Entre "minis" y Beatles, el viaje a la Luna
Eran los años sesenta. La década de la minifalda, el amor libre, el rock y los Beatles, la invención del fast food, los panchos y los Minimax, "abuelos" de los supermercados actuales.
Doña Petrona y Juanita transmitían su sabiduría culinaria a miles de televidentes y Pipo Mancera cautivaba a otros tantos con sus Sábados circulares.
En la calle Corrientes, la "intelectualidad" se encontraba en el Lorca y el Lorraine para ver films de Bergman, Fellini y Visconti.
En esos tiempos en los que florecía la confianza en el futuro, el número de la revista Life en español del 11 de junio de 1962 le dedicó 17 páginas, "con fotos y pinturas", a una producción periodística sobre "cómo el hombre irá a la Luna".
Faltaban todavía siete años para que se concretara la hazaña de la que pronto se cumplirá exactamente medio siglo, y las páginas amarillentas de la revista guardada como un tesoro entre otros papeles de la biblioteca familiar adquiere, a la distancia, singular candidez.
Lo que se convertiría en un hito histórico competía por el interés de los lectores con las noticias de la "alta sociedad", de la geopolítica y del espectáculo. La Biblia junto al calefón. En esos días, en Ámsterdam, se había reunido "el conjunto más numeroso de personajes de la realeza en muchos años" para celebrar las bodas de plata del matrimonio de la reina Juliana y el príncipe Bernardo: seis soberanos reinantes y otros 124 nobles habían asistido a banquetes, bailes y paseos por la campiña.
Fidel Castro ya era una figura protagónica y polémica. Luego de 17 meses de ausencia, Marilyn Monroe había perdido siete kilos para recuperar su cintura "de avispa" y reaparecía en el cine junto a Dean Martin.
En esos tiempos en los que florecía la confianza en el futuro, el número de la revista Life en español del 11 de junio de 1962 le dedicó 17 páginas, "con fotos y pinturas", a una producción periodística sobre "cómo el hombre irá a la Luna".
Faltaban todavía siete años para que se concretara la hazaña de la que pronto se cumplirá exactamente medio siglo, y las páginas amarillentas de la revista guardada como un tesoro entre otros papeles de la biblioteca familiar adquiere, a la distancia, singular candidez.
Lo que se convertiría en un hito histórico competía por el interés de los lectores con las noticias de la "alta sociedad", de la geopolítica y del espectáculo. La Biblia junto al calefón. En esos días, en Ámsterdam, se había reunido "el conjunto más numeroso de personajes de la realeza en muchos años" para celebrar las bodas de plata del matrimonio de la reina Juliana y el príncipe Bernardo: seis soberanos reinantes y otros 124 nobles habían asistido a banquetes, bailes y paseos por la campiña.
Fidel Castro ya era una figura protagónica y polémica. Luego de 17 meses de ausencia, Marilyn Monroe había perdido siete kilos para recuperar su cintura "de avispa" y reaparecía en el cine junto a Dean Martin.
Desde las fotos, Audrey Hepburn sonríe acariciando vacas en su finca suiza, pero, eso sí, vestida por Givenchy.
La sección dedicada al programa Apolo, "Gran aventura, flamígero descenso. El próximo paso: hombre a la Luna", con imágenes que parecen surgidas de la pluma de un historietista de imaginación exuberante, muestra un cohete alunizando "hacia atrás" acompañado de un texto que explica que "con las 'piernas' extendidas y un surtidor de polvo levantado por el chorro de gases, la primera astronave tripulada que los Estados Unidos envían a la Luna hace un ígneo descenso (...). Va a posarse sobre una superficie de suaves colinas y abundantes cráteres, alisada por la incesante lluvia de meteoritos. Estrellas de cristalina limpidez acribillan el firmamento sin atmósfera".
Para el anónimo redactor, "la ingravidez, la radiación y los meteoritos más veloces que balas" serían los peligros "siniestros" que habría que desafiar. Y el ilustrador intenta reproducir el "zoológico" de naves, predominantemente esféricas, que se estaban proyectando. "Ocho estrambóticos vehículos -reza el epígrafe- construidos por varias firmas norteamericanas" aparecen en un paisaje simulado; "un taladro andarín de seis patas, destinado a tomar muestras de la superficie lunar, otro andador con articulaciones de goma y una antena de radio por cabeza, un triciclo plegado en un cohete que camina sobre ruedas flexibles amarillas, un globo rodante que obtiene su fuerza motriz de un disco de células solares y otro con 'manos mecánicas'".
La popular publicación imaginaba que el alunizaje se haría con un ala inflable similar a un avioncito de papel. Y que para el viaje de regreso tendrían que echar mano de un desarrollo de los años treinta: el radar.
En un exceso de optimismo, especulaba con que "un problema de gran magnitud" sería proporcionar a los exploradores provisiones para una larga estadía. Lamentablemente, para los que fuimos contemporáneos del primer alunizaje, eso quedó en el terreno de los sueños que ya no alcanzaremos a ver cumplidos. Serán nuestros nietos o bisnietos los que podrán observar -y tal vez hasta viajar a disfrutar- nuevos amaneceres más allá de la Tierra.
N. B.
La sección dedicada al programa Apolo, "Gran aventura, flamígero descenso. El próximo paso: hombre a la Luna", con imágenes que parecen surgidas de la pluma de un historietista de imaginación exuberante, muestra un cohete alunizando "hacia atrás" acompañado de un texto que explica que "con las 'piernas' extendidas y un surtidor de polvo levantado por el chorro de gases, la primera astronave tripulada que los Estados Unidos envían a la Luna hace un ígneo descenso (...). Va a posarse sobre una superficie de suaves colinas y abundantes cráteres, alisada por la incesante lluvia de meteoritos. Estrellas de cristalina limpidez acribillan el firmamento sin atmósfera".
Para el anónimo redactor, "la ingravidez, la radiación y los meteoritos más veloces que balas" serían los peligros "siniestros" que habría que desafiar. Y el ilustrador intenta reproducir el "zoológico" de naves, predominantemente esféricas, que se estaban proyectando. "Ocho estrambóticos vehículos -reza el epígrafe- construidos por varias firmas norteamericanas" aparecen en un paisaje simulado; "un taladro andarín de seis patas, destinado a tomar muestras de la superficie lunar, otro andador con articulaciones de goma y una antena de radio por cabeza, un triciclo plegado en un cohete que camina sobre ruedas flexibles amarillas, un globo rodante que obtiene su fuerza motriz de un disco de células solares y otro con 'manos mecánicas'".
La popular publicación imaginaba que el alunizaje se haría con un ala inflable similar a un avioncito de papel. Y que para el viaje de regreso tendrían que echar mano de un desarrollo de los años treinta: el radar.
En un exceso de optimismo, especulaba con que "un problema de gran magnitud" sería proporcionar a los exploradores provisiones para una larga estadía. Lamentablemente, para los que fuimos contemporáneos del primer alunizaje, eso quedó en el terreno de los sueños que ya no alcanzaremos a ver cumplidos. Serán nuestros nietos o bisnietos los que podrán observar -y tal vez hasta viajar a disfrutar- nuevos amaneceres más allá de la Tierra.
N. B.
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