martes, 3 de diciembre de 2019

MARCELO ELIZONDO Y SU ANÁLISIS


La Argentina, ante los desafíos de una nueva globalización

Marcelo Elizondo
Más de la mitad de los flujos transfronterizos actuales son de "mercaderías" intangibles; los países más prósperos son aquellos que mejor se adaptan a esta flamante modernidad
El inicio de un nuevo período presidencial siempre lleva a la renovación de agendas de gobierno. En la Argentina esto ocurrirá ahora en varias materias y una relevante, en particular, es la de la relación con el mundo. Nuestro país ha mejorado sustancialmente su vínculo con la comunidad internacional en los últimos años, pero tiene no pocas asignaturas pendientes aún al respecto.
La relación con el mundo concede oportunidades en comercio internacional, acceso a inversiones, consecución de financiamiento para el sector público y el privado, participación de los procesos de formación de conocimiento y avances tecnológicos, progreso doméstico relacionado, el logro de relevancia estratégica relativa para influir en favor de los intereses propios y la participación en la toma de decisiones en asuntos globales.
Lo más fácilmente perceptible en esta materia es la agenda del comercio internacional, en la que la realidad nos exige una mejor inserción productiva externa. La Argentina, de generar 2,7% del total de las exportaciones mundiales en 1945 (o aun un 0,8% de las exportaciones totales en el planeta en 1960) ha caído de modo sistemático hasta producir solo el 0,3% del total mundial de exportaciones en los últimos años. Y de ser el vigésimo quinto exportador mundial en 1975 pasó a ser el cuadragésimo octavo en el último año (hay hoy 23 países más que los que había hace unos 50 años que exportan más que la Argentina).
Una agenda más productiva exige la apertura de mercados a través de acuerdos internacionales (la mitad del comercio transfronterizo mundial ocurre entre países que han celebrado pactos de apertura recíproca y la Argentina, a la fecha, tiene menos de un cuarto de los socios comerciales a través de estos acuerdos que tienen México y Chile, y un tercio de los que tienen Colombia y Perú).
También exige acciones de asistencia a empresas para facilitarles el desembarco en mercados complejos. Esto es: mejor tarea de inserción y promoción comerciales externas para ingresar en cadenas internacionales de valor (que son alianzas entre empresas que en diversos países actúan de manera sincronizada en procesos productivos sistemáticos vinculados, y de las que es parte el 75% del comercio internacional planetario, el 60% del comercio transfronterizo de los países emergentes, pero solo 35% del comercio exterior de la Argentina).
Al respecto, además de consolidar pasos ya dados (como el acuerdo estratégico obtenido con la Unión Europea -aun no concluido- o las instrumentadas relaciones regionales -entre las que aparecen como vehículos el Mercosur, la antigua Aladi y algunos buenos pactos bilaterales con vecinos- es pertinente pensar en el pendiente desarrollo de nuevos mercados: entre los 30 mayores países importadores del planeta hay 20 emergentes (en su mayoría asiáticos) que juntos explican 25% del total de importaciones mundiales y que la Argentina no tiene entre los principales destinos de sus exportaciones.
Los países que más exportan se benefician de una mejora en la calidad (y en la dimensión) de su producción (por efecto de la competencia externa), una más calificada generación de empleo (las empresas internacionales invierten en sus recursos humanos), participación en la generación y el aprovechamiento del conocimiento aplicado transnacional, menos volatilidad cambiaria y financiera (porque no dependen solo de los dólares financieros), mayor tasa de inversión y más relevancia estratégica global.
Un segundo capítulo en esta materia es el del mejor ingreso a flujos de inversión internacional. Hasta hoy, con un stock de inversión extranjera hundida en nuestro país algo inferior a 100.000 millones de dólares (solo 3,5% del total regional), la Argentina está en esta asignatura debajo de Brasil, México, Chile, Colombia y Perú. Más inversión de origen externo mejora el acceso a tecnología y la competitividad. Aunque, recíprocamente, ello debería ser acompañado de mayor inversión de empresas argentinas en el exterior, materia en la que nuestro país está relegado porque (con unos 40.000 millones fuera de las fronteras -solo 7% del total regional-) se ha invertido en este tipo de encadenamientos productivos con eslabones fuera del país menos que México, Brasil, Chile y Colombia.
Contar con más empresas transfronterizas aparece como un mandato: son argentinas solo 6 de las 100 mayores empresas multinacionales latinoamericanas, las llamadas multilatinas (de las que 28 son mexicanas, 26 brasileñas, 21 chilenas, 11 colombianas y 6 peruanas). El mundo, hoy, se ha convertido en una enorme plataforma de generación de conocimiento que además de científico es económico (y aplicado), pero que es global y se produce en redes de actores productivos operando más allá de fronteras y geografías (el capital intelectual). Participar en las cadenas internacionales de generación de conocimiento económico es un requisito para el progreso.
Del total de valor generado por la economía mundial cada año, más del 30% es producido por el capital intangible (conocimiento aplicado a procesos de producción o comercialización), porcentaje que duplica al 17% del valor agregado que surge del tradicional capital tangible (máquinas o plantas de producción). Y la restante mitad del valor es agregada por trabajadores cuya formación es cada vez más calificada. Formar personas (trabajadores futuros o actuales) es una asignatura de la agenda internacional, dada la presión de la internacionalización de la economía del conocimiento, en la que el aporte de los trabajadores más formados es crítico.
La "vieja globalización" producida por el transporte de bienes a través de las fronteras está dando paso a una nueva: más de la mitad de los flujos económicos transfronterizos en la actualidad lo son de intangibles (datos, referencias certificadas, información, know-how, servicios). Por ende, participar en los intercambios de generación y aprovechamiento de conocimiento e innovación productivos internacionales es crítico para la prosperidad.
Para ello es conveniente mejorar en la performance en varias disciplinas: solo 2 de las mayores marcas comerciales latinoamericanas son argentinas, apenas 50 de las casi 3000 patentes que en el último registro anual fueron registradas en el marco del tratado internacional respectivo (PCI) son de argentinos; en nuestro país se genera no más del 7% de la investigación y el desarrollo aplicados de América Latina, y participamos del comercio internacional de servicios en apenas 0,25% del total mundial, porcentaje aún menor que el 0,31% correspondiente al de bienes físicos.
El mundo avanza en el debilitamiento de formatos rígidos, la revolución del conocimiento aplicado, el crecimiento de la transnacionalidad y la horizontalización. Migraciones, flujos de conocimiento, viajes y transporte, comercio (la suma de todas las exportaciones de bienes y servicios en el planeta llegó el año pasado al récord nominal de 25 billones de dólares), noticias, valores y pautas culturales, la fluidez supranacional no se detiene. Pero cambia de matriz. La evidencia muestra que, cada vez más, los países más prósperos son los que con más intensidad e inteligencia participan de esta nueva modernidad. Siempre hay una ocasión para volver a empezar.

Profesor universitario, especialista en negocios internacionales

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