La búsqueda de secretos en los sótanos de la Legislatura
Hugo Alconada Mon
“Che, leí tu artículo sobre la Legislatura. Si tenés ganas, un día tomamos un café en City Bell y conversamos”, me escribe. Nos conocemos desde hace décadas. Mismo barrio. Vivencias compartidas. Poco diálogo. Caminos distintos. Pero una certeza: algo sabe.
Nos encontramos junto a una ventana lateral del bar. Llueve. Mi paraguas chorrea. Dos cafés, celulares apagados. Le pregunto qué es de su vida. “Figuro en la Legislatura, pero no trabajo”, responde. Y me cuenta su historia, la de miles en La Plata.
Como la del peluquero que trabaja frente a los tribunales. Me consta.
O la del empleado que vende cocinas sobre la avenida 32. Me consta también.
O la de un pintor de brocha gorda, en Gonnet. También me consta.
Los ñoquis de la Legislatura son un secreto a voces en la capital bonaerense. Hombres y mujeres que figuran como empleados, pero llevan años sin pisar el edificio, situado frente a la Plaza San Martín. Reciben IOMA y aportes, y entregan sus salarios a legisladores para que financien campañas y se den todos los gustos. Sobran lujos, falta militancia.
Basta con recorrer la Legislatura. Deambular por los pasillos del centenario palacio es recrear la película Soy leyenda. No hay nadie. No queda ni el decoro. Con un presupuesto de $60.000 millones al año, hay baños que se inundan, oficinas vacías, lamparitas quemadas, mugre. Más relevante: legisladores que ni aparecen. Recinto vacío.
La omertà que une a Unión por la Patria y Juntos por el Cambio orilla lo grotesco. Fatigo teléfonos. La mayoría clava el visto. Ni los legisladores de La Libertad Avanza, enemigos declamatorios de“la casta”, quieren exponer la cloaca que entreabrió Chocolate Rigau. Solo los diputados de la izquierda se diferencian. Exigen respuestas y cosechan silencio. Y cocinan ñoquis, los 29, en la vereda de la Legislatura.
A tal punto llega la omertà que las autoridades de la Legislatura se niegan a dar hasta los datos de interés público más básicos que la nacion pidió por escrito: cuál es el presupuesto de la Cámara de Diputados, con todos sus anexos; a cuánto asciende la dieta de un legislador; cuál es el monto que cada legislador puede entregar en subsidios; cuál es el valor de las becas estudiantiles y cuántas provee cada legislador; cuál es el valor del “módulo” con que contratan empleados y asesores; cuál es el monto de los viáticos y cuáles son los requisitos que deben cumplir los legisladores para solicitarlos; cuánto dinero se destina a rubros como telefonía celular, automóviles, choferes; cuántas personas figuran contratadas con “locaciones” de obra o de servicios… Mañana, lunes 27, se cumplen dos meses sin respuesta.
Aquello que callan los legisladores, sin embargo, lo investiga la Justicia y lo cuentan muchos empleados. ¿Cuáles? Aquellos que sí trabajan. Son muchos y tienen bronca: la mayoría figura en categorías más bajas –y por tanto cobra menos– que los ñoquis. Aportan pistas, señalan sospechosos, detallan oficinas, orientan por los vericuetos palaciegos, donde dos son los bastiones que atesoran la información decisiva: las direcciones de Administración y de Personal.
“Si lográs encontrarlos, abrís las puertas de los infiernos. Ahí sí que se pudre todo”, vaticina un exlegislador. Café de mi lado, gin tonic del suyo. Promete ayudar, al igual que un auditor forense que facilita el cruce de bases de datos para detectar cientos de posibles ñoquis y volver a la carga, entre el teléfono y los pies en el barro.
Son días intensos. Bandidos en el Mediterráneo, campaña electoral, ñoquis, debate, balotaje, transición. Y la Justicia busca a uno de los jefes de Chocolate Rigau, Facundo Albini. Lo llamo y atiende. Está furioso. Dialogamos. Al cortar, lo esposan.
Tres horas después, este oficio peculiar me deposita en la oficina privada de uno de los empresarios más ricos de la Argentina. Noventa minutos de off the record. Al salir enfilo hacia la Redacción, completando la tríada La Plata-buenos Aires-vicente López. Necesito cafeína y lo invito a Hernán, colega y amigo, así cruzamos datos. Llegamos a sentarnos, pero no a pedir. Llaman desde recepción: una persona me busca en el lobby. Lo miro a Hernán, que entiende todo. “Vamos”, dice, “que aprovecho a cerrar otra nota”.
La persona se presenta con un nombre falso y usa gorrita para ocultar su rostro, pero quiere hablar. Trabaja en la Legislatura, dice. Le invito un café. Y comienza a hablar.
La Justicia busca a uno de los jefes de Chocolate Rigau, Facundo Albini. Lo llamo y atiende, furioso. Dialogamos. Al cortar, lo esposan
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Milei: relato desordenado y doble comando
— por Pablo Sirvén
Mal momento de la TV Pública para estrenar Mordisquito. A mí no me la vas a contar. La miniserie, producida por Radio Televisión Argentina y la Biblioteca Nacional, recrea el tiempo en que Enrique Santos Discépolo tuvo en la radio una columna irónica en defensa del primer gobierno peronista.
Sucedió el martes último después del triunfo de la selección argentina de fútbol sobre Brasil. Tras las dos anteriores presentaciones del equipo campeón del mundo (contra Ecuador y Uruguay) se le habían adosado, muy premeditadamente, sendas entrevistas al entonces todavía ministro-candidato oficialista Sergio Massa. Pero en esta ocasión, el balotaje había quedado 48 horas atrás con los resultados conocidos y la pantalla oficial parecía exudar cierta tristona saudade no bien comenzó el nuevo programa.
En la primera escena se ve de espaldas al actor Carlos Portaluppi en el papel del mandamás de las comunicaciones del primer peronismo, Raúl Apold, chequeando el Noticiero Panamericano, que se emitía en los cines. La voz vibrante de un locutor en off informa que “a las 18 horas se procede al escrutinio provisorio. Llega el histórico momento de conocerse la voluntad popular: Perón triunfa en Buenos Aires y en todo el país por abrumadora mayoría. El pueblo no quiere que lo gobiernen nunca las fuerzas de la regresión”. Estamos en 1951.
La acción retrocede unos meses y el mismo personaje habla por teléfono con Eva Perón. Al colgar, le cuenta a su secretaria: “Está preocupada por la Capital porque los números dan mal. El problema acá son los diarios, las radios, que se ocupan de meterle a la gente que el sentido común es el de los patrones. Nos acusan de ser demasiado controladores. Pero no alcanza, nunca es suficiente”.
Son hechos que sucedieron hace más de setenta años. Pero es una modalidad enmohecida que, sorprendentemente, no ha cesado y se sigue presentando en múltiples formatos. Hasta la semana pasada, sin ir más lejos, se replicaron en el multimillonario “plan platita”, en una furibunda campaña del miedo y en un sinfín de acciones sucias (llamadas eufemísticamente “micromilitancia”), pero que esta vez no alcanzaron para que el oficialismo se quedara con la victoria. Nada mejor entonces que evocar las añoranzas de aquella Argentina en la que el peronismo jamás perdía una elección. Después se rasgan las vestiduras cuando Javier Milei habla de privatizar los medios públicos.
Todo gobierno tiene un relato por acción u omisión. Por acción es cuando planifica cuidadosamente una estrategia comunicacional constante para explicarle a la ciudadanía de que va lo suyo. Por omisión es cuando deja el tema librado al azar y son los demás (el círculo rojo, las corporaciones, la calle y los medios de comunicación) los que lo tipifican con sucesivos rótulos y motes, por lo general adversos y burlones, si las cosas no marchan bien. Ejemplo de lo primero, hasta niveles tóxicos y asfixiantes, ha sido, y procura seguir siéndolo, el justicialismo en sus distintas vertientes. Ejemplo de lo segundo fue el gobierno de la Alianza, presidido por Fernando de la Rúa, impotente para defenderse comunicacionalmente del destino que le había tocado en suerte y agravado por sus desacertadas decisiones.
¿Cuál de estos modelos extremos adoptará el flamante “mileísmo”? ¿O sabrá encontrar un virtuoso punto intermedio? Por ahora luce desordenado.
Milei fue dejando paulatinamente por el camino a aquel panelista irritado y de lengua flamígera, y empezó a sosegar sus tonos y contenidos hace algunas semanas. El célebre “teorema de Baglini” viene actuando como un eficaz ansiolítico en el líder libertario.
Pero esa positiva transformación aún está en curso y no ha sido completada. Su palabra ya no debe ser la de un ruidoso panelista ni la de un belicoso candidato. Ahora todo lo que dice adquiere otra dimensión. Se trata de la palabra presidencial, nada más y nada menos. Debe saber medirse para evitar exponerse a marchas y contramarchas. Eso implicaría desgaste y pérdida progresiva de autoridad. Y es fundamental que se muestre menos desaprensivo con temas sensibles, como los reajustes de los créditos UVA.
El presidente es un ser humano y como tal está expuesto a errores, pero tiene que tomar nota de que en el siglo XXI hay mucha frustración e impaciencia. Las democracias occidentales lucen fatigadas y las acechan inquietantes populismos de izquierda y derecha.
Habría hecho muy bien en hablar de este tema con el presidente saliente, Alberto Fernández, que en estos cuatro años hizo de la contradicción constante la marca sobresaliente de su opaca gestión. Ese es el “relato” que quedará en la historia del período 2019-2023, pronto a culminar. Y también el “doble comando” frustrado con Cristina Kirchner, que solo deparó trabas e internismos colosales en la tarea gubernamental. Debe Milei tomar sus recaudos para que las colaboraciones queridas (y no tanto) con las huestes de Mauricio Macri sean fructíferas, sin que horaden su poder presidencial, para que no se instale fuerte esa impresión en las crónicas periodísticas y en distintos estamentos de la sociedad.
Encontrar el equilibrio justo requiere sabiduría, concentración y escucha de los buenos consejeros. Debería repensar si no le quita tiempo y energía prodigarse en tantas entrevistas periodísticas, que nunca son suficientes porque chillan los colegas que no las consiguen o son dejados de lado
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.