Israel: democracia en peligro
El gobierno israelí, liderado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, aprobó días atrás una ley que redujo el poder de la Corte Suprema de Justicia para objetar decisiones gubernamentales, iniciando un peligroso camino de debilitamiento de las instituciones más fundamentales de un país.
La coalición gobernante es la más ultraderechista de los 75 años de historia de Israel. Entre sus filas hay miembros de partidos ultraortodoxos, más interesados en acentuar la identidad judía del Estado de Israel que en preservar su componente democrático. Además, integrantes del gabinete han sido imputados por apoyar organizaciones terroristas, así como de ser homófobos confesos que han llamado a la violencia contra poblaciones palestinas.
Las reformas al sistema judicial han disparado protestas jamás vistas en Israel. Por más de 30 semanas cientos de miles de manifestantes desafían lluvia, frío o calor oponiéndose a una reforma que consideran lisa y llanamente un golpe de Estado.
Democracias occidentales como las de Francia y Alemania sumaron sus críticas. El presidente norteamericano, Joe Biden, tras 50 años de apoyo incondicional a Israel, ha reclamado personalmente a Netanyahu que frene la iniciativa y que acuerde con la oposición una reforma que no altere la democracia. La medida también fue recibida con decepción por muchas organizaciones judías de Estados Unidos como la American Jewish Committee y la Anti-Defamation League.
Dentro de la coalición del gobierno israelí hay voces e iniciativas que reducirían los derechos de las minorías del país, principalmente los palestinos con nacionalidad israelí, pero también los derechos de las mujeres y de los grupos Lgbtq, entre otros.
Muchos analistas coinciden en que, en línea con lo sucedido en Hungría, Polonia o Turquía, donde la concentración del poder hace casi imposible remover al presidente a pesar de celebrarse elecciones, Israel pretendería así abandonar progresivamente su carácter democrático, esencial para mantener los fuertes lazos con Occidente y, particularmente, con su mayor aliado en el mundo, los Estados Unidos.
Tal como explicó Raanan Rein, el prestigioso historiador israelí y exvicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, muchos golpes ya no se ejecutan con tanques en las calles, sino por medio de la progresiva erosión de las libertades individuales, mediante el copamiento de la Justicia, los medios de comunicación y el sistema educativo.
De continuar por esta senda, la fractura social puede ser muy perjudicial para el país. Reservistas militares amenazan con no presentarse a sus tareas, la mayor asociación de médicos del país declaró una huelga de 24 horas en protesta por la votación y grupos sindicales amenazan con medidas de fuerza.
El sector que se opone a la reforma está compuesto mayoritariamente por grupos de enorme peso económico, como el tecnológico. La calificadora de riesgo Moody’s ya advirtió sobre las “consecuencias negativas” de la reforma. Tras la votación, cuatro matutinos israelíes publicaron una gran mancha negra en sus portadas con la frase “Un día negro para la democracia israelí”.
Es imperioso que el gobierno israelí reconsidere su avance sobre la Justicia, evite mayores daños a su prestigio internacional y a la cohesión de su población con el objetivo de mantener una sociedad plural, una economía moderna y un sistema político alineado con las democracias de Occidente, acorde con lo establecido en su declaración de independencia.
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