Verano 2023: el Gobierno mira a Brasil; los empresarios, a Punta del Este
Florencia Donovan
El dólar empezó a poner nervioso a más de uno dentro del Gobierno. No porque crean que la suba no tiene fundamentos –en privado, los reconocen–, sino porque temen que tarde o temprano la escalada de la divisa norteamericana despierte, una vez más, las remarcaciones de precios.
La desaceleración de la inflación en noviembre y en diciembre –en Economía esperan poder anunciar que los precios nuevamente escalaron cerca del 5% el último mes del año– es uno de los principales logros que tiene Massa para mostrar internamente ante un kirchnerismo que lo respalda con su silencio. Porque el ministro podrá cerrar 2022 habiendo cumplido con las metas acordadas con el FMI –gracias a los ingresos por retenciones del dólar soja, el déficit primario estará en torno al 2,4% del PBI, por debajo del 2,5% pautado en el acuerdo, según adelantan las fuentes–, pero en el kirchnerismo solo ven en la desaceleración de la inflación y en la paz cambiaria posibilidades de mejorar sus chances electorales.
Es por eso que se descuenta que los controles de precios se extenderán más allá del 31 de marzo, cuando vence, en principio, el programa de Precios Justos. Esta semana, empresarios vieron alguna señal en ese sentido en la resolución 1077, publicada en el Boletín Oficial, en la cual se estableció el modelo de convenio para ser suscripto con las empresas productoras de insumos difundidos en el marco de Precios Justos. En el artículo 8, el texto dice: “Establécese que el Programa Precios Justos creado por el artículo 1° de la resolución N° 823 del 10 de noviembre de 2022 estará vigente hasta el 31 de diciembre de 2023”. No quedan muchas dudas: habrá precios topeados en supermercados hasta el final del mandato de Alberto Fernández.
También en el Gobierno buscaron aplacar cualquier presión sobre los dólares libres. Hubo ventas de bonos a última hora para contener los valores de los tipos de cambio bursátiles, y la asistencia de “manos amigas” en el circuito informal. La foto de final de 2022 tiene que ser lo más perfecta posible, aunque más no sea una foto embellecida solo por efecto de todos los filtros artificiales posibles.
En el equipo económico creen que el mercado de dólar blue se está viendo afectado sobre todo por lo que internamente ellos denominan “el efecto Punta del Este”. Esto es, la cantidad de argentinos de alto poder adquisitivo que en esta época del año salen de vacaciones al exterior –en particular, al otro lado del Río de la Plata– y que, por una cuestión coyuntural, ahora prefieren gastar en cash y no usar sus tarjetas de crédito. Más allá de la suba de los últimos días, el dólar blue sigue estando por debajo del dólar Qatar ($366,95), y además tiene el atractivo de no dejar registro de gastos… Más que nunca, los argentinos con poder adquisitivo se preocupan por quedar fuera del radar de la AFIP.
La presión sobre el circuito informal, creen cerca de Massa, se sostendrá sobre todo mientras dure la temporada alta de vacaciones. Mucho más les inquietan los movimientos de los dólares financieros, como el MEP, que gracias a la intervención oficial, ayer se operó en torno a los $338.
En el mercado, no obstante, existe el consenso por estas horas de que el dólar está barato. El economista Fernando Marull hace una rápida comparación: ajustado por el inflación, el dólar tocó un pico de lo que hoy serían $450 tras la salida de Martín Guzmán, y de casi $500, en octubre de 2020, post-Covid. “Unos $400 es lo que debería valer el dólar si se empieza a desordenar un poco la macro en el verano”, estima el economista. “Hoy, el dólar convertibilidad y a un buen precio de equilibrio está más cerca de $400”, agrega. Similar es la visión del equipo de research del Grupo Invertir En Bolsa (IEB): “Entendemos que el dólar contado con liquidación (el que surge de la compra venta de bonos para hacerse divisas en el exterior) presenta un precio de entrada atractivo y que los riesgos de hacer ‘carry’ (posicionarse en pesos para aprovechar las tasas de interés altas) son elevados. Sus argumentos son varios, pero sobre todo hacen hincapié sobre el impacto que la fuerte emisión de pesos que se hizo para apalancar el dólar soja 2.0, de unos $450.000 millones, tendrá sobre el mercado de cambios. Con el dólar soja 1.0, el contado con liqui subió un 9%; con el soja 2.0, acumula una suba de 7,2%.
Casi todos los tipos de cambio subieron en lo que va del año en torno al 70%, casi 25 puntos por debajo de la inflación, que con el golpe de suerte de noviembre y de diciembre, terminará 2022 en torno al 95% anual.
No parece además que la oferta de dólares del campo vaya a ser abundante en los próximos meses. Especialistas como Santiago del Solar, productor agropecuario y exfuncionario del gobierno de Cambiemos, están advirtiendo que la siembra tardía producto de la seca también hará que los dólares de la cosecha lleguen más tarde de lo habitual. “Normalmente, la plata grande que entra después del trigo es por el maíz de marzo, abril. Pero ese maíz temprano casi no se sembró, con lo cual va a aparecer recién
Casi todos los tipos de cambio subieron en lo que va del año en torno al 70%
Es posible que haya más de una versión de dólar soja en el primer semestre
Nadie acepta por ahora instrumentos que venzan más allá de las PASO
algo con la soja de abril, que también será menos, porque se sembró más tarde, con lo cual habrá que esperar a mayo y junio. Y al mismo tiempo van a estar todos los productores esperando el nuevo dólar soja 3.0”, detalla. “Y si llega a haber un enero seco, ya no sé, sería algo bíblico, nunca visto”, desliza.
En Economía ya se descuenta que habrá un nuevo dólar soja a partir de marzo. Quedan sin vender, estima Del Solar, unos 5 millones de toneladas de soja de la campaña 2021-2022, pero dice, es la soja “die hard” (dura de matar). “Es la más difícil que venda el productor, es la soja sobreviviente del dólar soja 1.0 y del soja 2.0”, aclara. Con lo cual, es posible que haya más de una versión de dólar soja en el primer semestre: uno para captar los dólares en stock y otro, para lo que vaya a cosecharse.
La asunción de Lula en Brasil hace ilusionar a algunos dentro del Gobierno con la posibilidad de algún préstamo puente para sortear cualquier turbulencia. Pero no suena como algo demasiado concreto.
Más allá del dólar, el desafío de los pesos seguirá tan vigente como en todo 2022. “Va a seguir la malaria con los gastos como hasta ahora, tras pero el quilombo es de recaudación”, reconoce, con extrema franqueza, un hombre de Economía. Las retenciones que se recaudaron gracias al dólar soja ayudaron a cerrar el déficit este año, pero son unos $300.000 millones que no estarán en el primer trimestre de 2023.
Massa espera poder compensar en parte esos ingresos con un blanqueo –que requiere antes del visto bueno del Congreso–, y no se descarta subir algún impuesto. La amenaza de compensar mediante un nuevo impuesto nacional a las Leliq el fallo de la Corte Suprema que favoreció a la Ciudad luce atractiva en un momento en el que las tasas de interés son del 75% nominal anual (107% efectiva anual). Aunque, una vez más, Massa dependerá del Congreso. Cambiemos hizo de la no suba de impuestos una de sus banderas prematuras de campaña. Habrá que ver si la sostiene.
Finanzas, por las dudas, negocia con los bancos un nuevo canje, para desconcertar los vencimientos de letras del Tesoro en enero y febrero. Nadie acepta por ahora instrumentos que venzan más allá de las PASO. Con lo cual, el canje incluiría instrumentos cada vez más cortos y a tasa fija. Todo en la Argentina de 2023 será día a día.
A medida que se acerque el calendario electoral –que, se prevé, arrancará con todo en marzo–, no habrá manual de economía que valga. Massa deberá definir si sigue frenando la economía en pos de contener la bomba inflacionaria –y la explosión cambiaria– o si cede a las presiones de poner dinero en la calle, propias de toda campaña tradicional. En un almuerzo entre empresarios y ejecutivos de grandes compañías, una encuesta informal reveló que el escenario de un gobierno de Fernández sin Massa es el principal riesgo que ven de cara a 2023. Curiosamente, la encuesta se dio en una mesa donde prácticamente todos los ejecutivos también piensan votar por Cambiemos en 2023. El pragmatismo no es un activo exclusivo de la política.
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