Mercè Rodoreda, la vuelta de una voz lúcida y sensible
La publicación de la novela Jardín junto al mar confirma a su autora, fallecida en 1983, como una de las más notables escritoras catalanas del siglo XX
"Escribo porque me gusta escribir. Si no me pareciera exagerado, diría que escribo para gustarme a mí misma. Si de rebote lo que escribo gusta a los demás, mejor. Quizás es más profundo. Quizás escribo para afirmarme", reveló Mercè Rodoreda, la escritora catalana más destacada del siglo XX, en el prólogo de una de sus grandes novelas de madurez, Espejo roto (1974). La celebrada autora de La plaza del diamante(1962) y La calle de las Camelias (1966), donde dos jóvenes huérfanas registran el modo en que el entorno social moldea la experiencia, fue considerada por la crítica la "Virginia Woolf catalana" debido al uso de procedimientos formales como el monólogo interior asociado a una cadencia poética del relato. Esta marca de estilo se puede apreciar en la novela Jardín junto al mar (Edhasa), de 1967, que acaba de publicarse en la Argentina con un prólogo de Cristina Bajo.
Rodoreda debió enfrentarse a muchas dificultades para poder concretar su sueño de afirmación y escritura. Nacida en 1908 en Barcelona, hija única de un matrimonio amante de las artes, dejó la escuela a los diez años para cuidar a su abuelo materno hasta su muerte. A los veinte, conoció a Joan Gurgui, su tío, catorce años mayor que ella, que había regresado a Barcelona luego de amasar una pequeña fortuna en la Argentina. Después de obtener una dispensa papal, la pareja se casó y Rodoreda fue madre de un hijo. Con la maternidad, se despertó en ella el deseo de escribir y, a partir de la década de 1930 y hasta su muerte, en abril de 1983, fue lo que hizo. En 1932, publicó su primera novela,¿Soy una mujer honrada?, que cuenta la historia del romance entre una mujer casada y un joven. Al año siguiente, mientras aún cursaba sus estudios en el Liceo Dalmau, comenzó a escribir artículos para diarios y revistas, poemas, obras de teatro y cuentos para niños y adultos.
Antes de la Guerra Civil Española, Rodoreda había publicado cinco libros. De esos títulos, solo rescataría Aloma, de 1938 (otra historia de amor frustrado). Y en 1939, iniciaría un largo exilio por Francia y Suiza que la mantendría alejada de su tierra por más de treinta años.
"Es una heroína de las letras catalanas -dice Eva Jersonsky, profesora y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires-. Exiliada en diferentes lugares de Europa, nunca dejó de escribir, incluso sabiendo que no había un público lector al alcance". Para mantenerse, Rodoreda trabajó mucho tiempo como costurera. "En Latinoamérica en general y en la Argentina en particular, son pocos los que la leen y menos los que la estudian. Aunque su obra se encuentra traducida al español, la autora escribió siempre en catalán, excepto una novela que presentó en castellano en un concurso, pero que terminó publicando en su lengua materna.
Por este compromiso con su lengua aun en los peores momentos de España y el resto de Europa, Rodoreda sigue vigente tanto en las universidades más prestigiosas del mundo como en la agenda académica de diversos países. Es la relación con su patria y con su lengua y su duro recorrido vital, pero también los temas y personajes que presenta en sus obras: la difícil vida de las mujeres en el siglo XX en Cataluña y en España", agrega Jersonsky, que prepara su tesis doctoral sobre literatura catalana del siglo XX.
En un mundo donde solo los hombres tomaban decisiones, Rodoreda dio voz a las mujeres del pueblo. Entre los numerosos reconocimientos que mereció, valoraba en especial el Premio de Honor de las Letras Catalanas, que obtuvo en 1980.
Protagonizada por una pareja de jóvenes que se reencuentra con amigos en una casa de veraneo durante los años 20, la historia de Jardín junto al marguarda relación con su vida. Y el viejo jardinero viudo, personaje narrador y testigo, se vincula con una de las pocas pasiones extraliterarias de Rodoreda (además de la música y la pintura): las flores. Su penúltima obra publicada en vida, Viajes y flores (1980), compila un itinerario mágico por paisajes donde sobresalen esos dones de la naturaleza.
En un mundo donde solo los hombres tomaban decisiones, Rodoreda dio voz a las mujeres del pueblo. Entre los numerosos reconocimientos que mereció, valoraba en especial el Premio de Honor de las Letras Catalanas, que obtuvo en 1980.
Protagonizada por una pareja de jóvenes que se reencuentra con amigos en una casa de veraneo durante los años 20, la historia de Jardín junto al marguarda relación con su vida. Y el viejo jardinero viudo, personaje narrador y testigo, se vincula con una de las pocas pasiones extraliterarias de Rodoreda (además de la música y la pintura): las flores. Su penúltima obra publicada en vida, Viajes y flores (1980), compila un itinerario mágico por paisajes donde sobresalen esos dones de la naturaleza.
" La plaza del Diamante y Jardín junto al mar son dos novelas de la etapa de exilio de Rodoreda. Ambas sufrieron procesos de reelaboración, y la primera comenzada, Jardín junto al mar, fue la segunda en publicarse. La imaginación poética, la delicadeza y la sensorialidad, que son marcas de fábrica de Rodoreda, brillan en los dos libros", dice la escritora e investigadora María Rosa Lojo. "También en los dos casos hay una voz y una mirada en primera persona que percibe el mundo y organiza el relato, y que pertenece a un personaje de los estratos subalternos de la sociedad".
Los héroes y heroínas de los relatos de Rodoreda suelen ser seres anónimos que, como ella, están provistos de una sensibilidad extraordinaria.
D. G.
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