lunes, 23 de marzo de 2020

LA PESTE EN LA LITERATURA


Todas las pestes, La peste. De Camus al coronavirus, las plagas que imaginó la literatura

En Francia y en Italia se dispararon las ventas de la novela del Nobel francés, punta del iceberg de un tema que atareó a escritores de épocas muy distintas
Gisela AntonuccioLos lectores buscan respuestas en la ficción
Desde su origen en Wuhan, China, el coronavirus se extendió a más de 95 países. Las cifras recuerdan que “no hay área importante de la vida humana que las enfermedades epidémicas no hayan tocado”, como dice Frank Snowden, profesor emérito de Historia de la Medicina en la Universidad de Yale. “Han determinado los resultados de las guerras, y también es probable que a veces sean parte del comienzo de ellas”, sostuvo en una entrevista reciente con The New Yorker.

De narraciones de culturas atacadas por pestes está plagada la historia de la literatura, desde el Antiguo Testamento hasta las novedades editoriales. Algunas de aquellas son distopías escritas más de un siglo atrás, que imaginaron un futuro cercano a nuestros días. La peste escarlata (1912), de Jack London, se sitúa en 2072, sesenta años después de que una epidemia dejó a sus sobrevivientes sumidos en un primitivismo violento. Un maestro que sobrevivió busca rescatar valores perdidos para transmitirlos y recuperarlos en sus nietos.

El último hombre (1826), de Mary Shelley, narra un tiempo futurista; el fin de la monarquía en Inglaterra desata una guerra y con ella la peste en el mundo, con un solo sobreviviente. Ensayo sobre la ceguera (1995), de José Saramago, cuenta la pérdida de visión de la que es víctima una ciudad y donde los enfermos se enfrentan al único propósito de sobrevivir.
 En La montaña mágica (1924), de Thomas Mann, los internos de un sanatorio de tuberculosos se ven empujados, en su encierro, a reflexionar sobre política y crisis sociales en Europa.
En la Argentina, dos libros más recientes ubican a la enfermedad como una pesadilla capaz de poner en jaque la existencia. En Distancia de rescate (2014), de Samanta Schweblin, el campo cambió sin que nadie advirtiera el apocalipsis; las almas se ven obligadas a transmigrar para que algo quede a salvo de la vida humana. 
Y en Cadáver exquisito (2017), de Agustina Bazterrica, un virus afecta a los animales y determina la legitimación del canibalismo, donde la identidad se define por aquello que el mundo come.
Días atrás, el mismo coronavirus se reveló como una profecía cumplida, cuando se recordó que en la historieta Astérix y Obélix el virus está en un capítulo publicado en 2017, en una historia que se desarrolla en Italia.
En estos días se recordó en las redes aquel capítulo de Asterix y Obélix sobre el coronavirus
¿Cuál será la razón del protagonismo de las enfermedades infecciosas en la literatura? ¿Será que permiten construir un arquetipo “perfecto” de sufrimiento, al contar la ambivalencia humana, con su poderío y vulnerabilidad? La peste bubónica del siglo XIV provocó la muerte de hasta 200 millones de personas en África y Asia. En Europa, cerca del 60% de la población pereció. “Tal fue la multitud de los que murieron en la ciudad de día y de noche que fue un asombro escuchar qué se cuenta de ello”, escribió Boccaccio en su Decamerón.

Del siglo XVIII al XX, fue la tuberculosis la enfermedad literaria por excelencia.

Por su parte, en Diario del año de la peste, Daniel Defoe analiza el comportamiento humano durante la epidemia de Londres, de 1664 a 1666. Semejante a Camus, en cuya obra todo es infección, y sin embargo algo de la naturaleza humana se salva. Ocurre cuando el doctor Bernard Rieux descubre un sentido de solidaridad en su imprevista tarea de salvar a los habitantes de Orán, en el año 40 del siglo pasado.

G. A.

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