sábado, 21 de marzo de 2020

EL QUE SABE; SABE...


Aún hay una ventana de oportunidad

Adolfo Rubinstein
Junto con las hambrunas y las guerras, las epidemias son uno de los miedos ancestrales del hombre desde hace 12.000 años, cuando abandonamos los bosques y las praderas, domesticamos los animales y las plantas, y dejamos de ser nómadas. Esta nueva pandemia comenzó en Wuhan, China, en diciembre pasado y creció su número exponencialmente hasta el 23 de enero, cuando Hubei se "cerró" al exterior. Luego, los casos comenzaron a bajar rápidamente hasta la fecha, cuando la epidemia parece contenida.
Sin embargo, fuera de China todo comenzó a descontrolarse hacia mediados de febrero y en algunos países como Irán y varios países europeos como Italia y España en este momento, las cosas se salieron de cauce. Hace 2 semanas, el Covid-19 llegó a la Argentina. Esta epidemia, subestimada inicialmente, escaló en la agenda política, social y mediática, y naturalmente ahora es el foco de preocupación más importante de los argentinos. Hoy estamos en lo que se llama etapa de contención, en que la mayoría de los casos son importados por viajeros que provienen de países con circulación viral. Ya hemos tenido contagios en convivientes de estos casos y probablemente pronto el virus comience a circular en lo que se conoce como transmisión comunitaria , donde ya resulta mucho más difícil seguir la "trazabilidad" de los contactos.
Tal vez sea útil repasar algunas de las cuestiones que hacen al entendimiento de esta epidemia. Su período de incubación parece ser de 5 días, con un rango de entre 1 y 14 días, y su coeficiente de transmisión o contagiosidad son 2/3 personas contagiadas por cada caso. Por esto el número de casos confirmados es siempre mucho menor que el número de casos totales, que incluye también a los que todavía están incubando la enfermedad y por lo tanto no han sido aún diagnosticados. Por ejemplo, el día que cerraron Wuhan, se detectaron 400 nuevos casos, pero en realidad había ya 2500. Al momento del diagnóstico de un caso, dependiendo de la contagiosidad y del período de incubación, puede haber centenares de infectados que aún son asintomáticos. Más allá de ciertos titubeos al inicio de la epidemia, el cierre total en China demostró cómo esta estrategia tan dura de contención pudo mitigar la epidemia hasta ahora. Varios países, como Japón, Taiwán y Singapur, que ya habían sufrido la epidemia del SARS a principios de siglo aprendieron y tomaron medidas drásticas inmediatamente. Hoy el impacto de esta epidemia es significativamente menor que en China.
En contraste, Italia dilató el inicio de las medidas que ya habían tomado China y otros países cuando aparecieron los primeros casos. Aparentemente, el virus circuló varias semanas sin que se testearan o se diagnosticaran los casos, hasta que la epidemia alcanzó una progresión exponencial que estamos viendo hoy y que motivó el "cierre" que se extendió de Lombardía a toda Italia. Lamentablemente, el cumplimiento de las normas de contención y distanciamiento social fue desestimado por una buena parte de la población, hasta que en los últimos días se tomó conciencia, de la peor manera, del impacto sobre la salud y el sistema de salud. En España está pasando lo mismo. Otros países europeos y Estados Unidos parecieran seguir a Italia y España, pero con algunos días de atraso. Esa diferencia, aún de pocos días, si se toman las medidas adecuadas, puede ser crucial para aplanar la curva de crecimiento de casos (mitigación).
Finalmente, veamos qué ocurre con la tasa de mortalidad. Según los datos que reporta la OMS, es del 3,8% de los casos confirmados. Pero esta cifra esconde una diferencia entre grupos etarios -la mortalidad no es la misma en los más jóvenes respecto de los ancianos de más de 70 años, en los que supera 10% de los casos-, además de notables diferencias entre países que testearon masivamente a la población para detectar casos asintomáticos hasta muchos países que no lo han hecho por falta de decisión o falta de recursos. Además, por supuesto depende en gran medida de la respuesta del sistema de salud. Hay países como Italia, con una mortalidad de casi 7% y países como Alemania y Corea del Sur, donde es inferior a 1% . Aun en los mejores casos, la letalidad del Covid-19 es entre 10 y 50 veces más alta que la de la gripe estacional.
Sin tomar medidas de contención y distanciamiento social, la tasa de duplicación de casos ocurre cada 7 a 10 días. Esto es lo que conoce como progresión geométrica y ocurre cuando el virus ya está circulando en la comunidad. Al momento, aproximadamente 80% de los pacientes infectados presentan formas leves, 15% formas más severas que requieren internación en el hospital y 5% presentan formas graves que requieren internación en terapia intensiva. La mitad de estos últimos requieren uso de respiradores. Ningún sistema de salud, aun los más avanzados del mundo, pueden resistir una epidemia de grandes proporciones sin colapsar . Por eso es tan importante tomar medidas drásticas, aunque resulten extremadamente inconvenientes política, social y económicamente, permitiendo así que la curva de crecimiento de casos se aplane y los casos nuevos vayan apareciendo más lentamente para que los servicios de salud se acomoden a este incremento inusitado en la demanda de atención.
Hoy estamos aún en fase de contención sin transmisión comunitaria, aunque probablemente tengamos ya decenas o centenares de casos que todavía están incubando la enfermedad o comenzaron con síntomas y aún no han sido detectados. Que tengamos todavía una gran mayoría de casos importados es una buena noticia, pero no hay que relajarse. El sistema de salud argentino es robusto y está razonablemente preparado para enfrentar esta epidemia, siempre y cuando se anticipen las medidas adecuadas que frenen la progresión de casos.
En la Argentina existen 3100 establecimientos con internación: 1500 públicos y 1600 privados, con aproximadamente 165.000 camas en total. Esto da un promedio de 3,7 camas cada 1000 habitantes. Nuestros hospitales y sanatorios cuentan con aproximadamente 8000 camas de terapia intensiva de adultos (no hay casos graves entre los chicos). Si observamos el estándar de la OMS de 8 camas cada 1000 habitantes, en la Argentina estarían faltando camas, muchas, sobre todo en algunos distritos como la provincia de Buenos Aires, donde se concentra 40% de la población. En cuanto a profesionales, contamos con 8,7 médicos y 7,8 enfermeras cada 1000 habitantes, aunque mal distribuidos, y 2350 médicos intensivistas, que son quienes deberán manejar los casos graves. Si sabemos que hay un déficit de estos profesionales. Tampoco conocemos bien los insumos con que contamos para la protección de los profesionales de la salud (mascarillas y barbijos, gafas, gorras, camisolines, guantes, etc.) ni el equipamiento que se necesita para atender los casos graves (respiradores, bombas de infusión, etc.).
Durante la epidemia de gripe A (H1N1) en 2009-2010, fueron hospitalizadas 14.000 personas por afecciones respiratorias y se notificaron un millón y medio de casos de influenza, 3,5% de la población . Aun cuando hubo más de 600 muertes, su impacto fue considerablemente inferior al que predecían los modelos estadísticos y al causado anualmente por la epidemia de gripe estacional, que ronda las 4000 muertes por año. De todos modos, es crítico prepararse. Si tuviéramos solo 10.000 casos debido a la efectividad de las medidas de contención y distanciamiento social que se están tomando, y este sería un muy buen escenario, implicaría que 1500 pacientes serían internados en hospitales, 500 en terapias intensivas y 250 necesitarían ventilación mecánica. Si tuviéramos un escenario semejante a la epidemia de la gripe A, las cosas se pondrían mucho más feas y el sistema de salud estaría al borde del colapso. Y los grupos más afectados son los ancianos frágiles, que además sufrirán el embate de la gripe en invierno.
Por eso, ahora que estamos en los inicios de la epidemia, la prioridad es tomar todas las medidas, por drásticas que parezcan, para aplanar la curva de aumento de casos reforzando las medidas de contención e implementando medidas durísimas de distanciamiento social . Sin medidas preventivas, el Covid-19 se puede esparcir en muy poco tiempo, aumentando así el riesgo individual con un impacto poblacional muy alto. Como todos podemos contribuir a diseminarlo, tenemos que ser responsables, conscientes y solidarios. Que podamos cambiar las cosas depende de todos.
Exministro de Salud de la Nación

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