domingo, 24 de julio de 2022

HISTORIA EN PRIMERA PERSONA




José Luis Machinea y el Plan Austral: lágrimas, secretos y traiciones en una batalla épica contra la inflación
Raúl Alfonsín, José Luis Machinea y Juan Sourrouille
En junio de 1985, el equipo económico de Raúl Alfonsín implementó una política de shock que consiguió el milagro de congelar los precios, pero era un gobierno al borde del abismo y el alivio no duró mucho
Astrid Pikielny
“Apenas tuve el dato de que la inflación había bajado casi a cero fui a verlo a Juan [Sourrouille]. Cuando se lo dije, se puso a llorar. Y yo me puse a llorar con él. Esa era la tensión que se vivía en ese momento”, dice José Luis Machinea sobre los días posteriores al lanzamiento del Plan Austral, el 14 de junio de 1985.
Ahora, 37 años después, sentado en el living de su casa y rodeado de fotos familiares, Machinea reconstruye los meses previos y posteriores al programa económico que “congeló todo”, reemplazó al peso por el austral y domó transitoriamente la inflación.
Para el ministro de Economía Juan Sourrouille y su equipo la presión de aquellos tiempos fue constante: el programa que habían diseñado “era a todo o nada”. Por eso el llanto compartido. “Tenía que ver con el nerviosismo que teníamos todos de ver si esto funcionaba porque si no funcionaba no sé qué pasaba con el país. Y con Alfonsín en particular. Alfonsín hizo esas cosas que hacía él: tomó una decisión muy complicada en una hora. Si este programa hubiera salido mal hubiera sido un desastre y podría haber terminado el gobierno. Fue una decisión abismal”, sostiene Machinea, en ese entonces subsecretario de Política Económica, que evoca ese momento angustiante con la voz entrecortada.

La tapa de LA NACION del 15 de junio de 1985
Pocos días después de haber lanzado el programa shock de estabilización macroeconómica que congeló precios, tarifas, tipo de cambio y salarios, y reemplazó el peso argentino por el austral, los informes mostraban que la inflación había bajado de 30% mensual a 6%. “Y como estábamos a mitad de mes, se podía estimar que la inflación había bajado casi a cero”, recuerda Machinea sobre aquellos días en que lograron, después de mucho tiempo, respirar aliviados.
El doble desafío de consolidar la democracia y estabilizar la economía le dejaba a Alfonsín y su equipo económico un margen de acción acotado. En esa situación de emergencia, la solución que imaginaron solo podía ser drástica. Alfonsín decidió la salida de Bernardo Grinspun y convocó a Juan Sourrouille a asumir el Ministerio de Economía en febrero de 1985.
Al departamento en Pinamar en el que veraneaba Sourrouille, se sumaron Machinea, Adolfo Canitrot y Mario Broderson y comenzaron a trabajar en un plan posible que debía mantenerse en estricto secreto. La Argentina arrastraba una crisis estructural de décadas y el descalabro de la economía era elocuente: 20% de inflación mensual con una aceleración en alza, enorme déficit fiscal, niveles de gasto equivalentes a dos puntos del producto y el peso de la deuda externa. “La inflación se aceleraba y la Argentina estaba cerca de la hiperinflación”, detalla Machinea.
José Luis Machinea
“A nosotros no nos conocía nadie. A Juan un poquito más, a Adolfo Canitrot también, pero en general no éramos conocidos en el ambiente. Por lo tanto, nosotros necesitábamos un apoyo, alguien que nos pusiera un sello y dijera que estaba de acuerdo”. Ese alguien fue el Fondo Monetario Internacional.
En abril de ese año el equipo económico viajó a los Estados Unidos con la misión de conseguir ese aval. Sourrouille, Machinea y Brodersohn se sentaron frente a Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal; Jacques De Larosière, director gerente del Fondo Monetario Internacional, y David Mulford, subsecretario del Tesoro para América Latina. Los argentinos debían convencerlos de que el plan diseñado iba a funcionar.
El día que Machinea anuncia que el Plan Austral había bajado la inflación al 6%
“La reunión duró tres horas. Volcker fue clave en todo el proceso, él estuvo de acuerdo, pero la gente del Fondo tenía muchas dudas porque el programa incluía, entre otras cosas, congelamiento de precios y del tipo de cambio”, dice. El equipo económico volvió a Buenos Aires y Machinea se quedó en los Estados Unidos un tiempo más, envuelto en un sinfín de negociaciones y conversaciones que no eran alentadoras. Cuando aterrizó nuevamente en Buenos Aires, se pusieron a trabajar. “Y ese fue el comienzo de la historia”.
Aquel viaje de Machinea a los Estados Unidos para negociar fue el primero de muchos otros a lo largo de su gestión. Eran viajes relámpago, en general, por apenas dos días. En la reconstrucción de aquella época se cuela un recuerdo personal. “Cada vez que abría la valija y la dejaba en el piso, mi hija de un año y medio se metía adentro y no quería salir. Su papá se iba de nuevo”, recuerda Machinea. “Me emociono todavía hoy”.
Un plan secreto
Con el plan de “normalización económica” decidido y aún en secreto, Machinea comenzó a reunirse con directivos de las empresas públicas para pedirles que redujeran el déficit. Que se mantuviera en estricta reserva era clave para su éxito. Para entonces, el déficit fiscal equivalía a casi nueve puntos del producto, la inflación había subido casi al 30% mensual y, al compás de las malas noticias, los empresarios remarcaban para protegerse. “Todo el mundo estaba indexado al 25% y si la gente veía que todo estaba enrarecido, indexaba al 27%. No solo había que reducir el déficit fiscal, que era imprescindible, había también que reducir esa inercia. El problema era cómo”.
Raúl Alfonsín, Dante Caputo y Juan Sourrouille
La forma que el equipo económico encontró fue congelar precios, tarifas, tipo de cambio y salarios. Y “congelar todo” de un día para el otro, confiesa, fue la decisión más difícil que tomaron. El programa ya estaba listo para ser anunciado. Algo, sin embargo, alteró los planes. El diario Ámbito Financiero, dirigido por Julio Ramos, publicó la primicia.
“Al principio éramos cuatro los que sabíamos. Después éramos seis, siete, ocho. Y ya a esa altura del partido las personas involucradas en esto debíamos ser diez, porque teníamos que preparar muchas cosas. Y sorprendentemente, todavía, era todo un secreto. Para ejecutar el programa necesitábamos que el Banco Central fuera cambiando ciertas regulaciones. El problema que teníamos era que nosotros no manejábamos el Banco Central, en ese momento a cargo de Alfredo Concepción. Y el que manejaba la parte monetaria del Banco Central era un señor al que le gustaba hablar mucho con el periodismo, lo cual no está mal, pero hay momentos y momentos. ‘¿Alguna novedad?’, le dice el periodista que lo fue a visitar. Dice: ‘Sí, están estos locos de Economía que quieren hacer un plan medio estrambótico’. Y el periodista busca detalles: ¿Y cómo es ese programa?”.
La edición de Ámbito Financiero del 13 de junio de 1985 llevó en su tapa el siguiente título: “Regiría un audaz y severo plan económico”. Esa filtración obligó al Gobierno a declarar feriado bancario y a adelantar las medidas.
Machinea reconoce que no haber tenido el control del Banco Central en ese momento clave había sido un error. Un año después, en agosto de 1986, Machinea asumió como titular de ese organismo, cargo que desempeñó hasta 1989.
El anuncio
Finalmente, el 14 de junio de 1985 Alfonsín y Sourrouille lanzaron el Plan Austral por cadena nacional. En los 34 minutos que duró la transmisión, explicaron las motivaciones y los objetivos del programa. Eran tiempos de decisiones “definitivas”, explicaba Alfonsín. La primera etapa convocaba a los argentinos a dar batalla contra la inflación, “el origen de todas las incertidumbres sociales”. Pero esa lucha contra la inflación debía estar acompañada por reformas estructurales que permitieran resolver para siempre los problemas sistémicos de la Argentina y que incluía, entre otras cosas, el financiamiento genuino del gasto público. Dicho de otra manera: la reducción de la emisión monetaria.
El discurso de Raúl Alfonsín para anunciar el plan Austral, el 14 de junio de 1985
Así lo explica Machinea: “Se congelaba todo, excepto los salarios, inicialmente. Los salarios y las jubilaciones aumentarían 22% por los 15 días transcurridos del mes y por la aceleración de la inflación en los últimos meses. Se creaba una nueva moneda: el austral. La tabla de conversión entre pesos y la nueva moneda permitirían corregir el valor nominal de los contratos previos al cambio de moneda.”
Juan Sourrouille y José Luis Machinea, designado en agosto de 1986 titular del Banco Central
Los resultados fueron inmediatos y la tasa de inflación durante los primeros nueve meses fue de 2,5% mensual, en promedio. Entre la desaceleración inflacionaria y el aumento sostenido de la actividad, la Argentina comenzaba a salir de la crisis aceleradamente. La brecha entre el tipo de cambio oficial y el mercado libre, que era de más del 20% al momento de iniciar el programa, se redujo hasta el 2% en junio de 1986.
Aun así, las tensiones eran permanentes y parte de ellas venían del propio radicalismo. El equipo económico había mostrado que dominaba la inflación casi sin recesión, pero Machinea recuerda que muchos dentro del radicalismo, dentro del peronismo y dentro de los sindicatos decían: “Listo, ya está, terminamos con la inflación. Ahora hay que aumentar los salarios. Ahora hay que invertir para crecer”.
El equipo económico, por el contrario, creía que lo que había que hacer era mantener esa estabilidad en un mediano plazo. Machinea recuerda que esa batalla fue muy complicada. Y, al tiempo, empezaron los problemas originados en tres cuestiones: el aumento del 15% en las jubilaciones en agosto de 1985, antes de las elecciones; el aumento extraordinario en la inversión por parte de YPF, la principal empresa pública del país, y el aumento del 25% de los salarios del personal militar, concedido en un clima de tensiones crecientes originadas por el Juicio a las Juntas.
Alfonsín se sinceró con Sourrouille y su equipo: tenía miedo de un golpe militar, sentía que se encontraba en una situación límite. “Denme algo”, nos dijo. “Y ese algo fue el aumento de los sueldos de los militares”. Algunos le reclamaron al equipo económico haber cedido frente al pedido de Alfonsín. “Pero había que estar en ese momento... ¿qué le íbamos a decir al Presidente? Presidente, no sé si usted está cerca de un golpe de Estado, pero es un problema suyo, yo me dedico a la economía. Esa era la situación. Había que ser duro, pero no loco en ese momento. ¿Quiénes éramos nosotros para juzgar la situación cuando el principal tema del Presidente era sostener la democracia? ¿Qué íbamos a decirle? Era un momento complicado y el objetivo central del gobierno de Alfonsín era sostener la democracia”, reconstruye Machinea.
El presidente Raúl Alfonsín con el presidente de la Junta de la Reserva Federal de los EE.UU., Paul Volcker, el 20 de marzo de 1985
A los reclamos salariales de los militares se sumó el deslizamiento de algunas empresas del sector público que comenzaban a gastar de más e hicieron que la inflación pasara de 2,5 al 4 por ciento. “Decían que había llegado el momento del crecimiento e invertían en crédito. Y eso hizo que en un mes la inflación residual empezara a crecer. Eso complicó la vida. Una vez que arranca el deslizamiento y la inercia inflacionaria todo el mundo dice: llegó la inflación. Hay que empezar a jugar el partido que estábamos jugando”.
Un año después del lanzamiento del Plan Austral, el equipo económico, que en ese entonces no controlaba el Banco Central, advirtió que la inflación se había empezado a escapar. Nuevamente. “Algunos radicales muy cercanos a Alfonsín y también los peronistas, pensaban que había que volver a crecer y no eran conscientes de que bajar la inflación requiere de una disciplina de más largo plazo. Al año empezamos a tener problemas. Yo cuando me fui de ahí al Banco Central, en 1986, ya la inflación era del orden del 100% anual”.
Que la inflación se desmadrara fue dramático. “Fue muy difícil. Hubo diferencias de puntos de vista entre nosotros, pero no hubo peleas y la verdad es que éramos un grupo bastante unido. Por lo tanto, lo vivimos todos con mucha angustia”, reconoce.
Con poco diálogo con el peronismo, el equipo económico, pero especialmente, Machinea, promovió una reunión entre Alfonsín y el líder opositor Antonio Cafiero. “Esa primera reunión fue en mi casa”, recuerda. “Y fue la primera de muchas. Esa relación nos permitió pasar algunas leyes por el Congreso que no podíamos pasar”.
Entrevista a Juan Sourrouille, el 15 de junio de 1985
Machinea comparte un recuerdo que cree no haber dicho públicamente hasta ahora. En ese tiempo, algunos jóvenes radicales y peronistas lo invitaron a cenar y como él no quería ir solo, le pidió Pablo Gerchunoff –jefe de asesores del ministerio de Economía- que lo acompañara. “¿Qué querían los muchachos? Que yo lo reemplazara a Juan y que yo fuera ministro. Yo los escuché y dije: ‘Miren, muchachos: yo llegué al gobierno con Juan y me voy a ir con Juan”. Y después, fui y le conté a Juan. No quería que él se enterara por otro lado. Yo no iba a hacer nada distinto a lo que estábamos haciendo, pero ellos creían que yo tenía mayor capacidad de diálogo o cosas por el estilo”.
En julio de 1988, Cafiero perdió las elecciones internas de su partido y el peronismo se reordenó en torno a Carlos Menem. Ya en plena campaña electoral para la presidencia, Menem, que iba primero en las encuestas, no tardó en postular la nacionalización de la banca, la moratoria impositiva, el blanqueo fiscal, entre otras medidas. “Y la gente empezó a correr, a no renovar depósitos, a no pagar impuestos. Pusimos tasas de interés muy altas, pero cuando vi que estábamos perdiendo la batalla de todos modos, lo llamé a Juan y le dije: ‘Me parece que esto se acabó'. Juan vino a almorzar al Banco Central y de ahí nos fuimos a ver a Alfonsín. Sin anclas, la inflación se espiralizó. El candidato radical, que era [Eduardo] Angeloz, se puso loco. Dijo que había que echarlo a Sourrouille. Y ahí nos fuimos. Esto era febrero del 89″.
Machinea, sobre los encuentros entre Cafiero y Alfonsín
El último suspiro
“Muy duro, muy duro, muy duro”, repite Machinea sobre la agonía del gobierno alfonsinista. Hace una larga pausa y baja la mirada. “Fue terrible”.
Algunos de los que todavía estaban en el gobierno solían ir a la casa de Machinea para hablar de nuevas soluciones. “Un día me llamó Alfonsín: ‘José Luis, ¿qué se puede hacer?’, me preguntó. Estaba mal. Mal. Porque la jugada que había hecho Menem era mostrar que todo iba a ser un desastre. Era incendiario. Después nos enteramos por qué era incendiario: porque el programa económico que iba a presentar él, con las privatizaciones, era imposible de pasar sin incendiar todo antes. Esa es la historia. Una cosa es no decir la verdad de lo que uno va a hacer, que es lo que pasó en España con Felipe González, y otra muy distinta es tomar una decisión incendiaria para que todo se fuera al demonio de tal manera que el peronismo pudiera hacer ciertas reformas que de otra manera eran difíciles de pasar, como vender todas las empresas públicas. Cuando nosotros propusimos el ingreso de capitales privados a las empresas públicas el peronismo se negó. Y luego privatizaron. Y de la peor manera”, recuerda.
El 14 de mayo de 1989, Carlos Menem ganó las elecciones presidenciales, seis meses y medio antes de la fecha establecida para la sucesión. El gobierno radical había enfrentado tres levantamientos militares y 13 paros generales de la CGT. La crisis descontrolada y el caos que sobrevino aceleró el traspaso de un gobierno vaciado de poder en una Argentina agonizante. “Me tiraron el gobierno encima”, dijo Menem.
Para el radicalismo, el peronismo no había hecho otra cosa que arrojar nafta a un incendio de grandes proporciones. El gobierno, incapacitado para tomar decisiones y definir políticas, acortaba los plazos de la sucesión presidencial para evitar mayor caos económico y social.
“Si no se arregla la política no se puede arreglar la economía, acá o en cualquier país del mundo”, dice Machinea sobre el final del encuentro 
¿Habla del pasado? ¿O del presente?
“Algunos colegas míos piensan que la economía arregla todo. No. Tiene que haber un acuerdo político que incluya a una parte importante de los electores para hacer los cambios que requiere la Argentina. Se necesita un consenso generalizado porque sin política, no hay gobierno que pueda sobrevivir”.
Conferencia de prensa de José Luis Machinea
Machinea, hoy
Después del gobierno de Alfonsín, Machinea volvió a la función pública durante la gestión de la Alianza, como ministro de Economía y Hacienda, cargo en el que estuvo hasta marzo de 2001, nueve meses antes de la salida anticipada de Fernando de la Rúa. Entre 2003 y 2007 fue secretario Ejecutivo de la Comisión para América Latina (Cepal). Desde entonces, se dedicó a la actividad académica y la consultoría.
José Luis Machinea
Oriundo de Puerto Madryn, Machinea se doctoró en Economía de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos). En 1983, con la recuperación democrática, se incorporó al Ministerio de Economía en distintos cargos. Primero, como subsecretario de Planificación; y con el nombramiento de Juan Sourrouille al frente de ministerio, en 1985, pasó a ocupar la Subsecretaría de Política Económica. Un año después, en 1986, fue designado presidente del Banco Central, cargo que desempeñó hasta 1989. Machinea es uno de los protagonistas del libro que escribió el sociólogo Juan Carlos Torre, “Una temporada en el quinto piso”, en donde relata los episodios de la política económica de los años de Alfonsín.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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