abrazo que le dieron sus amigos y vecinos de toda la vida, esas raíces e identidad que nos marcan para siempre.
Es católico aunque no practicante pero guarda entre sus fotos más queridas una con Jorge Bergoglio cuando le dio un premio antes de ser Papa y otra con César Milstein, premio Nobel argentino que se exilió del fascismo de Juan Carlos Onganía y de la Noche de los Bastones Largos. Le encanta citar una frase de otro Nóbel celeste y blanco, Bernardo Houssay: “Somos un país demasiado pobre para darnos el lujo de no invertir en ciencia”.
Dice que uno de los secretos de los Estados Unidos es que invirtieron fortunas en ciencia básica. Y que cada dólar que pusieron lo multiplicaron por 140. De ese parto nacen los GPS, los chip, la internet.
Una de sus banderas dice: “el conocimiento genera sociedades más desarrolladas, más igualitarias y más pacíficas. Es el plan más efectivo en la lucha contra la pobreza y la exclusión”.
En todas sus conferencias en las universidades más prestigiosas del mundo dice que “la capacidad mental y los talentos nacionales son superiores a los recursos naturales, a la industria o a las finanzas”.
Propone una revolución humanista. Dice que hoy la multiplicación del conocimiento es un valor tan importante como fue la recuperación de la democracia en 1983. Quiere combatir a muerte la desnutrición infantil, porque es un crimen y una inmoralidad del presente y una hipoteca social para el futuro.
La Fundación Ineco investiga sobre varios de los temas más urgentes y profundos de la vida: el Alzheimer que crece a medida que la población envejece, la neurobiología de la toma de decisiones, las bases cerebrales de la agresión, los trastornos afectivos como la bipolaridad y la esquizofrenia, el autismo, la prevención y rehabilitación de los Accidentes Cerebro Vasculares, cuales son las cimientos del prejuicio social y la fisiología de la depresión y la ansiedad.
Manes es un héroe social que los argentinos debemos cuidar mucho más de lo que cuidamos a Favaloro. Es un, genio moderno, un hombre de ciencia al servicio del pueblo y de la patria. Sabe que cada persona es una construcción colectiva. Sabe que los argentinos lo estábamos esperando con los brazos abiertos. Porque resume lo mejor de nosotros: es el Favaloro del cerebro y de la Argentina que viene.
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