Bella y única entre todas las historias
En una época en la que abunda la literatura chatarra, en que best sellers oportunistas nacen y mueren con la velocidad de un rayo y sin dejar huella ni en la memoria ni en el sentimiento o el pensamiento de sus adormilados lectores, el inglés Julian Barnes ha escrito una bella y conmovedora historia de amor digna de convertirse en clásico. La única historia, ese es su título, narra las memorias de un hombre "de cierta edad", quien recuerda la relación que lo unió a una mujer treinta años mayor que él y casada, y que comenzó, en los suburbios de Londres, en la década del 60 (hippies, Beatles, Mayo Francés, liberación sexual), cuando él tenía 19 años. No se trata de un affaire pasajero ni de una simple explosión erótica. La historia se extenderá a lo largo de más de una década, mientras el protagonista (Paul Roberts) se va adentrando en las peripecias, las exigencias y las realidades despojadas de fantasía de la adultez, y su amante (Susan MacLeod), inicia la curva descendente de la vida atravesando una densa oscuridad.
Una pregunta lo embosca en cada recodo del relato: ¿se puede confiar en el recuerdo? ¿Ocurrieron así las cosas?
Libro de una belleza que encandila, de una sensibilidad exquisita, de una inteligencia aguda, en el que cada palabra es la que debería ser y ocupa su lugar exacto, La única historia parece girar en torno de la pregunta con la cual comienza: "¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?". Sus páginas son una honesta y emocionante exploración de respuestas a ese interrogante.
Pero no acaba allí. Tras la claridad del relato y la precisión de la narración (que se permite el uso de la primera, la segunda y la tercera persona con enorme destreza y justeza) aguardan otros temas. Asoman la relación entre varones y mujeres, las secuelas devastadoras de los modelos de género. También el tiempo y su marcha inevitable tiñen fuertemente el relato.
Pero, sobre todo, hay allí otro interrogante, que se despliega en el tramo final y que acaso sea el gran tema, la delicada, sutil música de fondo que acompaña y signa a todo la novela. ¿La vida es bella, pero triste? ¿O la vida es triste, pero bella? Imposible responder de una sola vez, en una sola palabra, en un minuto. Imposible responder, quizás, incluso al final de la propia existencia. Imposible responder de apuro, con lugares comunes, con palabras ajenas. Dejar abierta esta pregunta, abstenerse de responderla, retirarse con maravillosa discreción después de formularla le permite a Barnes consumar una obra maestra, inspirada, una novela inmortal que, tanto en la literatura como en la propia vida del autor, no puede ser sino una epifanía. Una emergencia espiritual.
La única historia no es una casualidad. Al releer obras anteriores de Barnes (El sentido de un final y El ruido del tiempo) se ve que estaba germinando. Y ya había semillas en libros anteriores, como Amor, etcétera o Hablando del asunto. Creaciones literarias como la suya enaltecen lo humano. Y son bálsamos en tiempos de aspereza y desamor.
S. S.
La única historia no es una casualidad. Al releer obras anteriores de Barnes (El sentido de un final y El ruido del tiempo) se ve que estaba germinando. Y ya había semillas en libros anteriores, como Amor, etcétera o Hablando del asunto. Creaciones literarias como la suya enaltecen lo humano. Y son bálsamos en tiempos de aspereza y desamor.
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