martes, 22 de diciembre de 2020

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En tono de comedia, la reconstrucción de la historia real del robo al Banco Río
M. S.

El robo del siglo fue el último gran éxito de producción argentina que pasó por los cines. A comienzos de este año y cuando pocos imaginaban que la pandemia mantendría desde marzo y hasta hoy las salas cerradas de manera ininterrumpida, la película de Ariel Winograd logró que la representación de un hecho que perdura en nuestra memoria se viviera como una gran experiencia colectiva.
Ese hecho es el robo a una sucursal del Banco Río en la zona norte del conurbano ocurrido en enero de 2006 sin disparar un solo tiro, con el disfraz de una falsa toma de rehenes, un escape casi inverosímil y un botín colosal. La película es la crónica meticulosa de la planificación del robo y el retrato de sus protagonistas, ladrones que se entrenan para convertir el robo en una gran puesta en escena, una gran simulación. Winograd, el mejor director de comedia del cine argentino de los últimos tiempos, asume con pulso firme el manejo de un genuino relato policial pero lo enriquece con apuntes divertidos en los que se detiene la atención del espectador. Lo que consigue el director no es poco: lograr que un puñado de magníficos actores (encabezado por Guillermo Francella, Diego Peretti y Luis Luque) construyan desde sus personajes una gran arquitectura de simulación que en el fondo los lleva en la ejecución del robo a no ser otra cosa que actores representando una comedia.
Con un timing perfecto para la narración, la película reconstruye con lujo de detalles la historia real del robo y se fortalece a partir de otra decisión irreprochable: la de no juzgar a los protagonistas desde ninguna perspectiva moralista. Aquí, lo más importante es la aventura y saber cómo contarla.
Disponible en Movistar Play, Fox Play y Flow


Traffic, el puntapié inicial para sumergirse en el mundo del narcotráfico
M.S.

Esta semana se supo que Steven Soderbergh encabezará el equipo encargado de producir y poner en escena a través de la pantalla la próxima ceremonia del Oscar. La noticia trajo de inmediato la evocación de la única vez en la que el multifacético guionista, productor y director obtuvo la máxima distinción de la industria del cine.
Fue en 2001 como mejor director gracias a Traffic, una película que se adelantó unos cuantos años a la oleada reciente de títulos y aproximaciones desde el cine y la televisión a las historias sobre narcotráfico, con buena parte de su foco central de atención puesto en América Latina. Desde esta perspectiva, Traffic es una referencia insoslayable de todo lo que se escribió y se contó después en términos narrativos y sobre todo a través de la mirada puesta en esa realidad, que incluye tanto a los promotores de ese negocio como a sus infinitas víctimas. Con un intrincado y fascinante abordaje, la película se mueve simultáneamente a lo largo de múltiples capas expuestas a partir de distintas tonalidades fotográficas. Allí están, entre otras, la peripecia de un policía honesto que habita en la frontera entre EE.UU. y México (Benicio del Toro) y las exigencias del alto funcionario estadounidense asignado para la lucha contra el flagelo (Michael Douglas).
Ellos son puntales, junto a un gran elenco bilingüe (la película se mueve todo el tiempo entre el inglés y el español) de una historia que de la mano de un realizador tan lúcido como Soderbergh se hace sobre todo preguntas cruciales sobre el origen del narcotráfico y las dificultades que la sociedad enfrenta para atender sus devastadoras consecuencias.
Disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play

Dos denuncias de corrupción y negligencia contra instituciones públicas
M.S. 

La enorme atracción que despiertan hoy en las pantallas de streaming las investigaciones sobre crímenes reales tiene en la Argentina un antecedente curioso y a la vez fascinante: dos películas en las que Enrique Piñeyro mezcla el espíritu más cabal del entretenimiento y una serie de gravísimas denuncias sobre negligencias e irresponsabilidades de instituciones públicas al servicio de la reconstrucción de hechos que tuvieron a personas inocentes como víctimas.
El primero es Whisky Romeo Zulu (2005), un relato casi autobiográfico (Piñeyro fue expiloto de la línea aérea privada LAPA) que culmina con la tragedia ocurrida el 31 de agosto de 1999, cuando un avión de esa empresa no logra decolar en el momento de su partida con destino a Córdoba y se estrella en una pista del Aeroparque con 76 muertos. El segundo se titula El rati horror show (2010), crónica del drama increíble que vivió Francisco Carrera, un hombre común y corriente inocente que padeció casi 30 años de cárcel a raíz de la manipulación policial y judicial de una causa derivada de la Masacre de Pompeya. Como autor, director e intérprete principal, Piñeyro le dio a la primera de esas obras un espíritu bien dramático y convirtió a la segunda en un documental puro y duro. Pero las dos se unen a través de un hilo conductor: la decisión de Piñeyro de involucrarse en estas historias y develar dentro de ellas los hilos de corrupción, abandono y dejadez con que el Estado pone en riesgo a sus ciudadanos. Todavía es más meritorio en su caso haber logrado poner luz sobre tanta oscuridad con notables recursos cinematográficos.
Ambas obras están disponibles en Youtube

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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