jueves, 12 de marzo de 2020

LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO,


Comprar al peso, ¿qué opinarán las mujeres que trabajan?

Preguntas a Millicent Garrett –Doña Millicent, muchas gracias. 

Juan Carlos de Pablo
En Liniers, a mediados del siglo pasado, las galletitas y los fideos se compraban al peso, la lavandina se vendía en botellas que originalmente contenían vino o anís, las verduras se adquirían sucias y las amas de casa concurrían diariamente a la carnicería, porque pocas familias tenían heladera en su hogar. Cocinar llevaba mucho tiempo, como también lavar la ropa y coser; pero la mayoría de las mujeres tenía ese tiempo porque, según el cálculo del producto bruto interno (PBI) “no trabajaba”. ¿Qué impacto tuvo sobre todo esto el hecho de que, desde hace un buen número de años, la participación femenina en la fuerza laboral es muy importante?
Al respecto conversé con la inglesa Millicent Garrett (1847-1929), quien cuando tenía 19 años se casó con el economista Henry Fawcett, profesor, parlamentario y ciego. Millicent se convirtió en los ojos y en las manos de Henry. A raíz de su matrimonio se interesó por la economía.
–Usted es conocida por su labor como divulgadora del análisis económico.
–Así es. En 1870 publiqué Economía política para principiantes y en 1894, Historietas sobre economía política.
Esta última obra se compone de cuatro historias, que ubiqué en una isla desierta, para trasmitir la idea de que la disciplina tiene que ver con principios universales. Las historias ilustran el libre comercio y la división del trabajo, la teoría de la competencia y la del dinero. Planteo las reglas usuales de la teoría cuantitativa, en un contexto en el que los cocos se utilizan como moneda. En materia de divulgación continué una línea iniciada por Jane Haldimand Marcet y Harriet Martineau.
–Además de lo cual participó activamente en favor del sufragio femenino.
–Efectivamente. Entre 1897 y 1918 presidí la Unión Nacional de las Sociedades Femeninas y luego de mi retiro continué haciendo campaña a favor del sufragio pleno, que se consiguió en 1928.
–En la Argentina, el ex presidente Eduardo Alberto Duhalde acaba de proponer que se vuelva a vender a granel y al peso, agregando que esto está cada día más vigente en Europa, pero por razones de cuidado del medio ambiente.
–La preparación y presentación de los alimentos, así como los aparatos domésticos que sirven para cocinar y limpiar el hogar, no es independiente del trabajo que las mujeres realizan fuera del hogar.
–Esto de que las mujeres trabajan es un hecho moderno.
–Le ruego que no nos ofenda. Para ilustrar qué rubros forman parte del PBI y cuáles no, Paul Anthony Samuelson decía en su libro de texto que el jefe que se casaba con su secretaria cometía el antipatriótico acto de reducir el PBI. El ejemplo es simpático, pero induce a error desde el punto de vista histórico.
–Explíquese.
–Oculta el hecho de que, dentro del hogar, muchas mujeres realizan tareas que no corresponden estrictamente al hogar. Antes de la Revolución Industrial, la esposa del agricultor tejía, de manera artesanal, a través del llamado “putting outsystem” que, en su país y en el ámbito urbano, se conoce como “coser a fasón”. La mujer retira géneros, hilos, etcétera, de un establecimiento; luego cose en su casa y entrega prendas en el mismo local. Pero hay más…
–¿Más?
–Efectivamente. Durante la Primera Guerra Mundial, los hombres luchaban en el frente y las mujeres los reemplazaban en las fábricas, las tareas agrícolas, etcétera. Y cuando terminó el conflicto, no se volvió atrás, porque las mujeres no quisieron perder la autonomía lograda. Esto lo documentó Downton Abbey de manera magistral.
–Volvamos a la cuestión de la relación entre cómo se cocina y se limpia un hogar y el hecho que muchas mujeres trabajan fuera de él.
–¿Usted cree posible que una mujer trabaje a tiempo completo, fuera de su hogar, y luego cocine limpiando las verduras y preparando las salsas, y vaya frecuentemente a los comercios por no poder conservar alimentos frescos en su casa, además de mantener limpia la ropa de su familia sin contar con un lavarropas? Yendo más para atrás: ¿usted cree que da lo mismo cocinar con carbón, o con gas de garrafa, que con una cocina a gas conectada a una red de distribución del fluido? Es imposible.
–¿Para qué está el servicio doméstico?
–En los países económicamente desarrollados, particularmente en los Estados Unidos, donde fue inventada buena parte de los enseres hogareños, el servicio doméstico es prohibitivo. Y, donde no lo es, la negociación entre la dueña de casa y la potencial empleada no es independiente de la tarea que le espera a esta última, en función de la disponibilidad de dichos enseres.
–Siempre me pregunté: ¿qué fue primero, la incorporación de la mujer a la fuerza laboral o la invención de la maquinaria que libera energías femeninas y que permite mantener en condiciones al hogar? En otros términos: en este caso, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
–Ignoro, así que lo único que puedo hacer es conjeturar. Lo más probable es que estemos delante de un nuevo ejemplo de interacción. Me explico: la mujer que salió del hogar para trabajar como secretaria, enfermera o vendedora, aumentó la demanda de enseres domésticos; mientras que quien inventó la licuadora y el microondas liberó tiempo femenino para ser aplicado a otros menesteres.
–Esto, parecería, no va a parar más.
–Nunca se sabe, pero es mejor partir de la base de que va a continuar. Déjeme darle otro ejemplo. ¿Cómo buscaban los menores precios por los mismos productos su abuela o su mamá? Caminaban, conversaban con sus vecinas, etcétera. Y solo Dios sabe si podían aprovechar los datos. Ejemplo: si su mamá se enteraba de que en un almacén sito a 10 cuadras de su casa, los sifones (información para imberbes: envases en los cuales se vendía la soda) costaban menos, podría quejarse pero no cambiar de almacenero, porque los sifones eran muy pesados.
–¿Hoy, en cambio?
–La facilidad con la cual, utilizando un celular, se consigue información referida a los precios, sumada a la facilidad con la cual los productos se entregan a domicilio, implica que vivimos en otro mundo.
–¿Está usted diciendo…?
–Estoy diciendo que quien recomienda que se vuelva a vender como se hacía hace algunas décadas, así como quien aspira a que los barrios recobren la vida que tenían entonces, tienen que lograr que la mujer deje de integrar la fuerza laboral. Y, además, prohibir el auto.
–Un par de fantasías.
–Lo cual implica que quien esté pensando en mejorar la vida de los seres humanos, primero tiene que entender por qué las cosas son como son y por qué dejaron de ser como eran. La acción concreta, la que sirve para mejorar la vida de los seres humanos, tiene que basarse en diagnósticos realistas y focalizados. Bastantes problemas tenemos con los problemas que existen para que, encima, nos distraigamos.

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