domingo, 8 de marzo de 2020
TROPEZAR SIEMPRE CON LA MISMA PIEDRA
Entender el pasado para no repetirlo
Diego Guelar
El mundo de 2020 no está en paz ni en guerra. Está cruzado por "tormentas" ambientales, económicas, culturales (y algunas militares). Este siglo tiene la posibilidad de ser más pacífico que el anterior, pero tenemos 10.000 veces más armas nucleares listas para ser usadas en comparación con las existentes en 1950. Por otro lado, el planeta se degrada muy rápido: se disuelven los polos y se sigue contaminando en forma creciente, aunque algunos digan lo contrario.
Del mundo "bipolar" entre Estados Unidos y la URSS pasamos al "unipolar" de la hipersuperpotencia americana, y estamos inaugurando uno que se caracteriza por una "multipolaridad" conducida por un nuevo G-2: Estados Unidos y China. La potencia dominante y la emergente están comenzando un pas de deux donde confrontan, negocian y compiten, tratando de encontrar nuevos equilibrios que los alejen de un choque que, de ocurrir, pondría en peligro la existencia misma del planeta. La "vieja Europa", en tanto, se "latinoamericaniza": se debate entre el "nacionalismo populista" y las "tecnocracias de millennials" (todo indica que ganan los primeros; ¡si lo sabremos nosotros, los "sudacas"!).
En América Latina no hemos podido salir de la ecuación pobreza-estancamiento-inestabilidad política, que nos sigue condenando a la "potencialidad" de nuestras riquezas. Seguimos siendo la "esperanza del futuro", igual que la "primavera árabe", siempre deseada y anunciada, pero reiterando los síntomas de una cultura autoritaria y dogmática (que reconoce como avances que la mujer pueda manejar un auto). El mundo del siglo XX era de blancos y negros; el siglo XXI pasa más por formas variadas del gris que no se atreven a parir una nueva realidad pese a los increíbles avances tecnológicos.
Por debajo del G-2, un grupo de naciones -algunas viejas- como Inglaterra (Brexit), Francia (reformas administrativas), España (federalismo), Rusia (reforma constitucional) o Turquía (expansión en el norte de África y Medio Oriente) buscan mantener un espacio en la mesa de las grandes naciones. Otras, más nuevas, como México, Brasil, la India, Paquistán, Irán y Arabia Saudita dividen sus conflictos regionales sin llegar a alcanzar las ligas mayores.
El caso de la Argentina siempre es particular. Dueños de todas nuestras nostalgias, cada día nos conformamos más con nuestro "péndulo a repetición": ahora la nueva ecuación es "CPV3 = MPV2" (Si Cristina Pudo Volver por 3» Vez, Macri Puede Volver por 2» Vez). Crece el fraccionamiento y cada vez más nos convencemos de que hay viabilidad en el esquema de las "dos Argentinas" con el sueño reiterado de que una va a derrotar a la otra: ¡resolver "la grieta" es la eliminación lisa y llana del otro! La Argentina conoció la "guerra interna" (y la externa) durante la dictadura militar y la "paz relativa" de la transición Alfonsín-Menem. Estos trataron de constituir la "unión nacional". No lo lograron. La historia más reciente es un tobogán interminable hacia la mediocridad y la decadencia.
Necesitamos entender el pasado para no repetirlo. Ese es el sentido profundo de la historia. Por eso tenemos que buscar la verdad. Los apóstoles cristianos decían: " Non possumus non loqui" (no podemos callar). Y la única "verdad posible" es constituir la "unión nacional" con el que tenemos enfrente, aunque no nos guste, por que el "otro" es tan bueno y tan malo como nosotros mismos.
Exembajador en China, Brasil, UE y EE.UU.
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