lunes, 24 de junio de 2019

CARLOS M. REYMUNDO ROBERTS, ANÁLISIS CON HUMOR


¡Por fin! Una campaña sin promesas

Carlos M. Reymundo Roberts
Lo vengo diciendo desde hace mucho, y cada vez me convenzo más: se viene, o se vino, una campaña entretenida y distinta. La vamos a pasar muy bien. Por fin, los candidatos desistieron de las tradicionales tres P: planes, plataformas, promesas, que en realidad se podían resumir en dos P: puras patrañas.
Ya nadie cree en eso, y el que cree, se lo tiene merecido. Qué nos van a prometer Cristina y Macri -perdón, Alberto Fernández y Macri; es terrible, no termino de acostumbrarme-, si los conocemos muy bien y sabemos qué nos pueden dar y, sobre todo, qué nos van a sacar. La batalla se libra ahora en otro terreno. Las redes. El mundo virtual. Antes, para lanzarte al ruedo necesitabas estrategas políticos, encuestadores, expertos en imagen, publicistas, recaudadores, punteros. Ahora, lo primero que se busca son nerds: tipos que estén 24 horas frente a la pantalla operando en el espacio digital. Si un día se me diera por ser candidato a algo, lo primero que haría es contratar al mejor productor de memes. Ayer recibí uno por WhatsApp en el que Luis Juez dice que Cristina "tiene menos chance de ganar que Maradona en Pasapalabra".
Ahí, en la pantalla, está toda la verdad. Y toda la mentira. Ahí está lo que dijimos e hicimos todos. Como dice nuestra columnista Florencia Donovan, de la era del carpetazo se pasó a la del archivazo. Alberto Fernández y Massa están resistiendo como pueden el vendaval de registros sobre su vida anterior, radicalmente anticristinista. Pichetto, lo mismo, pero en sentido contrario. Lo de Alberto y Massa me resulta heroico. Por mucho menos, cualquier persona normal ya se hubiese recluido en un convento, deambularía por desiertos, habría cambiado de identidad o pondría un tuit para anunciar su paso a la clandestinidad. Massa, ¿no debería dejar de sonreír? Digo, en esta reencarnación creo que le conviene mostrar otro perfil. Como va a compartir la lista con Máximo Kirchner y connotados camporistas, a los que se supone que hasta ayer detestaba, estaría bueno un cambio de imagen, una caripela algo más adusta, más seriota. Un rictus de cierta incomodidad. Fingida, obviamente. Me imagino que sus asesores estarán estudiando eso. Y también una nueva playlist. Sale Arjona, entra Fito Páez.
El apagón del domingo -para mí, una opereta de Durán Barba dirigida a los que tienen saudades del kirchnerismo- tuvo su inmediata secuela en las redes. Hoy paga más un buen videíto viralizado que un discurso ante multitudes. Hoy no tenés que llenar River, sino ser trending topic. Con el desempleo arriba del 10%, una de las pocas actividades que están floreciendo es la de los expertos en inteligencia artificial aplicada a la política. Un mundo fascinante... y estremecedor. Consiguen información de extraordinario valor y operan para instalar temas o personas, figurar o desfigurar realidades, y borrar huellas. Este año no dan abasto: los están llamando de todas las provincias y candidatos de todos los colores. Hasta de intendencias. Un barón del conurbano pidió que le hicieran desaparecer cierta historia truculenta y deshonrosa de su juventud. La mala noticia es que lo consiguió.
Antes, lo importante era tener los pies sobre la tierra. Hoy, afirmarse en la "nube". Son tiempos de fake news y de deepfake. Noticias falsas, videos falsos, tuits falsos. Desde el tren que no circula por la Argentina sino por California, al presunto posteo de Macri en el Día del Padre. No me extrañaría que un trollsin alma ni códigos tomara el tuit de anteayer de Massa (perdón, Sergio, juro que es la última vez que hoy me ocupo de vos), en el que afirma que "nuestros valores, nuestra historia y nuestra diversidad de pensamientos están representados en ella", y dijera que está hablando de Cristina. Pero no hablaba de Cristina -no por ahora, esperemos un poco-, sino de la bandera. Y cuando la propia Cristina bardeó ese mismo día en Rosario con lo del "hada virginal" no se refería a María Eugenia Vidal, como quisieron hacernos creer los soldados digitales de Marcos Peña, sino a la Xipolitakis.

Las fake news fueron uno de los pilares del triunfo de Trump, cuya pésima relación con la verdad es muy conocida. Estamos entrando en un terreno resbaladizo, inquietante, en el que ya no sabemos qué es cierto y qué es mentira. ¿Es cierto que bajan el dólar, el riesgo país y la inflación, o acaso también el Gobierno contrató a esos expertos en inteligencia artificial convertidos en hit? ¿Es mentira que Florencia Kirchner le atribuye más a su madre que a Bonadio los trastornos por los que está pasando? Un obispo dijo ayer que ahora sí el Papa está pensando en venir a la Argentina, probablemente a fines del año próximo o durante 2021. Ni verdadero ni falso. Parece un pronóstico electoral.
Así estaremos durante la campaña: pegados a pantallas y pantallitas, que son, como dije, el campo de batalla de estos tiempos. La encuesta es digital: los votos se miden en clics, likes, retuits y reenvíos. El mantra de los candidatos ha pasado a ser: dirás lo que tengas que decir, pero mejor es que hagas un video viralizable. Sospecho que la fórmula Fernández-Fernández tiene que ver un poco con eso. La señora se siente más cómoda con artes antiguas, como el micrófono, que con destrezas de la posmodernidad. Para ella, su inteligencia no tiene nada de artificial.
Leer esta columna también es una forma de votar. Pero no sé a quién.

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