Che, no se rían que esto se puso fulero
Carlos M. Reymundo Roberts
Se está dando un fenómeno que me preocupa mucho, muchísimo: nadie se está tomando en serio a este gobierno. Lo habrán notado. Las cosas que hace, o deshace, y las que no hace provocan malestar y rechazos, dan lugar a reflexiones, análisis, editoriales, pero sobre todo son tomadas para el lado de la broma o del escarnio. Históricamente, el tono de época, el espíritu de un tiempo –el zeigeist, dirían los alemanes– era dado por grandes pensadores; un Herminio Iglesias, un Aníbal Fernández. Hoy, por los memes. ¿Cómo reflejaron las redes el reforzamiento del cepo, firme candidata al top 10 de las peores decisiones del profesor Fernández? Con una barcaza tipo africana atiborrada de gente: “Argentinos tratando de llegar a la costa uruguaya”. Please, no se rían.
Esta semana fue la apoteosis de las burlas. Por la novedad de que Falabella y Glovo se sumaron a la interminable lista de empresas chicas, medianas y grandes que huyen del país, lo vimos a Alberto frente a una filmina que decía: “Hoy solo se pueden ir las empresas con CUIT terminado en 0 y en 1”. A las célebres placas de “último momento” de Crónica les pusieron “¡La Salada deja el país!”. Otra: “Anuncian que Aerolíneas Argentinas también se va”. Por Dios, cuánta crueldad. Alguien tuiteó que somos el único país en el que por usar Netflix se funde el Banco Central. A un amigo mío súper formal, profesional riguroso, ya lo considero un caso perdido, o, en todo caso, ganado para la causa de los que se toman la realidad en solfa: me escribió el jueves para decirme que “se acabó Miami, se acabó Disney World, vuelve el Italpark”; que hay un nuevo dólar, el dólar Fiat: pasamos del 125 al 147 y vamos a terminar en el 600, y que la única multinacional que planea quedarse es el kirchnerismo.
Es cierto que acaso el principal promotor de este clima de viva la Pepa es el propio Gobierno, con el profesor a la cabeza. El miércoles dijo que “los dólares son para producir, no para ahorrar”; como jodita, es ingeniosa, no lo puedo negar; como tiro por elevación a la dinastía hotelera, que empapela las paredes con billetes de 100 dólares, también. Si cuatro millones de personas compran mensualmente los 200 dólares que permite, o permitía, el Gobierno, estamos frente a una verdadera revolución productiva. También dijo que el progreso personal no es cuestión de mérito, idea disruptiva que quizá debamos entender desde lo autorreferencial. La semana pasada había festejado, en una fábrica de motos, una inversioncita de 5 millones de dólares; para superarse a sí mismo, el miércoles inauguró en San Juan un campamento dentro de un obrador; antes los presidentes asistían a la culminación de obras, no de obradores. En casa acabamos de pintar el living, con lo cual cada vez que suena el timbre pensamos que es él, que viene a inaugurarlo.
¿Conviene seguir interpretando, día tras día, las cosas que dice Alberto? Por ejemplo, para justificar la quita de fondos a la Capital sostuvo que era hora de terminar con la lógica de un país que “se construyó pensando en un puerto del que saliera toda la producción, un centro rico y una periferia empobrecida”; es decir, los fundadores de la patria ya tenían previsto un conurbano plagado de villas, ya soñaban con La Matanza. Sé que no debería estar tan atento a sus declaraciones y discursos, pero me tiento, quizá porque sospecho que un día cercano sus amigos, su familia, Dylan, le van a decir que ya está bien, que no tiene nada de malo no haber sido bendecido con el don de la palabra, de las ideas, de la coherencia; que no les siga dando pasto a las fieras. Una de las fieras, impensada, es su amigo Duhalde, que antes de la asonada policial había pronosticado un golpe, y anteayer confió que lo ve “grogui”, que es como están los boxeadores antes de caer; dijo que debería pedir ayuda y lo comparó con De la Rúa y con él mismo, dos presidentes que no pudieron completar su mandato. ¡Marche para el Cabezón la presidencia del Club del Helicóptero! Otra fiera, fierísima, es Cristina, que cada vez que va a visitarlo a Olivos lo maltrata, lo ningunea; no para hacerlo sentir mal, sino sencillamente para que nunca se olvide de que él es Alberto y ella es Cristina. Él siempre termina disculpándose. Un tierno.
Insisto en que el país no pinta como para que nos tomemos las cosas a la ligera. Por un tuit de Eduardo Feinmann me enteré de que el chelín, la moneda de Somalia, vale más que el peso (cepo al chelín, ya mismo); por los partes diarios que lee Carla Vizzotti, la sacrificada vocera del Covid, ahora sabemos que la cuarentena sin fin va camino de convertirse, o se ha convertido ya, en un estrepitoso fracaso; por la UCA, que en el segundo trimestre se perdieron 950.000 puestos de trabajo, que cuatro millones de personas se sumaron a la pobreza y un millón, a la indigencia, y que se duplicó la cantidad de gente que pasa hambre; por el diario, que se triplicaron los ataques de piratas del asfalto, gente mala que se aprovecha de que la policía está distraída allanando la quinta de Macri. Lo único que funciona en tiempo y forma es el Senado, convertido de hecho en tribunal de última instancia de los expedientes de Cristina. Volvimos mejores, dice Alberto, pero no nos apuren.
Qué bueno tener una columna seria; si fuera de humor se me complicaría.
Cepo urgente al chelín somalí, que hoy vale más que el peso
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