DON MARCELO BERBEL, "LA COPLA NUESTRA DE CADA DÍA", Ed. Siringa Libros, 1980.
Berbel nació en la localidad neuquina de Plaza Huincul el 19 de abril de 1925. Hijo de Juan Berbel, inmigrante español oriundo de Andalucía y de María Teresa Arriagada, natural del Neuquén.
El neuquino Don Marcelo Berbel fue un poeta, decidor, recopilador, compositor y músico del folclore, es una de las máximas expresiones de la provincia de Neuquén y de la región patagónica que las amaba con creces.
"¿Por qué debería no olvidarse la cultura patagónica si hemos dejado que se llevaran el petróleo, el gas, la corriente eléctrica, el oro, la plata, la carne? Si hubiéramos defendido todo eso, también habrían escuchado nuestro canto. Pero preferimos que nos ordeñen...”, opinaba en voz alta Don Marcelo defensor de lo patagónico.
Padre de los integrantes del dúo Hermanos Berbel, conformado primero por Néstor Armando Berbel ("Guchi") y Hugo Marcelo Berbel ("Chelito") y luego de la muerte de "Guchi", por "Chelito" y Marité Berbel, logrando llevar su música tanto a escenarios nacionales como del extranjero.
El 9 de abril del 2003 falleció de una afección pulmonar en la capital neuquina.
MILONGA Y RELATO "LA TINA"
"No sé qué necesitaba, fui a buscarlo al galpón viejo,/ galpón digo?, por costumbre, pues ya no tiene ni techo./ Allí encontré tantas cosas que avivaron mis recuerdos,/ un fragua, bolsas viejas, horquillas rotas y cueros./ Un caballete y la sombra de lo que ayer fue mi apero.
"Restos de una rinconera, un torniquete, varillas,/ un freno y varias hebillas colgados de la cumbrera. /Lo que llamó mi atención fue encontrar sobre una silla,/ sin suncho ni agarradera como sentada y sin vida, /en el fondo de ese olvido, la tina de la familia.
"Se me pintó un cuadro de antes en el lienzo del recuerdo,/ cuando la tina en verano era parte de mis juegos,/ ya que si se rebalsaba haciendo un charco en el suelo,/ solía quedarme las horas estudiando a los horneros./Después, se escarchó la ausencia y entró a ganarme el recuerdo.
En esa tina mi vieja lavó un pedazo del tiempo,/ lavó a sus recién nacidos y hasta el sudor de mi viejo./ En esa tina también quedó mi rostro de chico/ cuando desde el agua quieta mi brindó su antiguo espejo.
Hoy que no tengo ni perro ni quien me alcance un amargo,/ se me ganó en el silencio por los recuerdos de antaño./ Sentí no sé qué encontrarme con la tina y el pasado, /ya que si tuviera agua y reflejara mis años, ¡seguro que me vería con otros ojos, llorando!"
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