La singular relación entre el caballo blanco y la historia argentina

Es común hablar de caballos en la historia argentina. La patria se hizo a caballo, ¿pero de qué caballos? Existe una singular relación entre el caballo de pelaje blanco y nuestra historia. Esa relación es ambigua. El pelaje tiene adeptos y tiene detractores, según cómo se mire.
En las guerras de la independencia fue usado solo como un elemento jerárquico, pero no como pelaje de pelea. Lucía bien pero en medio de una lucha no era el más recomendable, ya veremos porqué.
San Martín nunca tuvo un caballo blanco, el que murió en la batalla de San Lorenzo era bayo claro o zaino según otros testimonios. Belgrano tenía un caballo blanco en la batalla de Salta. En la campaña del Alto Perú, habiendo sido regalado al sargento Gómez, fue que gracias a ese llamativo pelaje pudo ser capturado y muerto por los españoles.
Urquiza tenía un bayo de pelea en la batalla de Caseros. Rosas tuvo un blanco en su estancia. Facundo Quiroga montó un blanco en la batalla de Chacón.

La Fanfarria Militar "Alto Perú" del Regimiento de Granaderos a Caballo es una organización musical que cuenta con instrumentos que se manejan con una sola mano. Los caballos siempre son blancos por su distinción y para diferenciarlos de los escuadrones de combate o ceremonial (usos de hoy) que llevan animales de pelaje alazán. En los desfiles de los granaderos, el jefe de escuadrón u oficial de más graduación suele montar como símbolo de mando y jerarquía un caballo blanco.
El vínculo del gaucho con su montado fue fuerte y siempre apareció como el fiel compañero. La relación era de aprecio y también necesidad, se lo cuidaba bien pero siendo un artículo (si así se lo puede llamar) de gran disponibilidad y fácil reposición, no se dudaba en sacrificarlo en caso de algún accidente.
La pigmentación de un pelaje se produce por el color del pelo cualquiera sea su tono. Retirado este, el cuero crudo del yeguarizo y el vacuno siempre son claros (tono hueso, beige).
Al blanco, el gaucho no lo consideró pelaje de su predilección. Resalta fácilmente la suciedad, podían ser albinos, cegatones, zarcos (problemas oculares) sufrían de melanosis, eccemas y verrugas en el morro rosado y sus vasos claros son más blandos y quebradizos. Según Emilio Solanet, en su obra maestra "Pelajes Criollos", el gaucho lo consideraba "la última carta de la baraja".
Podemos agregar que no sirve para hacer brillar o resaltar la platería de los emprendados criollos en días de desfile. No es muy común ver un gaucho o trabajador montado en un blanco. Algunos lo siguen considerando de mala suerte.
El indio no lo valoraba mucho tampoco al blanco, al menos para el día a día, no se camuflaba en el desierto, era llamativo y se destacaba demasiado. En cambio, sí se usó en cuestiones ceremoniales y protocolares como signo de distinción y elegancia. Refiere Solanet que el Cacique Yanguelen montaba un tordillo. Tribus como los Tehuelches y Araucanos los sacrificaban en ofrendas y Baigorrita, el cacique Ranquel, tenía un soberbio blanco cuando fue muerto en el río Neuquén.

Existe la creencia popular que sostiene que el caballo blanco atrae rayos. Ignoro si hay razones por la cual un pelaje blanco puede facilitar eso, pero puedo dar fe que en los años 80 en los pagos de Carabelas, partido de Rojas, vi un tordillo fulminado por un rayo nocturno. ¿Habrá sido casualidad?
A. R. J.
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