Peso real: un proyecto ni importante ni prioritario
Juan Carlos de Pablo
En su reciente encuentro en Buenos Aires, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y su par argentino, Mauricio Macri, plantearon que los dos países prevén utilizar una moneda única, que se denominaría peso real. Sería una buena noticia ver que ambos mandatarios se ocuparon de muchas cuestiones relevantes, pero la de la moneda común captó el interés periodístico. Resultaría muy preocupante que solo -o principalmente- se interesaran por una cuestión tan poco importante y nada prioritaria.
Al respecto, consulté al inglés John Fullarton (1780-1849), cirujano y banquero que trabajó en la India. En 1844 publicó Sobre la regulación de la moneda, obra inspirada en la discusión de la ley de bancos, que tuvo lugar en la Cámara de los Comunes de su país entre los partidarios de la escuela monetaria y los de la escuela bancaria.
-¿Qué sostenían cada una de esas escuelas?
-Según Anna Jacobson Schwartz, una autoridad en la materia, "la discusión venía de lejos, ya que en Inglaterra, en la década de 1820, hubo un gran debate sobre si la política monetaria debía regirse por reglas, como proponía la escuela monetaria, o si las autoridades debían aplicar la discrecionalidad, como sugería la escuela bancaria".
-¿Quiénes participaron en los debates? -Defendieron la posición monetaria John Ramsay Mc Culloch, Samuel Jones (Lord Overstone), Samuel Mountifort Longfield, George Warde Norman y Robert Torrens. Mientras que argumentaron a favor de la escuela bancaria John Stuart Mill, Thomas Tooke y yo.
-¿Podría precisar más qué se discutió?
-Sigo con lo expresado por Schwartz: "Para la escuela monetaria, la estabilidad de precios dependía de la cantidad total de dinero, resultante de sumar el stock de dinero metálico y el de moneda en papel. Por lo cual recomendaban regular la emisión de dinero en papel. La escuela bancaria negaba la posibilidad de emisión excesiva de dinero en papel, porque si había emisión de ese dinero es porque había demanda por él, y decían que en todo caso la emisión excesiva afectaría las reservas pero no los precios". El debate no se zanjó nunca y continúa hasta el día de hoy, porque depende de las circunstancias.
-¿Cómo ve la posibilidad de que una entidad supranacional emita el peso real, moneda que se utilizaría en la Argentina y en Brasil, reemplazando a las correspondientes monedas nacionales?
-Quiero creer que el grueso del esfuerzo que implica una visita presidencial no se dedicó a una cuestión que carece de importancia y tampoco tiene urgencia.
-¿Por qué dice eso?
-A los efectos de esta conversación, concentrémonos en dos de las características que tienen que tener los objetos que se usan como dinero. Debe ser un medio de pago de aceptación general, para realizar transacciones, y una reserva de valor, para mantener en el tiempo el poder adquisitivo de una suma recibida en algún momento, que no se quiere gastar de inmediato.
-Comencemos por la primera.
-Supongo que tanto Bolsonaro como Macri desean que se incremente el intercambio internacional entre ambos países. La pregunta es en qué medida la existencia de una moneda única contribuiría a aumentar las exportaciones y las importaciones entre la Argentina y Brasil. Al respecto, le quiero recordar un importante antecedente.
-¿Cuál?
-Hace unos años, por razones ideológicas, autoridades argentinas y brasileñas pretendieron que el dólar estadounidense no se utilizara en el intercambio internacional entre los dos países. Para cumplir ese objetivo, indujeron el uso de las monedas de la Argentina y de Brasil. ¿Qué proporción de las operaciones totales se realizaron en las monedas locales? Solo 1,5 por ciento. ¿Por qué? Porque la modificación de los usos y las costumbres en las transacciones es un proceso lento que difícilmente puede ser forzado por las autoridades.
-¿Y con respecto a la función de la moneda como reserva de valor?
-¿Guardaría usted una cosa tan importante como los ahorros que está juntando para su vejez en pesos reales en lugar de dólares? Seguro que no. Su respuesta es la respuesta típica de los argentinos. Y si no es la de los brasileños es porque, aunque ellos también sufrieron inflación, las tasas de interés nominales nunca son groseramente inferiores a la tasa de inflación, como en la Argentina.
-Pero entonces, ¿no se puede hacer nada para mejorar las relaciones económicas entre ambos países?
-Se pueden hacer muchas cosas, pero con bases reales y no con fantasías. El tratado de Mercosur, firmado en 1991, estipulaba que los países miembros del bloque debían coordinar sus políticas macroeconómicas. Para lo cual, cada uno de ellos debe tener una política macroeconómica. Basta mirar las diferencias en tasas de inflación de los dos países para imaginar la tarea que quienes se ocupen de esta cuestión tienen por delante.
-¿Qué está sugiriendo?
-Que argentinos y brasileños ya tienen suficientes problemas reales como para ocuparse de dificultades que no existen y que bien pueden crear problemas adicionales. Además de que, como digo, la cuestión no tiene importancia ni prioridad; antes de pensar seriamente en crear una moneda única, los técnicos de ambos países deberían analizar qué es lo que está ocurriendo con la economía de los países que desde comienzos del siglo XXI adoptaron el euro.
-Don John, muchas gracias.
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