El litio en la Argentina, ¿solución o problema nuevo?
Estamos ante un paradigma renovado en el que se busca mejorar los efectos ambientales y sociales de la actividad humana
Patricia I. Vásquez Global Fellow The Wilson Center, Washington, DC.
Hay una nueva realidad en el mundo que plantea una incongruencia, y los depósitos de litio de la Argentina están en el centro de la disyuntiva. El calentamiento del planeta se produce principalmente por emisiones contaminantes emanadas de la actividad humana. Paradójicamente, las tecnologías hoy existentes para contrarrestar los cambios del clima y sus devastadoras consecuencias naturales requieren de procesos productivos que también pueden dejar huellas ambientales y sociales importantes.
El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas contaminante que emite la actividad humana, en especial a través de la quema de combustibles fósiles –como el carbón, el petróleo y el gas–, para la generación eléctrica, el transporte y los sectores de manufacturas y construcción. Las emisiones globales de CO2 aumentaron alrededor del 90% en los últimos 40 años. La forma más rápida y eficaz de detener el avance del cambio de clima es eliminando la quema de combustibles fósiles para contener las emisiones de CO2. La agricultura, la deforestación y otros usos de la tierra también generan emisiones contaminantes, pero en menor grado.
Estados Unidos y los países europeos adoptaron ambiciosos programas para reemplazar el transporte a combustión fósil por vehículos eléctricos (VE) y para incentivar el uso de energías renovables –como la solar y la eólica– en reemplazo de la combustión fósil. Washington apunta a la eliminación total de sus emisiones de carbono para 2035, y Europa, para 2050.
Igual que los teléfonos celulares y las computadoras, los vehículos eléctricos requieren de baterías recargables para almacenar la energía que los hace funcionar. También se necesitan baterías recargables para el acopio estacionario de la energía generada por fuentes renovables.
La batería de ion de litio es hoy la tecnología preferida para almacenar la energía de los vehículos eléctricos. Funciona a base de la combinación de litio con otros metales, como cobalto, manganeso y níquel. Las propiedades de la batería cambian según cómo se combinan sus componentes. En la actualidad, los expertos siguen experimentando nuevas combinaciones y metales para mejorar el rendimiento y la seguridad de la batería de ion de litio.
Y aquí es donde se produce la paradoja.
La extracción y el procesamiento de los metales que se usan para fabricar las baterías producen impactos ambientales y sociales. En el caso del litio, su extracción a partir de salares, la práctica que se usa en la Argentina, genera varios interrogantes, en especial: el uso excesivo de agua, sobre todo en zonas de Jujuy, Salta y Catamarca que ya son áridas de por sí; la generación de desechos, y la posible contaminación de acuíferos de agua dulce. En la Argentina, las mediciones sobre el caudal y comportamiento de las fuentes de agua en los salares son aún exiguas como para determinar el grado de impacto de la actividad, máxime cuando cada salar tiene sus propias particularidades, y que el know-how de la industria es todavía embrionario.
Los compromisos de emisión cero asumidos por los países desarrollados ya desencadenaron la aceleración en la producción de vehículos eléctricos y en el uso de energías renovables, lo que va a disparar la demanda mundial de los componentes que se usan para fabricar baterías. Para 2040, la demanda mundial de litio podría aumentar 42 veces la registrada en 2020, según proyecciones de la Agencia Internacional de Energía.
En un pueblo de Serbia, la población local resistió un proyecto de Río Tinto para extraer litio de roca, con el argumento de los impactos negativos en la biodiversidad
Para los países productores de litio, como la Argentina, el incremento de la demanda puede redundar en beneficios económicos.
Pero se teme también por sus posibles impactos socioambientales. Representantes de la sociedad civil y de algunas comunidades de las zonas de producción de litio en la Argentina se oponen por miedo a los pasivos ambientales y sociales. No son los únicos: en un pueblo de Serbia la población local resistió un proyecto de Río Tinto para extraer litio de roca, con el argumento de los impactos negativos en la biodiversidad. En Carolina del Norte, Estados Unidos, el gobierno local prorrogó por 60 días el inicio de un proyecto minero de litio, para tener tiempo de desarrollar normas para mitigar efectos negativos. Hubo casos similares en otros países.
Quienes se oponen al litio seguramente tengan presentes los estragos provocados a lo largo de la historia por la extracción petrolera y minera. Sin embargo, el contexto global actual es diferente y merece una visión distinta. Estamos frente a un nuevo paradigma en el que el litio es un componente importante de un engranaje mundial que busca mejorar los efectos ambientales y sociales de la actividad humana.
A diferencia del pasado, las emisiones de carbono y los pasivos ambientales hoy ponen en riesgo el bienestar de todos, no solo de quienes viven cerca de la zona de extracción. Por ello, las actuales tecnologías, tanto de extracción y refinación de litio como de manufactura de baterías y vehículos eléctricos, no son definitivas, porque constantemente se estudian alternativas más social y ambientalmente amigables. Incluso el litio, hoy centro de la transición energética, eventualmente puede ser reemplazado por otro material menos contaminante. Debido a ello, para países con altos recursos de litio, como la Argentina, la oportunidad es hoy.
La actual revolución energética favorece la economía circular basada en el reciclado, y enfatiza la trazabilidad y descarbonización en la cadena de valor. Los reclamos socioambientales tradicionales de la industria extractiva deberían ser parte intrínseca del nuevo modelo global energético.
La electromovilidad no busca reemplazar caños de escape contaminantes por procesos productivos también sucios. Por el contrario, el bienestar social y ambiental son sus principales propulsores en pos del bien común. De no ser así, quienes se preocupan o padecen impactos negativos por la industria del litio tienen la responsabilidad de aportar ideas y soluciones alternativas para contribuir a la causa global contra el cambio climático, que es un camino de ida.
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