Capacidades diferentes: aborto y humanidad común
Abogar por leyes que promuevan la igualdad de derechos y promover que se elimine a seres humanos antes de nacer encierra una peligrosa incongruencia
Los espartanos eran formados y preparados físicamente desde niños en el arte de la guerra por aquel Estado griego. La leyenda refiere que aquellos recién nacidos con malformaciones eran arrojados desde lo alto del monte Taigeto, al sur del Peloponeso. Las doctrinas eugenésicas tendían a lograr un "mejoramiento" de la condición humana mediante la eliminación de aquellas personas que nacían con diferentes capacidades físicas o intelectuales.El nazismo llevó esta aborrecible doctrina a su máxima expresión, ejecutando masivamente a millones de seres humanos, en pro de la declarada pureza de la raza aria.
El mundo civilizado condenó y condena duramente estas y otras expresiones racistas contrarias a la naturaleza del ser humano. El mundo entero se escandalizó ante tamaña barbarie, y se puso el acento sobre personalidades del arte, de la ciencia y la cultura que deslumbraron al universo, más allá de sus necesidades especiales personales.
Entre los proyectos de legalización del aborto en trámite hay al menos cinco que incluyen, entre las causales de interrupción del embarazo sin plazo, las "malformaciones fetales graves" y otros que proponen el aborto libre, los cuales, aun sin especificar la causal, obviamente incluyen la posibilidad de impedir el nacimiento de quienes presenten alguna discapacidad, acrecentando en este caso las disposiciones del artículo 86 del actual Código Penal.
Los exámenes genéticos previos, actualmente realizables tomando una simple muestra de sangre de la madre, permiten detectar si existe alguna dificultad genética o de otro tipo en la persona por nacer. En España, por ejemplo, el 90% de los concebidos que padecen síndrome de Down son eliminados a través del aborto. Los médicos aconsejan la práctica, pues temen ser demandados luego por mala praxis si no lo hacen.
En definitiva, corresponde llamar las cosas por su nombre sin disfraces: estamos ante proyectos de ley que proponen la eliminación sistemática de las personas con discapacidad, sea por la causal específica o sea por el aborto libre y sin causa. ¿Cuál es el fundamento de esta eliminación? ¿Que no van a ser "normales"? ¿Qué es lo que mide la humanidad (o la normalidad) de los mortales? ¿Solo la eficiencia, el intelecto, el éxito?
La persona con capacidades diferentes tiene valores que nos enriquecen a todos como personas y tienen muchísimo para dar. Hacen un gran aporte a una sociedad tan materialista y egoísta que olvida frecuentemente la dimensión del amor: la capacidad de amar y la necesidad de ser amados. No se puede valorar al ser humano únicamente por lo que rinde económicamente, entronizando una contracultura del descarte y la exclusión existencial. Estos intentos de darwinismo legislativo nos interpelan en nuestra propia humanidad y nos hacen cuestionar la esencia de lo que define al ser humano.
Ahora bien, desde estas columnas de opinión luchamos y pregonamos incansablemente contra toda forma de discriminación entre las personas, pugnando por eliminar las barreras físicas, educacionales, culturales, laborales y cualesquiera otras que impliquen diferenciaciones por su aspecto o condición física o intelectual. Nuestra legislación es muy rica en normas tuitivas y protectoras de la discapacidad, afortunadamente muy avanzadas, por cierto, y si bien no todas se cumplen como correspondería, la tendencia a evitar toda forma de discriminación se va haciendo carne en nuestra cultura y nos alinea con las convenciones internacionales suscriptas por nuestro país en la materia.
Lo dicho refleja la enorme incongruencia entre matar a las personas con capacidades diferentes indefensas en el vientre materno, aprobando leyes que autorizan dicho homicidio, y a la vez promover la lucha por la igualdad de derechos de las personas con tal condición, reclamando su justa integración en nuestra sociedad y reconociendo que con ellas nos une la humanidad común de nuestra única naturaleza compartida.
La peor de las discriminaciones es indudablemente la que mata al diferente antes de nacer, la que le impide seguir viviendo. ¿Qué clase de civilización nos espera si retrocedemos a aquellas prácticas execrables del pasado que aún hoy criticamos, pero que parecemos no superar debidamente? ¿A tal extremo hemos llegado que la ideología nos ha cegado el intelecto y la sensibilidad?
Ponderamos la inclusión y la celebramos: jóvenes con síndrome de Down que se reciben de bachilleres, que practican deportes, que son artistas, músicos, cineastas, que tienen éxito en emprendimientos laborales que demuestran, con emocionante contundencia, lo inhumano de proponer leyes que decidan eliminarlos en el vientre materno. Cabe esperar que los argentinos seamos mínimamente coherentes con nosotros mismos.
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