Del match al síndrome de Cenicienta
Miguel Espeche
EL AUTOR ES PSICÓLOGO Y PSICOTERAPEUTA....@MiguelEspeche
Más allá de que no tener pareja ya no es visto como algo terrible y la felicidad no se entiende como el resultado de lograr una relación a perpetuidad, la cuestión del vínculo afectivo de a dos persiste fuertemente en la consideración de las personas.
En esos momentos de la vida en los que la gente sale y se encuentra en clave de coqueteo y romance, pasan muchas cosas. En ese ir y venir de matcheos, salidas, encuentros y abandonos fantasmales, se ve entre otras una conducta bastante habitual a la que podríamos llamar, sin ningún afán científico, “síndrome de Cenicienta”.
En el cuento de Cenicienta, a las 12 se terminaba el encanto y había que irse rápido de la fiesta. La muchacha huía antes de que se viera quién era ella en verdad, más allá de lo bien que venía la cuestión con el príncipe o, tal vez, justamente por eso. Nada malo tenía Cenicienta en su condición, pero ella creía que sí, que debía ocultar su realidad, y por eso, antes de que terminaran de sonar las campanadas, se fugaba a toda prisa, dejando su zapatito a modo de acto fallido.
El relato (que da cuenta de una situación que no se limita a las mujeres, por cierto) describe parte de lo que es un clásico del cortejo moderno: la huida repentina de uno de los integrantes de una relación que parecía dar para más, al menos, según el criterio del que quedó “pagando” cuando la fuga se produjo.
En el backstage de muchos de aquellos que en la historia aparecen como “abandonadores” habita una suerte de Cenicienta (o Ceniciento, si se lo prefiere así) que no quiere que se conozca su verdad sin la protección del encantamiento del caso. En general, la huida no es necesariamente “contra” el otro, sino una manera de que no se vea algo propio que no se desea compartir, ni siquiera con uno mismo, al punto de que el fugado suele no saber desde lo consciente a qué responde su propia conducta fugitiva.
Las explicaciones tras un “no me llamó más y no respondió a mis mensajes” pueden ser también otras, pero nos atrevemos a decir que el síndrome de Cenicienta es un factor que se esconde tras un porcentaje importante de “ghosteos” y abandonos diversos en las relaciones, en tiempos de aplicaciones que favorecen lejanías y anonimatos.
Se sabe que el amor cuando se abre camino va mostrando lo que somos, y si no nos llevamos bien con nosotros mismos nos disfrazamos de otra cosa para que, al menos, no duela tanto la cuestión.
En general, lo que surge después de las 12 no es tan malo. O, si lo es, bien vale ponerlo a la luz del sol para poder sanarlo de alguna manera. En definitiva, no se puede vivir a fuerza de encantamientos y magias con tope horario. Y algún día habrá que quedarse en la fiesta y ver qué pasa después de las campanadas.
Gafas inteligentes
Un nuevo y sofisticado capítulo se escribe en la historia de las tecnologías wearables: llegan las gafas que permiten escuchar música, sacar fotos y recibir llamadas telefónicas. ¿Cómo? A partir de la fusión Ray Ban- Facebook para resignificar modelos emblemáticos como los Wayfarer y Round. Se trata de versiones en cinco colores y lentes transparentes, de sol, transition o graduados. Los anteojos cuentan con cámara 5mp, una luz led que da aviso al momento de grabar, y tres micrófonos para mejorar el sonido de las comunicaciones y los videos. Además, tienen una app para editar y compartir contenido con otras redes.
Más allá de que no tener pareja ya no es visto como algo terrible y la felicidad no se entiende como el resultado de lograr una relación a perpetuidad, la cuestión del vínculo afectivo de a dos persiste fuertemente en la consideración de las personas.
En esos momentos de la vida en los que la gente sale y se encuentra en clave de coqueteo y romance, pasan muchas cosas. En ese ir y venir de matcheos, salidas, encuentros y abandonos fantasmales, se ve entre otras una conducta bastante habitual a la que podríamos llamar, sin ningún afán científico, “síndrome de Cenicienta”.
En el cuento de Cenicienta, a las 12 se terminaba el encanto y había que irse rápido de la fiesta. La muchacha huía antes de que se viera quién era ella en verdad, más allá de lo bien que venía la cuestión con el príncipe o, tal vez, justamente por eso. Nada malo tenía Cenicienta en su condición, pero ella creía que sí, que debía ocultar su realidad, y por eso, antes de que terminaran de sonar las campanadas, se fugaba a toda prisa, dejando su zapatito a modo de acto fallido.
El relato (que da cuenta de una situación que no se limita a las mujeres, por cierto) describe parte de lo que es un clásico del cortejo moderno: la huida repentina de uno de los integrantes de una relación que parecía dar para más, al menos, según el criterio del que quedó “pagando” cuando la fuga se produjo.
En el backstage de muchos de aquellos que en la historia aparecen como “abandonadores” habita una suerte de Cenicienta (o Ceniciento, si se lo prefiere así) que no quiere que se conozca su verdad sin la protección del encantamiento del caso. En general, la huida no es necesariamente “contra” el otro, sino una manera de que no se vea algo propio que no se desea compartir, ni siquiera con uno mismo, al punto de que el fugado suele no saber desde lo consciente a qué responde su propia conducta fugitiva.
Las explicaciones tras un “no me llamó más y no respondió a mis mensajes” pueden ser también otras, pero nos atrevemos a decir que el síndrome de Cenicienta es un factor que se esconde tras un porcentaje importante de “ghosteos” y abandonos diversos en las relaciones, en tiempos de aplicaciones que favorecen lejanías y anonimatos.
Se sabe que el amor cuando se abre camino va mostrando lo que somos, y si no nos llevamos bien con nosotros mismos nos disfrazamos de otra cosa para que, al menos, no duela tanto la cuestión.
En general, lo que surge después de las 12 no es tan malo. O, si lo es, bien vale ponerlo a la luz del sol para poder sanarlo de alguna manera. En definitiva, no se puede vivir a fuerza de encantamientos y magias con tope horario. Y algún día habrá que quedarse en la fiesta y ver qué pasa después de las campanadas.
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Gafas inteligentes
Un nuevo y sofisticado capítulo se escribe en la historia de las tecnologías wearables: llegan las gafas que permiten escuchar música, sacar fotos y recibir llamadas telefónicas. ¿Cómo? A partir de la fusión Ray Ban- Facebook para resignificar modelos emblemáticos como los Wayfarer y Round. Se trata de versiones en cinco colores y lentes transparentes, de sol, transition o graduados. Los anteojos cuentan con cámara 5mp, una luz led que da aviso al momento de grabar, y tres micrófonos para mejorar el sonido de las comunicaciones y los videos. Además, tienen una app para editar y compartir contenido con otras redes.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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