El ejercicio del poder como un sistema de artilugios
Bernardo Saravia Frías
Ricardo Balbín lo llamó “tacticaje”. La creencia de que el ejercicio del poder puede ser un sistema de artilugios, fuegos de artificio y tangentes, en un interminable corto plazo. Es la psicología criolla llevada al plano de la política, esa que ha caracterizado al partido gobernante desde siempre. El método de acción tiene una víctima imprescindible: la seguridad jurídica. Esta es la razón por la que más de uno la definió como un invento o una excusa para el sometimiento por algún grupo de interés. Cuando se habla tanto de la necesidad de planes macroeconómicos integrales o de estabilización, lo que hay que entender es que no hay salida posible sin algo tan básico como el respeto a este bien jurídico universalmente protegido, que asegura la libertad individual en todos los ámbitos, desde los negocios hasta la vida personal.
Vamos al terreno de lo práctico, en el que todo tiene que ver con todo, de la mano de tres datos que parecen inconexos: la condena del Departamento de Estado de Estados Unidos al juicio político de la Corte; el control de precios por el sindicato de camioneros, y piqueteros, y el canje de deuda por mil millones de dólares.
Además de un actuar espasmódico, el tacticaje concibe un mundo “argentocéntrico” de dicotomías en blanco y negro: lo que pasa en la Argentina queda en la Argentina, sin consecuencias transfronterizas. La globalización es un concepto ajeno, como la tierra girando alrededor del sol para los juzgadores de Galileo. Y claro, son toma dos por sorpresa por una observación elemental de política exterior, que expresa preocupación ante avances por parte del Poder Ejecutivo que en cualquier país del mundo occidental serían violaciones inaceptables.
Abusar de un instituto constitucional para tapar urgencias procesales personales es una asonada institucional lisa y llana; controlar precios con grupos paraestatales es mucho más que grave: es el reconocimiento de un Estado degradado que ya no cumple su rol; e implementar una medida económica en ese marco, fuera de timing, plagada de dudas desde la eficacia y la moral, pues es cuanto menos inoportuno, y cuanto más, un costo absurdo para todos los argentinos. En medio de lo grotesco, después pretenden refugiarse en el concepto de “decisión política no justiciable”.
Sería como jugar con pirotecnia en el living de un departamento con muebles de paja, y pretender que el vecino no observe que hay peligro de un incendio. Y que el pirómano se queje de una intromisión en su vida privada arguyendo, con un guiño pícaro, que tiene dos baldes de agua en la cocina para apagar un eventual fuego. El mundo es uno, no estamos solos. Más que un lugar inhóspito, es un lugar de oportunidades. Y la seguridad jurídica no es una entelequia: es la llave de Mandala para causar el cambio cultural que puede transformar el país. Más, en una áspera variante de la frase a Clinton, alguien diría: “es la seguridad jurídica …”.
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