jueves, 24 de septiembre de 2020

LA PÁGINA DE MIGUEL ESPECHE


Tormento y bullying filosófico a un alumno que llegó tarde

Miguel Espeche El autor es psicólogo y psicoterapeuta @Miguelespeche
El muchacho llegó tarde a clase. Le costó caro, porque lo que lo esperaba no lo iba a dejar bien parado. Es que minutos antes la profesora le había tendido una trampa, en connivencia con todos los jóvenes alumnos secundarios que estaban en el aula aprendiendo filosofía.
Había tomado una carpeta verde y preguntado a los chicos y chicas de qué color era la misma. “Verde” contestaron al unísono. Al instante, ordenó la consigna del ejercicio que tenía pergeñado: “Si algún alumno llega tarde… ustedes dirán que esta carpeta es roja”. Los chicos rieron aceptando y fue allí, en seguida, que hizo su entrada el rezagado que, culposo por su tardanza, caminó rápido hacia su asiento.
Siguiendo con la clase, la profesora en un momento preguntó: “¿de qué color es esta carpeta?”. Los alumnos acataron la consigna y, frente a la carpeta verde, uno a uno fueron diciendo “roja” de forma unánime.
Allí fue cuando la pregunta fue dirigida al pobre chico que ya venía mirando azorado la escena. “¿De qué color es esta carpeta?”, le preguntó la profesora. Sin demasiada convicción el pibe dijo “roja”, y al instante el aula estalló en risas.
Para resumir lo que vino después, digamos que el chico quedó como un papanatas, la profesora como una canchera bárbara y los alumnos sintieron alivio por haber llegado temprano a clase ese día.
Hablando de presión ambiental y de la debilidad del ser humano ante ella, la profesora citó a Nietzsche, quien habría dicho que: “el mundo puede dividirse entre dos tipos de personas: las que siguen sus propios deseos y las que siguen los deseos de los demás. Las primeras son fuertes, y no se dejan gobernar por nadie, y las segundas son débiles, y se limitan a hacer lo que dicen y hacen los demás”. Después de la cita, y mirando al compungido muchacho, le dijo “no se preocupe, este es el pan de cada día, somos muy sumisos” para luego referirse a la Alemania nazi y las consignas del régimen, acatadas por la mayoría.
Terminó con una frase de Kant:” el ser humano es el único animal que necesita un amo para vivir”.
Hasta allí la escena, que puede verse en internet ya que proviene de la conocida serie Merlí.
Vienen entonces, con fuerza, las paradojas a la hora del análisis. Es que casi unánimemente el video se entiende como un duro alegato contralamasificacióndeloscriteriosque permitieron la aparición de tiranías terribles. El problema es que lo hace en la misma línea de lo que dice criticar. La orden inapelable de la profesora, el acatamiento de la consigna, la ausencia de matices para pensar la cuestiónporpartedeunamayoríade quienes la interpretan…
Por ejemplo, no hay una ponderación de la violencia del dicho de Nietzsche ofrecido en ese contexto, que deja a todos sin demasiadas opciones: o se es un individuo “fuerte” y refractario al criterio comunitario y a cualquier orden que no sea el de su ombligo, o se es una oveja debilucha, masificada y sumisa.
Entre la masificación pavota, por un lado, y la “individuocracia” ajena a toda inteligencia grupal, por el otro, es habitual vernos artificialmente desgarrados ante este tipo de planteos. Se dejan de lado matices y, por ejemplo, se ignoran milenios de evolución humana en la que la inteligencia, nutrida por la construcción comunitaria, acertaba mucho más de lo que fallaba.
El video, más allá de su enunciado, se rige por lo de siempre: la exclusión y la mirada despectiva de aquello que se ve como “malo”, bajo la mirada de la líder del caso (la profesora) que avala todo el proceso.
Aunque todos digan que el video es bueno, acá decimos que es malo y violento. Y nos la bancamos en un rapto de valentía. Nos tienta sin embargo diluirnos en la mayoría, a la vez que nos preguntamos si el hecho de que tantos hayan visto algo libertario y bueno, en una escena de bullying filosófico sobre un pobre alumno demorado es masificación o producto de una extraña inteligencia colectiva a la cual no tenemos acceso. ●

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