Las confesiones del clan Sena que estremecen a Chaco
Un empleado contó cómo se deshicieron del cuerpo de Cecilia; Emerenciano reconoció la tragedia
Lucila Marin
RESISTENCIA (De una enviada especial).– Gustavo Obregón, una persona de máxima confianza del clan piquetero, contó cómo ayudó a césar Sena a deshacerse del cuerpo de cecilia Strzyzowski. Dio detalles del traslado, de la incineración y, cuatro días después, del intento de ocultamiento de los restos en un río cercano al barrio.
“Yo lo ayudé a cargarlo, porque césar era como mi jefe; el orden de jerarquía era primero Emerenciano, después la señora Marcela Acuña y después césar”, declaró Obregón, que está imputado por “encubrimiento agravado”.
Ante los fiscales, Emerenciano Sena se despegó del hecho, pero reconoció que en su casa había pasado algo “terriblemente aberrante”. Las búsquedas de césar en Google, mientras tanto, lo vinculan a la trama del horror.
RESISTENCIA.– “Andá a ver a casa, parece que hay un cuerpo y tengo miedo porque a César lo vi lastimado, nosotros estamos por salir con Emerenciano, nosotros nos vamos al barrio”, fue el chat que Marcela Acuña, madre de César Sena, le envió a Gustavo Obregón el viernes 2 de junio, cerca de las 17. Ya hacía al menos cuatro horas que Cecilia había sido asesinada.
Obregón, una persona de máxima confianza del clan piquetero, a tal punto que hasta el año pasado hacía de chofer de César Sena cuando iba al colegio secundario, fue el único que se quebró y confesó ante los fiscales haber colaborado para descartar el cuerpo de Cecilia.
En su declaración, a la que se tuvo acceso, relata detalladamente cómo descartaron el cuerpo de la joven de 28 años. Al llegar a la casa se encontró a una empleada doméstica planchando. Una mujer que había entrado a la casa poco antes y no estaba al tanto de que allí habían cometido un crimen. “Estaba buscando por todos lados y me imaginaba mil cosas por esto que me había dicho Marcela sobre este cuerpo”, declaró Obregón. Revisó los baños, dos piezas y recién encontró el cuerpo de Cecilia en el tercer cuarto. “Puedo observar un bulto largo, todo envuelto”, precisó. Fue en ese momento cuando salió “disparado” corriendo afuera y le confirmó a su jefa: “Sí, señora, parece que hay un cuerpo”.
Emerenciano Sena, el jefe del clan y aliado del gobernador peronista Jorge Capitanich, declaró una sola vez en la causa. El piquetero oficialista se despega del hecho, pero reconoce que en su casa de la calle Santa María de Oro 1460 había pasado algo “terriblemente aberrante”.
“Yo quiero dejar en claro que nadie me avisó nada, nadie me dijo nada de todo esto, yo no sabía nada absolutamente de todo esto, de lo que sucedió, que estoy seguro de que es un hecho terriblemente aberrante, pero yo nunca ni tuve idea que podía pasar esto. Soy absolutamente inocente”, dijo Sena el 20 de junio, y no aceptó preguntas de los fiscales que investigan el crimen.
El jefe del clan Sena está preso desde el viernes 9, al igual que su esposa y también referente piquetera, Marcela Acuña. Al día siguiente se entregó también el hijo de ambos, César Sena, pareja de Cecilia. A los tres les dictaron la prisión preventiva como coautores del asesinato ocurrido el viernes 2, poco después de que la joven de 28 años entrara con su novio a la casa de la calle Santa María de Oro.
Acuña fue la que le ordenó a Obregón deshacerse del cuerpo.
Acuña le indicó: esperar a Cesar, no decirle nada a Emerenciano y que le dijera a la señora que estaba planchando que se fuera. Le permitió, además, hablar con Fabiana González, su pareja y también empleada del clan. González llegó a la casa a las 18.
“Le cuento lo que yo había visto, y le digo si quería pasar a mirar, pero Fabiana me dice que no”, relata Obregón, y sigue: “Yo le insisto para que ingrese y vea, a lo cual ella accede, entramos los dos de vuelta, despacito, con miedo, con la linterna del celular nuevamente, y le digo está ahí, marcando dónde estaba. Fabiana mira, se asusta y salimos los dos para afuera”.
Decidieron entonces contactar a Acuña: Obregón la llamó y González fue a buscarla al barrio Emerenciano. César llegó a la media hora acompañado por Rita Romero, una dirigente del partido de sus padres que lo había acompañado a una actividad política en Colonia Elisa. El joven le pidió a Obregón que la llevara a su barrio. ”Fui y vine como tiro; estaba nervioso y no sabía qué hacer. Dejo mi auto en la calle, y la camioneta de él ya estaba metida en el garaje de cola. Ahí me dice: “Gusti, ayudame a sacar esto, tenemos que ir al campo”.
Obregón, que está imputado por “encubrimiento agravado”, contó que al principio se negó. Pero después accedió a cargarlo en la camioneta de César. “Yo lo ayudé a cargarlo, porque César era como mi jefe; el orden de jerarquía era primero Emerenciano, después la señora Marcela Acuña y después César”, precisó. El joven le indicó traer bolsas de basura y un bidón de nafta. Obregón le sugirió ir a una estación de servicio, pero César le contestó, siempre según su declaración en indagatoria: “Yo voy por otro lado, pero te espero más allá por el tema de las cámaras”.
Se dirigieron al campo de la zona de Tres Horquetas, donde Emerenciano Sena tiene un criadero de cerdos. Al llegar, César se ocupó de descargar “la frazada”, cubrirla con leña y las bolsas, rociarla de nafta y prender el fuego. Obregón hacía de campana. “Y pude observar en ese momento que César estaba manipulando dos celulares. Vi por la luz nomás que él escribía en uno y después escribía en otro”, dijo el imputado, aportando otro dato clave para constatar que César utilizaba el teléfono de Cecilia para hacerles creer a sus familiares que seguía con vida.
Acuña, mientras tanto, lo llamaba todo el tiempo. Quería que se dirigieran a la comida familiar, según contó la hermana del líder piquetero, Marcelina, esa noche la familia Sena compartió un guiso. Al llegar, nadie habló del tema. “Cuando nosotros nos fuimos, ese fuego estaba al rojo vivo”, dijo Obregón.
“Después de que César quemara eso, él me hablaba tranquilo, no le pregunté nada yo a él. Inclusive César me decía: ‘Gusti, tenemos que jugar un pool’. Estaba tranquilo. Yo estaba asustado, tenía miedo, tenía respeto y todo junto, y por eso en el momento no salí a hablar ni nada. Era yo contra todo el mundo, porque todos en el barrio decían que César era inocente, inclusive no solo la gente del barrio, también gente de otro entorno. Yo por eso no hice ninguna denuncia ni declaración en ese momento”, relató Obregón ante los fiscales.
Obregón se enteró recién dos días después de que Cecilia, la novia de Cesar, que él conocía, estaba desaparecida. Fue por el video que subió su mamá, Gloria Romero. Agregó en su declaración que al día siguiente volvió al campo con César, a las 6.30. Buscaron las cosas de una exempleada y se dirigieron al barrio Emerenciano para entregárselas. Pareciera que, pese a haber quemado el día anterior allí un cuerpo, continuaron con las actividades programadas.
César le volvería a pedir ayuda recién el martes, el día que la mamá de Cecilia denuncia su desaparición en una comisaría de Resistencia. Lo fue a buscar a su casa, compraron “bolsitas de consorcio” y volvieron al campo. Al llegar, le indicó que le pidiera al casero “una pala ancha”. Se dirigen al lugar donde habían quemado “el bulto”.
“Yo le abro las bolsas a César y él comienza a cargar las dos bolsas, con la pala, juntando las cenizas desde el medio de la quema. Cuando se cargaban las bolsas, en ningún momento vi huesos grandes, pero sí podía observar que había huesos chiquititos”, precisó Obregón. Se retiraron con dos bolsas y se dirigieron al río Tragadero, cerca de allí.
“César desata una y larga todo el contenido de la bolsita, en el límite del agua y la costa. Y después con la otra bolsita, lo mismo, la desata y larga el contenido en el límite del agua y la costa. Finalmente, César dejas las dos bolsitas en la orilla del río, y les prende fuego a las dos bolsitas, con un encendedor”, dijo Obregón ante los fiscales. A la noche sería el turno de la valija y la mochila. Obregón lo buscó a César por su casa y se van al barrio Emerenciano, en donde descartan las pertenencias de Cecilia con el mismo procedimiento. De acuerdo con el relato de Obregón, César las tiró en la última calle asfaltada del barrio y las prendió fuego.
La confesión de Obregón permitió a los investigadores hallar los huesos triturados (que serán sometidos a análisis de ADN) y las pertenencias que la familia de Cecilia reconoció como las que llevaba la última vez que la vieron con vida
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