La nostalgia apátrida de un clásico del siglo XX
E. L.
LIBROS DEL ZORZAL
558 PÁGINAS
1695 $
“Nací en 1881, en un imperio grande y poderoso, la monarquía de los Habsburgo; pero ni lo busquen en el mapa: lo borraron sin dejar rastro”, escribe Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942) en el prólogo de El mundo de ayer. Si se considera que el libro, escrito entre 1940 y 1941, solo pudo ver la luz de manera póstuma, tras el suicidio del autor austríaco en Brasil, y que el prólogo fue lo que concibió en último término, puede entenderse todavía mejor la nostalgia apátrida de este clásico del memorialismo. La nostalgia resulta doblemente fantasmal: la desaparición de aquel firme Imperio Austro-húngaro tras la debacle de la Gran Guerra perduró en una Viena culturalmente cosmopolita a la que la Segunda Guerra estaba dándole la extremaunción en tiempo real.Zweig, gran best-seller de su tiempo, escribió este retrato de un mundo sólido que se desvaneció súbitamente en el aire con engañoso tono autobiográfico. El autor funciona sobre todo como hilo conductor del panorama general. El anecdotario es amplio. El mundo de ayer no está exento de sentimentalismo, un rasgo de estilo que durante décadas condenó al austríaco al arcón de los anacronismos, pero su exhumación de ese pasado es notable. El libro tuvo una curiosa historia editorial, que incluye recortes en la primera versión castellana del propio Zweig. Esta nueva traducción argentina a cargo de Marcelo Burello no solo le hace justicia filológica; también incluye un necesario y rico repertorio de notas para no perderse en un laberinto de nombres y acontecimientos.
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