Quienes cometen delitos no son presos políticos, son delincuentes
El vergonzoso ataque a la Corte Suprema de Justicia de la Nación es otro aberrante ejemplo de la batalla que libran quienes solo buscan impunidad


La líder de la agrupación Tupac Amaru, quien cumple prisión domiciliaria, fue condenada a 13 años de cárcel por haber desviado 60 millones de pesos que debieron ser destinados a la construcción de viviendas sociales. Esa causa forma parte de un expediente mayor en el que se investiga el defalco por 700 millones de pesos al Estado. Y no es la única causa que se le sigue ni la única condena que pesa sobre ella. El sábado, sin ir más lejos, se conoció que quedó firme el procesamiento dictado por el juez Pablo Pullen Llermanos en su contra, por una de denuncia en la que se la acusó de haber sido “determinadora” del delito de sustracción de un expediente.
Distintos estamentos judiciales, en diversos momentos, se han venido pronunciando sobre las actividades ilícitas de la dirigente. No hay una Justicia ni lenta ni perezosa, como se quiere hacer ver. Acaso, una Justicia que no falla como algunos de los dirigentes imputados querrían que ocurriera. El oprobioso reclamo contra la sede del más alto tribunal del país bajo la consigna “La Corte es el basurero de la democracia” solo puede inscribirse en la vil estrategia de quienes, como la dirigente jujeña, solo persiguen la impunidad.
Tanto Sala como el exvicepresidente Amado Boudou, condenado en segunda instancia por haberse quedado con el 75% de la empresa a cargo de la impresión de papel moneda en el país, argumentan que son presos políticos. “Que el Gobierno, antes de hacer negociaciones y acuerdos políticos, comience a ver cómo hace un acuerdo para liberarnos”, reclamó la dirigente jujeña. “La persecución política contra militantes y dirigentes de la experiencia kirchnerista persiste a pesar del triunfo popular en las últimas elecciones”, expresaba la solicitada publicada recientemente en reclamo de la liberación de Boudou.
La unificación del discurso persecutorio en la creencia de que una victoria en las urnas debe ser suficiente para exculpar a los delincuentes está en la esencia misma de esta aberrante apología del delito.


Está claro que esa arremetida no reconoce límites y que sus exégetas se valen de cualquier argumento, como el exjuez Eugenio Zaffaroni al reclamar “soluciones políticas” como el indulto presidencial. Alberto Fernández ha dicho que no indultará y que, en todo caso, si lo que se busca es una amnistía, eso debe resolverlo el Congreso. Parece un partido en el que la pelota pasa de manos dentro del mismo equipo para que los jugadores ganen tiempo.
En una reciente columna de opinión publicada con el título “No habrá consensos básicos con mandatos populistas”, Daniel Montamat decía que “la lógica del amigo-enemigo es consustancial con la búsqueda del poder perpetuo”. Solo así puede entenderse la imperiosa necesidad de sostener la teoría de la existencia de lawfare, la victimización constante y un nuevo relato basado en viejos vicios y reconocidas artimañas políticas.
Es menester llamar a las cosas por su nombre: quienes cometen delitos no son presos políticos, son delincuentes.
En una reciente columna de opinión publicada con el título “No habrá consensos básicos con mandatos populistas”, Daniel Montamat decía que “la lógica del amigo-enemigo es consustancial con la búsqueda del poder perpetuo”. Solo así puede entenderse la imperiosa necesidad de sostener la teoría de la existencia de lawfare, la victimización constante y un nuevo relato basado en viejos vicios y reconocidas artimañas políticas.
Es menester llamar a las cosas por su nombre: quienes cometen delitos no son presos políticos, son delincuentes.
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