Parque Chas: es el barrio porteño más nuevo pero mantiene su alma de pueblo
Lo oficializaron en 2005. Pero, entre sus calles circulares con fama de laberintos, los vecinos se enorgullecen de conocerse y hasta pasan las fiestas juntos. Éste es otro mundo, afirman.
Casas bajas y tránsito tranquilo son marcas de identidad del barrio.
Magdalena Eggers dice que lo jura: “Me bajo del subte, camino por Triunvirato, me meto al barrio por La Haya y siento que entro en otro mundo. La relación calle-casa-árbol permanece intacta. Eso no se paga con nada”. Hace treinta y siete años que vivir en Parque Chas le genera algo parecido. Salvo la primera noche: “No pude dormir. Venía de vivir en Charcas y Pueyrredón y no estaba acostumbrada a tanto silencio. Me generó miedo. Soy del campo y la primera sensación fue que el silencio de Parque Chas se parecía al del campo”.
El 29 de septiembre el barrio cumplió 93 años En realidad, formalmente, es un barrio desde 2005. Pero existió desde aquel entonces. Eggers, que es arquitecta y realizó investigaciones sobre el lugar, comenta que los relatos sobre Parque Chas cambian según el punto de vista: desde afuera, muchas veces promovido por la literatura, se lo ve como algo misterioso, que genera temor. Pero desde adentro dicen sentirse protegidos del exterior. Por el barrio sólo caminan los vecinos, casi no hay extraños.
Oasis. "La relación casa-calle-árbol permanece intacta. Además, estamos llenos de pasajes. Las calles angostitas te acercan”, dice la vecina Magdalena Eggers.
“El mundo está cambiando y acá vamos a contramano: nos seguimos conociendo, nos seguimos saludando, seguimos reconociendo al que no es de acá. Estamos a seis cuadras del subte pero vivimos como en un pueblo”, compara Jorge Princic, vecino y DT de uno de los clubes locales. Y la visita y recorrida de Clarín tiene que ver con eso. Con entender qué pasa aquí, más allá de que es común perderse en sus calles circulares, que es de los menos poblados y que con 106 manzanas es de los más chicos de la Ciudad.
Histórico. Oscar Mango, de la Junta de Estudios Históricos, dice: "En 2004 festejaron acá el centenario de Agronomía y nos dolió. Fuimos a la Legislatura y reconocieron al barrio” .
En sus inicios, Parque Chas, barrio copiado a los de los suburbios de Londres, formó parte del “Partido Belgrano”. Más adelante pasó a Agronomía, como un sub-barrio. En 1976, por seis meses, se “independizó”. Pero la dictadura terminaría derogando la ordenanza.
Oscar Mango, 73 años de vida, 73 años de vecino, de la Junta de Estudios Históricos, dice que si bien para los vecinos siempre fue Parque Chas, hubo un día que se hartaron. Y que ese día fue de 2004, el del festejo del aniversario número 100 de Agronomía. “El evento fue en nuestro territorio y nos dolió, nos dio bronca. Nunca habíamos ido a una fiesta de Agronomía y ese día la tuvimos en nuestras calles. A partir de entonces, formamos la Asociación Amigos y la Junta de Estudios Históricos de Parque Chas y empezamos a movernos. Fuimos a la Legislatura y al año nos restituyeron la condición de barrio”. Desde entonces Buenos Aires tiene 48.
Jorge Princic llegó hace 50 años al barrio. Está sentado en la canchita de El Trébol, club en el que dirige. El lugar, rodeado por un barrio atípico, también lo es: está sobre una plaza. Y del otro lado, cruzando Gándara, funciona el club. “Un potrero organizado”, así lo describe.
“Salís de Parque Chas y te volvés loco”, explica. “Por la cantidad de gente, por lo difícil que es estacionar, por lo acelerado que se vive afuera. Acá abrís la ventana y la casa se te airea y, como somos pocos, es difícil que haya cortes de luz”. Jorge corta su relato porque un grupo de chicos, de unos 10 años, frena para saludarlo. Están de guardapolvos; son sus dirigidos. “¿Ves que están solos?”, pregunta y se responde: “Como acá todo es cerquita y casi no hay tránsito, las mamás los dejan”. Todas esas características lo llevaron, junto a sus hermanos, a no querer vender la casa que les dejó su mamá. Prefirieron alquilarla, como suelen hacer casi todos los vecinos. “Si fuera en otro barrio la vendíamos…pero es en nuestro barrio”.
Las leyendas son muchas. Se habla de dos bandas de asaltantes que fueron detenidas tras perderse en sus calles, cuando huían de robar en bancos de Avenida Triunvirato. O de la reunión en la que una vecina propuso colocar carteles para indicar cómo salir a Los Incas o Constituyentes y obtuvo un no rotundo de sus pares.
“Si aprenden a moverse acá adentro, vamos a tener visitantes asiduos y no queremos”, argumentaron. Esos carteles, finalmente, aparecieron. Nadie se hizo cargo de haberlos colocado. Los vecinos sí, pero de sacarlos. Como casi no hay negocios y como sus habitantes se conocen, de noche es común que se toque el timbre de al lado para pedir lo que falta y evitarse ir a comprar a las avenidas. Se dice, también, que en la calle Londres, cada 31 de diciembre, los vecinos cortan la cuadra y sacan las mesas a la vereda y cenan en comunidad. Y que en las “visitas guiadas” es muy común que haya extranjeros.
Otra historia es la de amigos o familiares de locales que van y se la pasan preguntando si alguien vende o alquila. Una demanda hizo que el barrio se encareciera.
Eggers, en su casa, explica por qué un vecino de Parque Chas es un “verdadero vecino”. Se lo conoce, se lo saluda y se sabe cuándo tiene un problema. “Estamos llenos de pasajes. Así como la avenida y el tránsito te separan de las personas, las calles angostitas te acercan. Cada lote suele tener 20 metros de largo. Que no haya fondo incentiva que salgamos”. Eso dice Eggers y dicen sus vecinos. Pero mejor, entrar y conocer.
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