Pornografía, ¿sí o no? Un debate caliente sobre la prohibición
¿Debería prohibirse la pornografía? La pregunta agita la opinión pública estadounidense en las últimas semanas. Esta columna podría terminar aquí con la que, para mí, debería ser la respuesta ("no"), pero vale la pena razonar los argumentos que se postulan. "La pornografía es un problema de salud pública", advirtió la muy conservadora e influyente revista National Review , que cedió algunas de sus páginas a una discusión aún sin conclusiones: para los progresistas, la libertad de expresión irrestricta alcanza también al porno; para los conservadores, debería prohibirse porque no contribuye al bien común. Las dos posiciones están en las antípodas de un debate de época que incluye al cigarrillo, el alcohol o las drogas , y que se resume en un dilema: prohibir o no prohibir.
Aunque es uno de los negocios más lucrativos del entretenimiento industrial desde hace décadas (con una facturación anual de unos 15 mil millones de dólares, el doble que la NBA y un 30 por ciento más que todo Hollywood) y nueve de cada diez adultos la consumen , la pornografía nunca fue tan ubicua como ahora. Se lleva en la entrepierna, donde se guarda el teléfono: está a mano. Una de cada cinco búsquedas en celulares es sobre contenido porno y solo el sitio Pornhub, el YouTube del sexo pixelado, recibe 30 mil millones de visitas anuales. En la era de internet, el XXX se convirtió en AAA: asequible, accesible y anónimo. "Literalmente, el porno vuelve a los hombres impotentes", publicó la National Review y citó decenas de estudios que vinculan el consumo compulsivo de pornografía con disfunciones sexuales y patologías mentales, como la depresión o la ansiedad. De la iglesia al consultorio, una pequeña comunidad de pastores y médicos cabildean para prohibir el porno como una urgencia sanitaria: dicen que el fisgoneo reemplaza al acto y que se está alumbrando una generación que solo tiene sexo con su teléfono.
Es un debate de nunca acabar: en EE.UU., el país que más consume, las prohibiciones del alcohol y las drogas fueron un fracaso que disparó el mercado ilegal y las mafias. Por eso, los nuevos cruzados contra el porno proponen imitar lo que se hizo con el tabaco: desde 1964, cuando se descubrió la correlación entre fumar y el cáncer de pulmón, el uso de cigarrillos bajó un 70 por ciento. Pero el porno no es una sustancia física sino un contenido cultural porque expresa el zeitgeist actual, uno que privilegia la vista sobre cualquier otro sentido y que provoca una revolución biológica: el ojo como el órgano más erógeno del cuerpo.
LISTAMANÍA: cinco emblemas del nuevo movimiento antipornografía
1. Your Brain on Porn. Aunque no avala el vínculo entre porno y disfunción sexual, el bestseller de Gary Wilson revela qué pasa en el cerebro al mirar contenido XXX.
2. NoFap. Con cien mil miembros, es una activa comunidad online "secular, científica y antipolítica" que combate la adicción al porno.
3. Kanye West. Como parte de su última cruzada moralista, el rapero dijo ser un exadicto y ahora evangeliza contra el consumo de pornografía.
4. Joe Rogan Experience. Un episodio de un podcast reproducido 2.500.000 veces donde el comediante Duncan Trussell reflexiona sobre la adicción al porno.
5. Fight the New Drug. El grupo más activo que "combate la nueva droga": con un millar de artículos publicados, promueve la militancia con el hashtag #PornKillsLove .
N. A.
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