martes, 6 de abril de 2021

LIBROS IMPERDIBLES




El regreso del leopardo de las nieves
En la estela del clásico de Peter Matthiessen, nuevos libros sobre el esquivo felino confirman su destino como gran sujeto literario
J. A.
El leopardo de las nieves, emblema de la vida salvaje en el Tíbet y disparador de las más variadas metáforas literarias
Uno de los libros más emocionantes y hermosos de la temporada literaria es El leopardo de las nieves (Taurus), en el que el escritor y viajero francés Sylvain Tesson (París, 49 años) narra su encuentro en los confines del Tíbet, en el Changtang, con la elusiva criatura.
Con el mismo título del relato clásico de Peter Matthiessen de 1978, pero con un estilo, una sensibilidad y unas experiencias distintas (por no mencionar que Matthiessen no vio a la fiera y él sí, varias veces), Tesson ofrece una aventura extraordinaria que constituye un festín de palabras, imágenes de la vida salvaje, emociones y pura belleza, con mucha poesía y destellos de humor socarrón que conjuran el posible exceso de trascendentalismo que por momentos adquiere su prosa (“como las monitoras tirolesas, el leopardo de las nieves hace el amor en paisajes blancos”).



El escritor hizo su viaje en pos de la nívea pantera (pantera y leopardo son sinónimos, aclaremos de entrada) en febrero de 2018, incorporado a una expedición extrema (5000 metros de altura, 30 grados bajo cero) de tres naturalistas avezados. El líder era el fotógrafo experto en vida animal Vincent Munier, del que por una de esas felices casualidades se ha publicado recientemente su propio libro sobre sus diversos encuentros con este felino tan esquivo como misterioso (El leopardo, Errata Naturae, con prólogo del propio Tesson).
Utilizando una de las figuras más fértiles en el relato de aventuras, la del individuo (él mismo) ajeno al asunto, aparentemente frágil y torpe y sin ninguna virtud ni habilidad particular que añadir al grupo excepto su capacidad para los chascarrillos (“me correspondía no retrasar a nadie y no estornudar si la pantera aparecía”), Tesson nos lleva al techo del mundo en un viaje alucinante en el que el leopardo se convierte en sujeto de rutilantes metáforas –es una fiera de cristal y hielo, es la madre fallecida del escritor, su amante perdida, es el espíritu de las nieves– y del que regresa con el descubrimiento de las bondades de la paciencia, la lentitud y el silencio y un elogio del arte del acecho como actitud vital.


“El leopardo de las nieves es un animal místico y es un fantasma”, explica el escritor francés en una entrevista telefónica. “Cuando aparece, tras tantos días de espera, te provoca una superposición de recuerdos; es una experiencia realmente sobrecogedora, que para mí tuvo algo de sagrado”. Tesson señala que la aventura de la pantera blanca fue muy distinta de la otra que plasma en su libro Berézina, en sidecar con Napoleón (Aguilar, 2017), en la que recorrió en motocicleta la ruta de la desastrosa retirada de Rusia de la Grand Armée de 1812. “Aquello fue lo contrario, el movimiento; en el Tíbet fue la inmovilidad. Dos experiencias en las antípodas”. Pero en las dos había frío y nieve. “Sí, el frío ruso es húmedo, terrible, el del Tíbet por lo menos es un frío seco”.
La búsqueda del leopardo, continúa, fue una experiencia de la inmensidad. “Los europeos vivimos en un espacio muy pequeño y muy modificado por el hombre. Allí en el norte de la meseta tibetana, el paipastores saje es desértico y grandioso. Además, pasas mucho tiempo a una altitud inhabitual y experimentas una transformación fisiológica. Está luego el dolor de la espera, la inmovilidad a 30 grados bajo cero y la introspección de tantas horas en silencio. Cuando aparece el leopardo es un fulgor y todo adquiere una dimensión mágica”.
Tesson (y valga el apellido) subraya que hace falta un gran sacrificio de tiempo y energía para ver la pantera. “No es el espectáculo rápido y fácil al que estamos acostumbrados, la gratificación inmediata de nuestra sociedad. En ese sentido es lo opuesto a la modernidad: es la soledad, la lentitud, el silencio. Lo contrario de la inmediatez, el bullicio, el ruido de nuestra vida”.
Tesson, que meditó en el Tao tiritando en su cueva en la Garganta de las panteras, llega a comparar la experiencia de esperar al leopardo con la de los francotiradores finlandeses emboscados en la guerra contra los soviéticos o con la de Swann de En busca del tiempo perdido aguardando a ver a Odette de Crécy. “La posibilidad del leopardo palpitaba en la montaña”, apunta como un Proust del nature writing. La escasísima presencia humana en la zona tibetana del leopardo es la de grupos de de yaks de religión budista, todavía con influencias del bon y el animismo. “En aquellas soledades budistas es fácil experimentar la anulación del yo”, reflexiona el escritor. “El leopardo es en ese contexto una pantalla en blanco, una nada. Es lo que proyectas en él, tus recuerdos, tu fantasía, tu tristeza. Es el leopardo y mucho más. Un caleidoscopio, una metáfora. Cuando lo vi por primera vez, me acordé de un amor perdido y de mi madre desaparecida”. Ese amor, explica en su libro Tesson, era una mujer entusiasta de los animales, y a la que el escritor asociaba al animal inaccesible. Así que en el fondo de su viaje tras la pantera había un arrebatador impulso romántico: “Si veía al animal, mi amor reaparecería, incorporado al leopardo”.

Tesson se declara un fan de Matthiessen. “Siento una gran admiración por él y por sus libros, pero no comparto su reivindicación zen de no haber visto al leopardo. Me parece un poco lo de la zorra y las uvas, valorar la decepción no va conmigo. En todo caso, su libro no es sobre la pantera, el felino es un pretexto para hablar de su interés por el budismo y para superar la pérdida de su mujer”. Tesson admite que él con Munier componen una pareja similar a la de Matthiessen con el naturalista
George Schaller, que viajaron también juntos en pos del leopardo (y escribieron asimismo libros cada uno). “Se puede decir que somos parejas parecidas, como Don Giovanni y Leporello, Don Quijote y Sancho, un doblete muy simpático, el del maestro y el alumno. Con Munier somos muy amigos, él sabía que yo era un novicio en la búsqueda de la pantera y fue un paciente profesor; le admiro mucho”. Tesson recuerda que ha viajado mucho por todo el territorio del leopardo de las nieves, Mongolia, Afganistán. “Y no lo vi nunca hasta la expedición al Tíbet”.
Del espinoso tema de si los libros de viajes para ver al leopardo suponen un riesgo para el felino, al despertar el interés turístico, Sylvain Tesson apunta: “No creo que mi libro lleve demasiada gente al Tíbet, la verdad; el leopardo está protegido por el frío y la distancia, no me parece que la literatura vaya a desencadenar una pasión por verlo. Es cierto que quizá haya una contradicción entre explicar que el leopardo está tan amenazado y relatar la maravillosa aventura de buscarlo y observarlo. Pero mi profesión es escribir. En fin, espero no ser responsable de nada malo. Sería muy triste comercializar a la pantera, un fenómeno característico de nuestro tiempo de hipermercado global en el que el leopardo se puede vender como todo”.
En cuanto a la pandemia y la forma en que ha afectado al viaje, Tesson opina que, aunque haya habido una ralentización, puede que todo vuelva a recomenzar. “Las cosas no han cambiado porque la gente haya dejado de querer viajar, sino por la catástrofe”. La nueva misión a Marte, dice, es una prueba del “extraordinario apetito” del ser humano por viajar. Sin embargo, añade, deberíamos ser capaces de conservar lo que tenemos alrededor además de interesarnos por otros mundos. “Destruimos alegremente la Tierra y no hay muchas esperanzas de que cambiemos de actitud en otro planeta”.

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