Múltiples tipos de cambio y desdoblamiento, ¿qué efectos tienen?
Santiago Bulat
Mariano Enriquez
1. Precios y cantidades. ¡Quién pudiera elegir siempre el mayor precio para vender sus bienes y el menor precio para comprarlos en cantidades ilimitadas! Lamentablemente, la teoría económica nos pone una traba y es que controlar precios y cantidades al mismo tiempo es un imposible. Pretender que los importadores puedan comprar a un tipo de cambio bajo y que los turistas accedan a venir a ese mismo valor, sabiendo que hay otros paralelos más altos que les permitirán acceder a más bienes y servicios, parece difícil. Obligar a liquidar a ese mismo tipo de cambio a quienes realizan trabajos para el exterior es poco atractivo para lograr que esas divisas ingresen al país. Los múltiples tipos de cambio son poco deseables, porque el costo de querer evitar una crisis de balanza de pagos puede generar efectos negativos.
2. Tipos de cambio. Históricamente, los múltiples tipos de cambio se han usado para dos propósitos principales. Primero, como un intento de mitigar las presiones de la balanza de pagos (los dólares que entran y salen de la economía). Segundo, para la asignación de recursos a entidades o sectores específicos sin tener que recurrir a métodos más directos de impuestos o subsidios. A mediados de la década de 1950, alrededor de dos tercios de los países miembros del FMI mantenían esquemas múltiples; luego el número se redujo, de la mano del crecimiento global. La lógica de desarmar los tipos de cambio múltiples es que tenerlos no resuelve los problemas que conducen a los desequilibrios de la balanza de pagos, sino que solo retrasan el impacto de las presiones.
3. Consecuencias. Mantener de jure una política de tipo de cambio que de facto no es sostenible conduce a distorsiones, que reflejan las políticas macroeconómicas y los desequilibrios subyacentes. Cuando los tipos de cambio paralelos alcanzan una brecha muy alta, las distorsiones se ven en todos los mercados y se acrecientan. Los préstamos a empresas con alta dependencia importadora se contraen, las inversiones desde el exterior merman y los ingresos de divisas por la cuenta de servicios dejan de considerar el tipo de cambio oficial como una opción. Los niveles de brecha cambiaria que rondan el 140%, llevaron a que la balanza comercial haya sido negativa en junio, pese a estar en los mejores niveles de intercambio de la historia para nuestro país. Esto ocurrió dadas las importaciones fomentadas por demás. El siguiente impacto se da en la inflación, porque las empresas deciden elevar los precios como una acción de cobertura, ante una eventual devaluación o el potencial cierre de importaciones.
4. Desdoblamiento formal. Los diferentes tipos de cambio con trabas en las importaciones y la implementación de impuestos que tienden a aumentar a medida que se atrasa el tipo de cambio, son políticas poco utilizadas en el mundo. Uno opción, tampoco deseada pero quizás más estudiada, es la del desdoblamiento cambiario formal, que tendría un impacto inicial sobre los costos de las empresas, pero que podría dar algo más de certeza y permitiría al Banco Central acumular reservas. Bajo este esquema habría un mercado financiero (entrarían las deudas financieras de las empresas) y turístico, libre y legal para todas las transacciones que no se hagan en el mercado comercial, que tendría mayor control del Banco Central.
5. Política fiscal. Lo anterior sigue siendo una solución intermedia a un tipo de cambio único, que pueda fluctuar condicionado a los vaivenes de los precios internacionales y de los flujos que ingresen por la cuenta financiera. A fin de cuentas, el problema sigue girando sobre el desahorro público y la falta de confianza en la política, que deberá restablecerse para que haya normalidad en el mercado cambiario.
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