lunes, 2 de marzo de 2020

EDITORIALES,


Cuidar precios sin descuidar la salud
En el combate contra la inseguridad alimentaria tenemos que considerar prioritariamente el valor nutricional y favorecer el consumo de productos frescos
Que tu alimento sea tu medicina, reza una sabia y milenaria máxima atribuida a Hipócrates. Sin embargo, diferentes corrientes pregonan variadas recetas a la hora de proponer alternativas de alimentación saludable.
Definitivamente, se trata de una delicada cuestión con enorme repercusión sobre el potencial de desarrollo de un niño o la longevidad que podrá alcanzar un adulto, por ejemplo.

La llamada canasta básica alimentaria ( CBA) del Indec, compuesta por 64 alimentos -los más baratos en góndola- que proveen 2700 calorías diarias a un varón adulto de 30 a 59 años es en realidad una herramienta de referencia vigente, sin cambios, desde hace 31 años. No se sabe qué pasaría si una persona comiera dichos alimentos durante un tiempo prolongado.
Fue así como nació el Proyecto Czekalinski ( proyectoczekalinski.com), en Córdoba, en el cual seis voluntarios se han propuesto seguir sus recomendaciones durante seis meses, iniciado en octubre 2019, con el fin de medir su impacto real en la salud. Otro grupo seguirá las sugerencias de la Guía Alimentaria para la Población Argentina (GAPA), del Ministerio de Salud de la Nación, una dieta mucho más saludable y nutritiva, y un tercero funcionará como control.
A comienzos de 2014, durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, comenzó a regir por primera vez el programa Precios Cuidados, con el objetivo de acotar las subas de productos de consumo masivo frente a una inflación creciente. Al anclar el precio de algunos fijándolos como referencia, los similares también moderaban la suba en el contexto de la competencia por las preferencias de la población.

La nueva edición de este programa contempla 334 productos de distintas categorías ( argentina.gob.ar/precios-cuidados/listado-de-productos) de los cuales el 60% corresponde a alimentos y bebidas. A través de una aplicación se puede consultar el listado completo, precios de referencia y supermercados adheridos.
La pregunta lógica, que excede el marco económico, nos conduce a ahondar en los beneficios para la salud de muchos productos cuyo acceso se ve favorecido. No se trata de una cuestión menor, ya que el aumento de la obesidad, cada vez más concentrada en los niveles de menores recursos, y el incremento de afecciones crónicas, como las cardiovasculares, la diabetes o el cáncer, resultan preocupantes. Al respecto, el exsecretario de Salud Adolfo Rubinstein destacaba días pasados que más de un tercio del listado de productos de Precios Cuidados corresponde a alimentos y bebidas con exceso de azúcar, grasas o sal, cuando no con alcohol. 
Lamentablemente, se contrarían todas las recomendaciones respecto de las ventajas de alejarse de los productos procesados para aumentar la ingestión de productos frescos, frutas, verduras, legumbres y lácteos, a los que apenas les corresponde un 10% del listado de Precios Cuidados.
La epidemia de malnutrición por exceso en los niños más pobres debería ser otra de las preocupaciones, ya que registra un aumento del 50% respecto de las mediciones de 2005 y que se condice con que 7 de cada 10 escuelas públicas ofrecen productos de pastelería o bebidas azucaradas, a los que los niños acceden, conduciendo al exceso de peso.
El futuro de esta infancia se vislumbra preocupante y amenazado por enfermedades crónicas de la adultez definitivamente ligadas a la sobrealimentación y a la malnutrición así como también a la desnutrición, que se cobra vidas tempranamente o que condiciona el desarrollo.
Chile, uno de los países con mayor índice de obesidad, aprobó una ley de alimentos en 2016, que incluyó regulaciones que restringen la publicidad de los no saludables, la obligatoriedad de incluir advertencias visibles en los envases y la prohibición de la comida chatarra en las escuelas. En los 18 meses siguientes, el consumo de bebidas azucaradas, por ejemplo, cayó un 25%, aunque solo sea una pequeña parte del problema. Muchos países vienen implementando medidas similares y los niños aprenden rápidamente a distinguir qué alimentos evitar a partir de los etiquetados.

En nuestro país, el rotulado frontal de los alimentos y el impuesto a las bebidas azucaradas son dos medidas que no han podido aún concretarse por enfrentar fuertes intereses.
En el combate contra la inseguridad alimentaria tenemos que considerar prioritariamente el valor nutricional de los alimentos y desterrar el preconcepto de que los productos frescos son más costosos que las harinas, los azúcares y los ultraprocesados. Para ello, la educación y una legislación en la dirección deseada son claves. 
Tan importante como que no falte el alimento es que sepamos cuáles son nutricionalmente los más valiosos y que también en esto las políticas públicas apunten a la inclusión. El prestigioso médico Abel Albino destaca acertadamente que el hambre es un síntoma que se cura en 15 minutos, pero la desnutrición es una enfermedad individual y social que requiere 20 años de tratamiento como mínimo. En este terreno, educar es, una vez más, la única alternativa.

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