lunes, 28 de septiembre de 2020

MANUSCRITOS,


La mística litoraleña del Negro Aguirre




Hay libros que funcionan como un oráculo.
Una poesía del futuro, la compilación de conversaciones del poeta Juan L. Ortiz (1896-1978) que publicó la Editorial Mansalva, es uno de ellos. A lo largo de diversas entrevistas –con Juana Bignozzi, Paco Urondo, Tamara Kameszain, Ricardo Zelarayán, Guillermo Boido– el célebre autor entrerriano despliega una cosmovisión que excede el lenguaje poético y construye una visión del mundo.

“Juanele es una referencia no solo desde su obra sino de sus ideas. Tan es así que, en lo personal, sigo releyendo a cada tanto ese libro. Su pensamiento es para mí un norte que necesito refrescar siempre”, me cuenta desde Paraná, la capital de Entre Ríos (y la ciudad donde vivió Ortiz desde 1942 hasta su muerte), el pianista, guitarrista, percusionista, cantante y compositor
Carlos Aguirre, que a los 55 años es uno de los referentes de la música de proyección litoraleña.



Además de todo eso, Aguirre es el factotum, junto al flautista Luis Barbiero, del sello Shagrada Medra. Aunque no tiene un significado preciso, el nombre de la etiqueta es el fruto de una experiencia onírica, con una doble interpretación. Por un lado, la concreción del sueño de una plataforma musical propia, anhelo compartido con el violinista santafesino Ramiro Gallo, que formó parte de la experiencia en sus instancias seminales. Por el otro,
Shagrada Medra propone una vinculación entre el arte y lo sagrado. Una mística apócrifa que funciona como el soporte para diversas expresiones de la música folclórica en general, con especial foco en las del litoral.
Mi querido y admirado colega Carlos Rodríguez, desde Concordia, con bastante frecuencia tipea “menos mal que existe escribir”, y se despacha con algún texto que une sensatez y sentimientos. Esta semana, a propósito del lanzamiento digital del catálogo de Shagrada Medra, recordó una visita de Aguirre a su ciudad, en diciembre de 2001. “El horno, literalmente, no estaba para bollos. En medio de una patria a la que le costaba parir un corazón me reuní con Carlos Aguirre en la casa de la mamá de Silvina Gómez. Habían llegado esa mañana desde Paraná con Fernando Silva y en la noche tocaban en una salita pequeña de Concordia. El Negro se había hecho un mate y andaba en patas por los pasillos largos del lugar. El termo era blanco y el mate tenía menta peperina. Me regaló un disco que tenía una semilla de tipa dentro del packaging. (...) En medio del caos que sobrevendría algunos días más tarde, entre saqueos, muertos en Plaza de Mayo, Pocho vuelto ángel de los gurises y un futuro incierto e incomprobable, el espectáculo del trío de Aguirre fue un oasis que no podré borrar jamás de mi geología emocional”.



El disco al que se refiere Carlitos es Crema, que inicia una trilogía maravillosa que se completa con Rojo (2004) y Violeta (2008). Más allá de la música maravillosa, ese disco es un objeto impar: la materialización del amor. No se me ocurre mejor modo de definir a esa producción artesanal que incluye una acuarela original de la artista plástica Pamela Villarraza. “De edición en edición fue mudando algunos aspectos de los diseños de esas acuarelas”, explica Aguirre. “Me encanta pensar en que ese disco tiene un proceso vivo, que siempre es distinto en su versión física”.
El gesto, poético y vital, de incluir una semilla, nos lleva de nuevo a Juanele. “Me siento inclinado a la naturaleza en su virginidad”, explicaba el poeta en 1973. “Pero no hablo de la naturaleza tomada en grande, sino de una hojita o de una brizna. Siento a través de la brizna toda la vida que está bullendo alrededor de ella”.
Para desmenuzar el catálogo del sello (con unos 80 títulos) está su renovada página web:
Shagradamedra.com.ar.
El portal incluye nombres (de Jorge Fandermole a Silvia Gómez, de Cecilia Pahl a Coqui Ortiz), fotos y referencias de cada artista. Desde allí, basta con tipear alguno de esos nombres en Spotify u otras plataformas de streaming, y emprender un viaje cautivante.
“Debe ser el hombre más culto de su época”, escribió Paco Urondo sobre Juanele, citando a Pavese. En el libro, las referencias literarias van de Voroncka a Ezra Pound, de Rielke a Supervielle, de Enrique Banchs a Martínez Howard. Igual que compositores como el Cuchi Leguizamón o Manolo Juárez, el Negro Aguirre comparte esa mente abierta, la obsesión por sonar local y global. “Resueno con esa curiosidad que supo compartir el Cuchi en cuanto a pensar la música como una expresión universal y por ende tener una actitud permeable a lo diverso, a otras perspectivas, al rico vocabulario sonoro que surge de los diferentes folclores y corrientes musicales del mundo”. Eso no solo se replica en sus composiciones, sino en el catálogo de su sello, un tesoro a descubrir.
Shagrada Medra nació como un sueño y hoy es un sello con 80 títulos
H. I. 

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