Insólita resolución que contiene peligrosas implicancia
Juan Carlos de Pablo
TOYOTA
Mediante la resolución 330, la Secretaría de Comercio intimó a las empresas a incrementar el nivel de producción hasta el máximo de su capacidad instalada. ¿Qué pudo haber llevado a los funcionarios que la dictaron a disponer algo que ignora por completo el comportamiento empresario? La resolución podrá constituir una mera curiosidad, a menos que genere un ejército de jóvenes inspectores, dedicados a verificar su cumplimiento. Si esto ocurre, se podría transformar en una peligrosa herramienta.
Al respecto hablé con Bagicha Singh Minhas (1929–2005), indio de nacimiento, quien estudió en la Universidad de Punjab y en Stanford. “Viajó a Estados Unidos becado por la Universidad de Punjab, con el compromiso de volver a trabajar en su país natal al finalizar sus estudios.
Si se hubiera quedado en el exterior, como hicieron muchos de sus contemporáneos, seguramente habría realizado más aportes al análisis económico. Pero en 1962 prefirió regresar a la India, ocupándose de relevantes temas empíricos. Su característica más importante fue su integridad, que lo llevaba a hablar de manera directa, utilizando con frecuencia un lenguaje rudo. Los tres lo llamábamos ‘Ustad’, porque tenía todas las cualidades que uno espera de un verdadero Ustad: conocimientos profundos, mente aguda, habilidad didáctica, afecto por los estudiantes y los colegas y por sobre todas las cosas, integridad ejemplar”, explicaron Kirit Parikh, Thirukodikaval Nilakauta Srinivasan y Suresh D. Tendulkar, al escribir su obituario.
–En la literatura especializada usted está asociado con Kenneth Joseph Arrow, Hollis Burnley Chenery y Robert Merton Solow, por una monografía publicada en 1961.
–En 1928, Charles Wiggins Cobb y Paul Howard Douglas dieron a conocer la primera función agregada de producción, que transforma cantidades de los recursos productivos en bienes. Tal función supone que la elasticidad de sustitución entre los factores es unitaria. Lo que hicimos fue plantear una función agregada de producción que supone que la elasticidad de sustitución es constante, pero no tiene por qué ser unitaria. Digo “hicimos” sin detallar la contribución de cada uno de nosotros, aunque destaco que los otros tres autores eran bastante mayores que yo.
–El concepto de función agregada de producción sufrió un duro golpe a mediados de la década de 1960, cuando entre “las dos Cambridge”, más precisamente entre el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Cambridge, Inglaterra, se plantearon la cuestión de la medición del capital y la posibilidad de la readopción de técnicas.
–Así es. Como curiosidad, Paul Anthony Samuelson tuvo que admitir que se había equivocado cuando puntualizó que tal readopción no existía, y medio mundo se le fue encima. ¿Había algo más valioso, en ese entonces, que mostrar que Samuelson se había equivocado?
–¿Qué dice el análisis microeconómico más elemental con respecto al comportamiento empresario?
–Primero y principal, un empresario gana plata produciendo y vendiendo. Si la cantidad óptima de producción y ventas es cero, el empresario no maximiza sus ganancias, sino que minimiza sus pérdidas. El “negocio” empresario consiste en abastecer, no en desabastecer. Solo en condiciones extremas, y por tiempo muy limitado, tiene sentido cerrar una fábrica, o un comercio, colocando en la puerta un cartelito con la leyenda “Cerrado por duelo”, como pasó en su país a mediados de 1975, durante el denominado Rodrigazo.
–Comprendo, pero a la luz de la resolución 330/21 me gustaría que se concentrara en cómo los empresarios encaran la producción.
–La producción de cualquier bien se realiza con mano de obra, equipos propios, insumos, energía, etcétera. Importante asimetría: quien piensa que va a vender menos pizza compra menos harina, o su personal realiza menos horas extras, pero no puede achicar el tamaño del horno.
–¿A qué viene esto?
–En la vida empresaria la inversión es un continuo, pero las inversiones son irreversibles (con huevos se pueden hacer huevos revueltos, pero no viceversa) y producen saltos en la capacidad de producción. Un nuevo motor, como un nuevo modelo de computadora, aumenta de manera significativa la capacidad de producción. De manera que cuando una oficina cambia su sistema de computación, al comienzo le sobra una parte de la capacidad instalada. Ergo, en el corto plazo al menos es imposible utilizar a pleno cada porción de la capacidad instalada.
–¿En qué otro sentido cabe plantear la cuestión de usar al máximo la capacidad de producción?
–En el caso de las producciones discontinuas –como las de autos–, en el número de turnos con los que opera la fábrica. ¿Deben todas las fábricas trabajar dos o tres turnos, para cumplir con la resolución 330/21? Si trabajaran tres turnos, uno de ellos sería nocturno, lo cual implicaría mayores costos de mano de obra. ¿Obligará la Secretaría de Comercio a vender a los mismos precios producciones realizadas a mayores costos?
–¿Qué otras cuestiones pueden llevar a que hoy algunas empresas no utilicen la totalidad de la capacidad instalada?
–La falta de demanda y, también, conseguir dólares al tipo de cambio oficial para comprar insumos importados. Comencemos por lo primero. ¿Qué sentido tiene intimar a un productor a que elabore la máxima cantidad de productos que posibilitan los equipos instalados en su fábrica, si piensa que no los va a vender? Economistas cercanos al oficialismo piensan que todos los problemas se deben a un déficit de demanda. Esto es falso, pero tampoco nos pasemos al otro extremo. Algunas empresas de buena gana fabricarían más si encontraran compradores.
–Del lado de la oferta, está la cuestión de abastecimiento de insumos.
–Que en el caso de los importados, tiene que ver con la posibilidad de que el Banco Central les venda dólares al tipo de cambio oficial.
–La resolución 330/21 supone comportamientos empresarios que están bien alejados de la realidad. ¿Puede transformarse en peligrosa?
–Lamentablemente, sí. Porque aquí y ahora, ¿qué ocurriría si el Poder Ejecutivo lanzara a la calle a jóvenes inspectores, como los que cada tanto verifican la existencia de productos en las góndolas de los supermercados, pero ahora para visitar plantas de fabricación, para constatar que todas las máquinas, todos los motores, todos los montacargas, etcétera, se estén utilizando en su totalidad?
–Eso, ¿qué ocurriría?
–Que labrarían actas, aplicarían multas o harían cosas más terribles, acusando a los propietarios de las empresas de cometer el antipatriótico acto de no utilizar al máximo cada una de las porciones de su capacidad instalada. Si esto ocurriera, a los autores de la resolución 330/21 no habría que calificarlos de ignorantes, sino de cosas mucho peores.
–Don Bagicha, muchas gracias.
–En la literatura especializada usted está asociado con Kenneth Joseph Arrow, Hollis Burnley Chenery y Robert Merton Solow, por una monografía publicada en 1961.
–En 1928, Charles Wiggins Cobb y Paul Howard Douglas dieron a conocer la primera función agregada de producción, que transforma cantidades de los recursos productivos en bienes. Tal función supone que la elasticidad de sustitución entre los factores es unitaria. Lo que hicimos fue plantear una función agregada de producción que supone que la elasticidad de sustitución es constante, pero no tiene por qué ser unitaria. Digo “hicimos” sin detallar la contribución de cada uno de nosotros, aunque destaco que los otros tres autores eran bastante mayores que yo.
–El concepto de función agregada de producción sufrió un duro golpe a mediados de la década de 1960, cuando entre “las dos Cambridge”, más precisamente entre el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Cambridge, Inglaterra, se plantearon la cuestión de la medición del capital y la posibilidad de la readopción de técnicas.
–Así es. Como curiosidad, Paul Anthony Samuelson tuvo que admitir que se había equivocado cuando puntualizó que tal readopción no existía, y medio mundo se le fue encima. ¿Había algo más valioso, en ese entonces, que mostrar que Samuelson se había equivocado?
–¿Qué dice el análisis microeconómico más elemental con respecto al comportamiento empresario?
–Primero y principal, un empresario gana plata produciendo y vendiendo. Si la cantidad óptima de producción y ventas es cero, el empresario no maximiza sus ganancias, sino que minimiza sus pérdidas. El “negocio” empresario consiste en abastecer, no en desabastecer. Solo en condiciones extremas, y por tiempo muy limitado, tiene sentido cerrar una fábrica, o un comercio, colocando en la puerta un cartelito con la leyenda “Cerrado por duelo”, como pasó en su país a mediados de 1975, durante el denominado Rodrigazo.
–Comprendo, pero a la luz de la resolución 330/21 me gustaría que se concentrara en cómo los empresarios encaran la producción.
–La producción de cualquier bien se realiza con mano de obra, equipos propios, insumos, energía, etcétera. Importante asimetría: quien piensa que va a vender menos pizza compra menos harina, o su personal realiza menos horas extras, pero no puede achicar el tamaño del horno.
–¿A qué viene esto?
–En la vida empresaria la inversión es un continuo, pero las inversiones son irreversibles (con huevos se pueden hacer huevos revueltos, pero no viceversa) y producen saltos en la capacidad de producción. Un nuevo motor, como un nuevo modelo de computadora, aumenta de manera significativa la capacidad de producción. De manera que cuando una oficina cambia su sistema de computación, al comienzo le sobra una parte de la capacidad instalada. Ergo, en el corto plazo al menos es imposible utilizar a pleno cada porción de la capacidad instalada.
–¿En qué otro sentido cabe plantear la cuestión de usar al máximo la capacidad de producción?
–En el caso de las producciones discontinuas –como las de autos–, en el número de turnos con los que opera la fábrica. ¿Deben todas las fábricas trabajar dos o tres turnos, para cumplir con la resolución 330/21? Si trabajaran tres turnos, uno de ellos sería nocturno, lo cual implicaría mayores costos de mano de obra. ¿Obligará la Secretaría de Comercio a vender a los mismos precios producciones realizadas a mayores costos?
–¿Qué otras cuestiones pueden llevar a que hoy algunas empresas no utilicen la totalidad de la capacidad instalada?
–La falta de demanda y, también, conseguir dólares al tipo de cambio oficial para comprar insumos importados. Comencemos por lo primero. ¿Qué sentido tiene intimar a un productor a que elabore la máxima cantidad de productos que posibilitan los equipos instalados en su fábrica, si piensa que no los va a vender? Economistas cercanos al oficialismo piensan que todos los problemas se deben a un déficit de demanda. Esto es falso, pero tampoco nos pasemos al otro extremo. Algunas empresas de buena gana fabricarían más si encontraran compradores.
–Del lado de la oferta, está la cuestión de abastecimiento de insumos.
–Que en el caso de los importados, tiene que ver con la posibilidad de que el Banco Central les venda dólares al tipo de cambio oficial.
–La resolución 330/21 supone comportamientos empresarios que están bien alejados de la realidad. ¿Puede transformarse en peligrosa?
–Lamentablemente, sí. Porque aquí y ahora, ¿qué ocurriría si el Poder Ejecutivo lanzara a la calle a jóvenes inspectores, como los que cada tanto verifican la existencia de productos en las góndolas de los supermercados, pero ahora para visitar plantas de fabricación, para constatar que todas las máquinas, todos los motores, todos los montacargas, etcétera, se estén utilizando en su totalidad?
–Eso, ¿qué ocurriría?
–Que labrarían actas, aplicarían multas o harían cosas más terribles, acusando a los propietarios de las empresas de cometer el antipatriótico acto de no utilizar al máximo cada una de las porciones de su capacidad instalada. Si esto ocurriera, a los autores de la resolución 330/21 no habría que calificarlos de ignorantes, sino de cosas mucho peores.
–Don Bagicha, muchas gracias.
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